eloriente.net

2 de noviembre de 2013

Por: Adrián Ortiz Romero

Nada tiene de extraño que un Presidente comience su proceso de desgaste desde el primer día de su mandato. Más bien, las dos preguntas que sería interesante responder a partir de la experiencia de cada Mandatario son, primero, cuánto tiempo dura lo que se conoce como “la luna de miel” del gobernante; y dos, y sobre todo, qué factores son los que llevan a dar por concluido ese primer periodo natural del gobernante con la población y la opinión pública, en la que ni los cuestionamientos son tajantes ni han comenzado a marcarse las lejanías que luego se convierten en irremediables. Veamos el caso del presidente Enrique Peña Nieto, que parece estar llegando al fin de la luna de miel de su gobierno.

En efecto, cada Presidente tiene su propio y particular proceso. Por ejemplo, en el caso de Felipe Calderón, éste tuvo una luna de miel prácticamente inexistente. Las condiciones en que le entregó Vicente Fox al país fueron determinantes para que, más bien, fuera en algún punto intermedio de su gobierno, cuando fue más aceptado por la ciudadanía, antes de comenzar el declive natural, y terminar bajo un fuerte rechazo, que hoy en día es casi inherente a los mandatarios. Fox, por su parte, tuvo una luna de miel que se rompió no por las adversidades, sino porque ya en el poder éste se dio cuenta que resolver los problemas nacionales no era tan sencillo como fanfarroneaba cuando era candidato, y cuando asumió que no todos estarían dispuestos a ayudarlo oficiosamente.

El caso de Enrique Peña Nieto como presidente es distinto. Éste llegó con un amplio margen de ventaja en la elección, y con un nivel de aceptación asimismo aceptable. Es paradójico que apenas un año después las condiciones comiencen a cambiar de forma radical, y que ello esté determinado no por los desencuentros del Presidente con los demás actores políticos, sino por el desgaste que le está generando el haber ido por las reformas. Es cierto que ello habla de un Presidente que no es timorato. Pero al mismo tiempo está marcando el fin del beneficio de la duda que se le dio a su administración, para comenzar a entrar en el mundo de las realidades.

En este sentido, hace unos días el periodista Carlos Loret daba cuenta de una serie de factores que, dentro de no mucho tiempo, darán cuenta exacta del alto costo político que está pagando el presidente Peña Nieto por las reformas. En su columna “Historias de Reportero” del pasado 29 de octubre, daba siete claves de lo que dijo que será la amarga noche del primer domingo de julio de 2015, cuando llegue el momento de los comicios intermedios y el PRI sea el gran perdedor.

“Es previsible que el PRI tenga un duro revés en las elecciones federales de 2015 porque: 1.- La economía va mal y no tiene visos de recuperar fuerza. El crecimiento económico de este año quedará en la frontera de la recesión y en 2014 y 2015 las expectativas son de apenas una leve mejoría. 2.- La reforma fiscal golpea a sectores políticamente muy influyentes: los empresarios y la clase media. Los primeros son muchas veces fuente de apoyo a las campañas de todos los niveles y los segundos construyen la opinión pública que incide en la narrativa de las contiendas electorales. 3.- El calendario no le ayuda: la reforma fiscal se aplicará a partir de 2014; sus efectos se sentirán a la hora de hacer la declaración de impuestos… en abril de 2015… tres meses antes de las elecciones para renovar la Cámara de Diputados federal y nueve gubernaturas. 4.- A cambio de sus votos en el Congreso, el gobierno ha sido generoso con PAN y PRD: sus gobernadores van a contar con más presupuesto, del que podrán echar mano para alentar a sus partidos (nomás el GDF perredista se llevó un “fondo de capitalidad” por 500 millones de dólares para repartir a discreción).

“5.- El PAN se ha posicionado como fuerte opositor a los atropellos fiscales. Quiere regresar a sus fundacionales como defensor del empresariado y las clases medias ilustradas urbanas. Además, su apasionado rechazo al IVA en la frontera le permitirá llegar con discurso para mantener la supremacía en Baja California y Sonora (donde actualmente es gobierno), pelear Nuevo León y Chihuahua (donde ya ha gobernado), y buscar crecer en Coahuila y Tamaulipas. 6.- La “bondad” de las reformas cuya aprobación podría beneficiar al PRI-gobierno está lejos de palparse: la educativa sólo existe en el papel, la de telecomunicaciones no tiene ley secundaria, la fiscal no le dará un caudal de dinero sino apenas para pasar el 2014 y la energética, de aprobarse, tardará dos o tres años en arrojar algún efecto inicial. 7.- Los veintiún gobernadores priistas, que han sido eficaces operadores electorales, están vapuleados: el gobierno federal les ha reducido peso, poder y margen de maniobra, y han tenido que acatar la “línea” de Los Pinos en temas impopulares en sus estados.”

LOS DESENCUENTROS

Sobre esto mismo, el periodista Raymundo Riva Palacio señalaba también esta semana, sobre el fin de la luna de miel del Presidente con los mexicanos, y el duro choque de su gobierno con la realidad, que “Peña Nieto aún no cumple su primer año de gobierno y se encuentra en un momento donde el éxito de su gestión está cuestionado. Se le carga haber arrastrado los dos factores que presumió el PRI durante los sexenios panistas: que sabían manejar la economía, y que eran los únicos que propiciaban estabilidad y gobernabilidad. En 10 meses, el gobierno desmanteló lo que parece haber sido un mito. El país crecía de manera mediocre en los gobiernos panistas, pero hoy, sin crisis mundial, está al borde de la recesión. La violencia subió prácticamente en todos sus géneros; Michoacán es territorio narco; el crimen organizado abrió nuevos campos de batalla en la zona conurbada del Distrito Federal que colinda con el estado de México; y un movimiento magisterial disidente en cinco entidades, existe ya en 22 estados.”

FACTORES DEL DESASTRE

Loret dice que uno de los factores que le costará caro al Presidente es que, a pesar de lo mucho de su capital político que invirtió en sus reformas, éstas no dejarán ver sus efectos sino hasta dentro de varios años, quizá cuando éste ya no sea Mandatario (mientras, él pagará los platos rotos). Y Riva Palacio apunta otro: con la reforma fiscal, el Presidente golpea a la clase empresarial que lo respaldó, desdeña a los Gobernadores priistas, y premia a sus opositores. La luna de miel, pues, se acaba. ¿Alguien lo duda?

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