Por: Adrián Ortiz Romero

+ Tiempos electorales: anarquía que se preveía

Es lamentable que ya bien entrados en los tiempos electorales, el Instituto Estatal Electoral y de Participación Ciudadana de Oaxaca no tenga la capacidad de ser un verdadero árbitro electoral. Hoy no existe un solo rubro relacionado con los partidos y el proceso comicial, en el que no se acusen excesos y anarquía. Pero eso no es sino un reflejo —que se veía venir— de la ingobernabilidad que prevalece al interior del instituto, como producto de su integración por cuotas, y de la incapacidad del Consejo General por dictar reglas con capacidad de cumplirse.

En efecto, bien dicen que lo que mal comienza, mal termina. Y ese ha sido el mal fario que ha perseguido a Alberto Alonso Criollo como consejero Presidente del IEEPCO desde que asumió su cargo, no sólo por su inexperiencia y por la incapacidad que ha demostrado en la conducción del Instituto y, hoy, del proceso electoral intermedio en la entidad, sino sobre todo porque desde el inicio las fracciones parlamentarias del Congreso local determinaron una integración por cuotas del órgano electoral, que es en sí mismo nociva para un Instituto que necesita imparcialidad, funcionalidad, y fuerza para hacer valer sus determinaciones.

En esta entidad sin memoria, posiblemente haya quien no recuerde cómo se integró el Consejo General de IEEPCO. Pero éste, que fue el primer órgano autónomo que se reconfiguró como producto de la reforma constitucional de 2011, fue entregado por completo tanto al grupo gobernante, como a los partidos que integraron la coalición. De esos dos bloques, salieron tanto Alonso Criollo, como los demás integrantes del Consejo General, que abiertamente eran propuestas del PAN, PRD y el entonces Partido Convergencia. Paradójicamente, el Instituto Electoral debe regular la actividad de los partidos. Pero fueron éstos quienes pusieron al árbitro, decretando con ello una debilidad de origen para el IEEPCO, y una inoperatividad que hoy genera más problemas de los que resuelve en el ámbito electoral.

Hoy esa debilidad está a la vista. Los ciudadanos se quejan recurrentemente de que, en el proceso electoral, los partidos políticos y sus candidatos cometen todo tipo de excesos en la difusión de sus anuncios en medios impresos, electrónicos y digitales; en la instalación de sus carteles, espectaculares y demás propaganda que, como basura electoral, hoy inunda las calles de los principales asentamientos en la entidad.

Y sobre todo, la ciudadanía y los mismos partidos, se quejan —y se señalan unos a otros—, por el hecho de que nadie cumple con las normas establecidas para precampañas y campañas en el Código Electoral; que asimismo no hay cumplimiento de las determinaciones y de las sanciones que impone el IEEPCO; y que el proceso electoral atraviesa por una alarmante situación de anarquía, en la que la autoridad fue rebasada, el orden en los partidos desapareció, y hoy los excesos se cometen con tal grado de desenfreno, que están minando la misma apariencia democrática de los partidos en Oaxaca.

 

LOS PARTIDOS SE EQUIVOCAN

En los partidos políticos ha habido una voluntad indeclinable, aunque equivocada, por tener el control del Instituto Electoral. Desde que se integró el Consejo General, y luego las Direcciones Ejecutivas, las representaciones partidarias han confundido su voracidad y sus ambiciones económicas con la posibilidad de dar a Oaxaca un órgano electoral medianamente funcional y con capacidad de darle certeza a los procesos electorales. Esto último, que es lo que más convenía a todos (y a los propios partidos más que a nadie, al menos para que la ciudadanía no cuestionara sus triquiñuelas), en realidad quedó en el cajón del olvido, en aras de mantener un control, inerte, del Instituto.

¿De qué hablamos? De que los partidos políticos exigieron desde el primer momento sus cuotas dentro del Instituto. Así, los integrantes de la Coalición, y en un segundo momento también el PRI, se repartieron la integración del Consejo General y luego de las Direcciones Ejecutivas. Nunca vieron al Instituto como árbitro, y sólo pensaron en repartirse sus recursos, sus posiciones y sus capacidades. Por eso, dentro del IEEPCO todos sus integrantes buscan proteger intereses partidistas, pero desdeñando los relacionados con la democracia electoral. Y por eso, como todos van hacia rumbos distintos, y a veces contrapuestos, el IEEPCO está lleno de debilidad, de contrasentidos y de intereses que nada tiene que ver con los fines que se supone que persigue.

No han entendido que el hecho de que tengan como rehén al IEEPCO no los llevará a ganar las elecciones. De hecho, el haber debilitado al Instituto sólo ha provocado que los partidos cometan más excesos; que esos excesos sean mal vistos por la ciudadanía, que hoy acusa a los partidos políticos de no respetar la ley ni al árbitro electoral, y de estar cometiendo infracciones que ya deberían estar erradicadas en estos tiempos de transición a la democracia.

Sin embargo, la libertad en los excesos es lo que buscan los partidos políticos. Empero, ¿creen que con eso podrán ganar las elecciones? Es decir, ¿será posible que conciban como una posibilidad que con el hecho de colocar propaganda donde no deben, que lo hagan fuera de los tiempos permitidos por la ley, que se ataquen deliberadamente partidos y candidatos, y que todo lo hagan sin observar los límites que impone la ley, podrán obtener mejores dividendos electorales?

Al parecer esa ha sido la visión de los partidos: colonizar al IEEPCO, aprovechar las diferencias políticas entre sus integrantes, cobrándoles los favores hechos desde el Congreso para su nombramiento y obligándolos a actuar según sus intereses, y dejando en un lejano segundo término los asuntos políticos en los que ya debería estar involucrado el Instituto. Todos le han apostado a la debilidad, aunque con ello hayan enterrado una oportunidad enorme de demostrar que sus promesas de transición a la democracia eran algo más que una pose para aprovecharse de la ingenuidad de los votantes. Algo verdaderamente lamentable.

 

PRIMERO DE MAYO

Es de veras alarmante que en una conmemoración como la del 1 de mayo, no haya espacio para el reconocimiento —oficial y ciudadano— sobre el grave problema que representa la informalidad en el comercio y el empleo en nuestro país. Gente como Hugo Jarquín debe estar feliz con el ambulantaje, aunque eso sea una voraz gangrena para la economía y para los derechos laborales y sociales de los oaxaqueños.