eloriente.net

18 de julio de 2017

Por Juan Pablo Vasconcelos

@JPVmx

 

“La primera responsabilidad de un gobierno local en nuestro tiempo, es impulsar las capacidades ciudadanas: Lucina Jiménez, en Oaxaca”.

 

Eran millares. Imposible encontrar un claro en Macedonio Alcalá y en buena parte del Zócalo. Gente corriendo ataviada de capas grises e impermeables azules. Bandas de música impetuosas. Mujeres que se contonean con los sones y jarabes, de un lado a otro, como si fueran transportadas por barcas invisibles y el oleaje no cesara. Los balcones de las casas coloniales también ocupados por fanáticos de todas las edades, aunque los mayores eran los más en estos casos.

Los niños, más bien, se apostaron sobre los hombros de sus padres, abriendo sus alas, esquivando los móviles de los adultos de las primeras filas.

Gente a los costados de las calles; gente de pie sobre los escalones de las plazuelas —frente a Sangre de Cristo había centenares casi uno sobre otro—; gente de Oaxaca; gente de otros países; gente por todos lados. Gente adentro de los monos de calenda, danzando

Emociones, llovizna en las cabezas, paraguas puntiagudos y una cierta alegría uniforme, generalizada.

Y frente a nosotros, en el arroyo central de la calle, las delegaciones de cada región del estado, siguiendo cada una a su banda: alzaban flores, lanzaban frutos, hacían contorsiones con sus cuerpos, enfatizando la vitalidad de sus pueblos. Allí transcurrían danzantes con penachos ingrávidos, las maracas sonando con cierta premonición a guerra; las mujeres de Pinotepa de cabello suelto y el sabor cálido de sus verbos; la elegancia de los tehuanos; y había diablos, carnaval, chinas oaxaqueñas.

La diversidad de 8 regiones pasando frente a nuestros ojos.

De alguna manera, también por esta razón, Oaxaca de Juárez es capital cultural de México, pues primero es capital cultural de Oaxaca.

Aquí es posible escuchar el mazateco entreverado con el mixe, y el canto es canto fruto del habla y no de la impostación. Aquí, la alegría de Pochutla, la sabiduría de Yalalag y la nostalgia mixteca. Aquí, hasta el último minuto, la dignidad juchiteca y el son serrano.

Por unos días de Guelaguetza se hace visible una realidad permanente: esta ciudad le pertenece a todos los hombres y mujeres del estado, está hecha hasta las entrañas de la mezcla de unas comunidades y de otras, de un poco de todos.

La ciudad es un poco de todos.

Así hemos crecido aun sin notarlo. La Guelaguetza nos lo hace notar. Y una especie de alegría por ese mestizaje nos desborda.

Por eso el lunes del cerro simboliza tanto para los oaxaqueños. De alguna manera, el lunes del cerro es el Día de Oaxaca.

Pero este año, días antes, a iniciativa del doctor Raúl Ávila Ortiz, la maestra Ana Vásquez Colmenares Guzmán, don José Márquez y otros representantes de instituciones públicas y privadas, se llevó a cabo el Encuentro sobre Derecho y Políticas Culturales desde el Sur, en el ex casino del Teatro Macedonio Alcalá.

Lo anoto en este contexto porque Oaxaca, además de ser capital o anfitriona de manifestaciones culturales tradicionales, también lo es —o estamos haciéndola— de reflexión en la materia a nivel nacional e internacional.

Junto a la expresión, la reflexión.

Con este norte, recibimos por un par de días —los pasados 13 y 14 de julio— a algunas de las voces más importantes e influyentes del ámbito cultural y jurídico del país. Lucina Jiménez, Carlos Lara, Carlos Villaseñor, Eduardo Cruz, Jorge Fernando Negrete, Eduardo F. Ramírez o Francisco Javier Dorantes, junto con los locales Allier Campuzano, Spíndola Pérez Guerrero, Ávila Ortiz, entre otros, han sido personajes determinantes en el devenir cultural del país.

Su más reciente desafío superado, lo ha sido sin duda la Ley General de Cultura, vigente desde hace poco más de un mes en el país. Lo cual por cierto abre retos y expectativas por cumplir para todas las entidades, incluyendo la nuestra.

En ese sentido, durante el encuentro, se despertó el entusiasmo por intercambiar prácticas para mejorar la convivencia a través del arte; aprovechar las nuevas tecnologías para hacer efectivos los derechos culturales; así como poner a éstos en el centro del diseño de políticas y determinaciones públicas.

Es una necesidad apremiante, sobre todo para la comunidad cultural de Oaxaca, poner manos a la obra en la adecuación de la ley de cultura estatal y en el marco legal e institucional que lo compone. Consolidar un verdadero sector, con impulso y fortaleza.

 

Lo más importante de esta experiencia, sin embargo, lo es la construcción de una conversación pública entorno a la cultura.

Que no solo obedezca, como repetidores fieles, las posturas de cierto grupo, personaje o mecenas, sino que de verdad sea un diálogo lo más amplio posible sobre nuestras preocupaciones, contradicciones y posibilidades.

Quizá la gran carencia de nuestro estado, ha sido la ausencia de ejercicios abiertos, constantes, generalizados, de reflexión sobre nosotros mismos.

Las opiniones guardadas envenenan y enquistan.

La verdadera conceptualización de Oaxaca, como capital cultural, necesita comenzar por la comprensión, el intercambio y la incorporación de las ideas y la comunicación entre seres humanos. Necesita conversación entre iguales, entendimiento de carencias, limitaciones y atributos.

Si no aceptamos que nos ha faltado, por generaciones, escucharnos sincera y mutuamente, entonces nunca podremos solucionar ninguno de nuestros problemas.

Se seguirá marchando, gritando, agrediendo, porque la comunicación está rota, el diálogo entre nosotros está cancelado.

Ninguna paz se logra en silencio. Tampoco, a gritos. Hablemos.

Guelaguetza-Por Gabino Cué Monteagudo

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