Por: Omar Alejandro Ángel

De ti depende el viaje o la zozobra,

su pesca o su destino,

la distancia que logre.

-Andrés Neuman-

 

I.

 

He vuelto de la casa sin recuerdos. En el camino, estoy seguro, perdí algo. Espero en algún momento sabér qué y, mejor aún, encontrarlo. He vuelto, entonces: para llegar allí, a aquella casa invernal, recuerdo, había que subir 13 escalones (subís con la derecha, bajas con la izquierda, decías), obviar los pequeños -verdaderamente pequeños- y variados cactáceos y, difícil labor, desatender, por mucho, las banalidades mundanas que me ataban. Luego de eso, sencillamente, entraba.

II.

He vuelto. De la casa sin recuerdos extraño sus devaneos por el comedor, la eficaz lentitud con que preparaba la comida, el agazapado salvajismo de aquellas fieras domésticas, incitadoras -en extremo- al roce; el silencio, los gritos, los innumerables paisajes que, como espasmos de un abismo, creábamos entre sábanas. De ella recuerdo ni mucho ni poco, tan sólo lo suficiente: tenía la piel tan tersa que le quedaba chica a los huesos, dos grandes paletitas blancas que resguardaban una sonrisa, la calidez de una voz sincera, indómita, de olor a tabaco y azafrán; un sinfín de pecas iguales a las rocas que en el camino de vuelta, descendiendo por la escarpada senda, complicaban mi andar. Iguales a los pequeños cactáceos, tan punzantes, en el camino de entrada a casa.

III.

Al fondo del placard, recuerdo, una pequeña caja; contenía algo que nos resultaba sumamente valioso. Lo utilizaba cuando tejía, cuando reparaba las sábanas (aquellas que amábamos deshacer, sin remordimientos), para coser la rotura de la tela, juntando los pedazos con puntadas o pasos ordenados, de modo que la unión resultara disimulada. Aquellos dedos suyos, tan hábiles, tan capaces de suplir con puntadas muy juntas y entrecruzadas los hilos que faltasen en el agujero del tejido. Ella, artesana. Unir y juntar sutilmente una cosa con otra, combinar varias mentiras, fuesen en tela, comida, palabras, actos, para dar apariencia de verdad a lo que se relataba. Esa -y no otra- era su vocación.

IV.

Había que hacerlo, en algún momento. Volver. Descender los premonitorios 13 escalones (subís con la derecha, bajas con la izquierda, decías), astillarse entre los cactáceos. Volverse. Atarse nuevamente a lo mundano. En el camino, sin duda, olvidaría algo.

V.

He vuelto. He vuelto de la casa sin recuerdos. He vuelto, de la casa, sin recuerdos. En el camino, estoy seguro, perdí algo.

 

Foto: Omar Alejandro Ángel