Pintura de Marc Chagall.

 

 

 

eloriente.net

Por Vania Rizo

 

Para todos aquellos con los tengo el placer de hacer equipo.

 

Estamos en constante tránsito, viviendo múltiples experiencias, desde primitivas hasta complejas. Sabemos que estamos rodeados de seres, a partir del inicio de nuestros tiempos y esto nos induce a un pensamiento compartido.

En algunas ocasiones, la existencia del otro se torna tóxica, vamos aprendiendo que no toda vida humana es compañía y que hay adioses, distancias necesarias, en pro de nuestra buena salud.

Por otro lado, hay la sensación inspiradora y agradable de contar con la presencia de compañeros, con los que podemos conocernos y crecer. Aquellos con los que el vuelo se vuelve más liviano y rico.

Existir junto al otro se puede convertir en lo más sublime que podemos experimentar en esta vida, pero exige un trabajo colaborativo y aprecio fuerte para poder sostener y comprender los complejos mundos de cada uno.

En este sentido de contribución, hacer equipo, ha llegado a ser un enunciado poderoso y significativo para mi. Encuentro en él mucha generosidad, amor y vitalidad. Descubro en él también, una de las formas de poder vivir mejor, de hacer menos el dolor y la incomprensión que inevitablemente nos toca.

Hacer equipo se puede observar de manera inmediata en la mayoría de las familias, los miembros se apoyan en diversas circunstancias, con el propósito máximo de un bienestar común.

Pero no solo en lazos sanguíneos existen ejemplos, también hay un fuerte trabajo en equipo en la amistad. Tan solo recordemos las ocasiones en las que hemos y nos han apoyado. Esas veces que hemos sentido alivio con su presencia, consejo y belleza amorosa.

Para poder hacer equipo con alguien se necesita estar vivo; tener el ánimo de compartir un propósito, de hacer consciente que no estamos solos nunca y que nos necesitamos. Que podemos acceder a una mejor realidad si lo queremos, intentando convivir, descubriendo la sustancia de existir.

Pintura de Marc Chagall.