Por: Juan Pablo Vasconcelos

 

La mejor opinión sobre la opinión de Fox respecto a su periodo presidencial en relación con el de Juárez, se la escuché a una joven universitaria: “Fox es el hombre más hábil que he conocido; se propuso llamar la atención del país a base de frases, justo como ganó en el 2000, y el país ha caído redondo de nueva cuenta. Tanto, que hasta un cabildo (el de Oaxaca) ocupó su valioso tiempo en discernir sobre si le agrada o no el personaje.”

Al margen de su hipótesis sobre las maneras magistrales del ex presidente guanajuatense para hacerse escuchar, incluyendo declaraciones dignas de un concienzudo historiador: “Juárez sólo tiene frases célebres”, “Juárez trató de vender el país”, “Juárez cometió casi traición a la patria”, “Fui mejor Presidente que él”, la referencia a la declaratoria de Fox como persona non grata por parte del Cabildo oaxaqueño mueve a reflexión.

Lo hace considerando que la efectúa un órgano colegiado de gobierno, formado por representantes populares elegidos democráticamente, en relación a opiniones vertidas por un ciudadano. Un ciudadano que antes fue Presidente de México pero que ahora es un ciudadano-empresario dedicado a impulsar iniciativas civiles o políticas.

Es decir, Vicente Fox tiene su forma de pensar y sus opiniones, acto seguido las expresa, y entonces miles o millones de personas pueden estar o no de acuerdo con él, reírse discreta o gustosamente, rebatirlo, o ya de plano ignorarlo con cierto estilo y desdén.

Pero que por esas opiniones, un órgano de gobierno lo declare ‘persona non grata’ hay mucho trecho, uno además riesgoso y radical, pues de alguna manera éste órgano público invade una esfera claramente civil: la de las ideas individuales y su libre expresión.

 

Los límites

Por más severa que sea la indignación o el desacuerdo con lo expresado por el ex presidente o por cualquier otra persona, nadie puede ser etiquetado o juzgado por sus opiniones o por su forma de pensar.

Los límites, en todo caso, están bien claros en la Constitución Federal (art.6): “La manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, sino en el caso de que ataque a la moral, la vida privada o los derechos de terceros, provoque algún delito, o perturbe el orden público”.

Si bien el tema tampoco es una causal grave y suficiente como para rasgarse las vestiduras, es importante dejar sentado el precedente por el síntoma de riesgo que puede llegar a representar para la libre expresión de las ideas. En esto incluyo la figura que se eligió para el suceso: la declaratoria de persona non grata.

 

La figura

La figura, con antecedentes claros en el ámbito diplomático, es o puede ser utilizada por un Estado para solicitar que un miembro del personal diplomático de otro Estado sea retirado de su territorio (Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas 1961, art.9).

Para México, una persona declarada non grata por parte del Presidente (facultad exclusiva) puede ser expulsada del país siguiendo los supuestos del artículo 33 constitucional. Hace casi un siglo, por ejemplo, el 6 de agosto de 1913, el estadounidense John Lind fue declarado con esa calidad por “abuso de su representación diplomática”, siendo el primer caso registrado en México en el siglo XX.

Fox no será expulsado de Oaxaca de Juárez cuando venga de paseo, a dar una conferencia, a montar a caballo o a comer una nieve. Pero es posible que represente, como lo hace, un pretexto de la demagogia dominante que está invadiendo cada vez más esferas de nuestra vida pública y privada.

 

Demagogia y Guelatao

Una demagogia purista que es utilizada por los políticos para ganar adeptos, pero que también ahora es herramienta de medios de comunicación para atraer audiencia, y hasta por ciudadanos para abrigarse con el manto de lo políticamente correcto. Una demagogia que reclama santos en tierra de mortales.

Demagogia que oculta por otro lado los verdaderos problemas y el debate responsable. En este caso, el debate por la legalización o no de la marihuana (necesario y oportuno). También, en última instancia, el debate por el verdadero legado de Juárez, su efectividad en nuestro siglo, su vigencia.

Hay que recordar por ejemplo que Guelatao, ese pueblo emblemático y pintoresco, se está quedando sin hombres y jóvenes por el legado de la migración y la pobreza.

Un Guelatao desierto es el rostro de nuestra memoria de Juárez en pleno Siglo XXI. Lo digo sin demagogia.

 

 

*El autor es Magister en Gestión Cultural por el Instituto José Ortega y Gasset.

 

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