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Por: Psic. Fernando Arturo Alonso

Los seres humanos somos los únicos seres de la naturaleza que tenemos conciencia de nuestra propia existencia, sabemos que somos finitos y que inevitablemente habrá un desenlace, por lo tanto necesitamos acercarnos a un propósito para que nuestra vida tenga sentido. Este tema siempre ha sido uno de los puntos de mayor polémica dentro del mundo de la filosofía y la psicología, pues hablar del sentido de la existencia es realmente ambiguo, dado que existen variables como la cultura, la edad, el desarrollo económico, las historias que flotan alrededor del concepto “sentido de vida” y no permiten una homologación o generalización.

Si revisamos este tema desde una perspectiva más amplia, podemos observar como dependiendo del lado del mundo donde nos encontremos vamos a tener una visión distinta e incluso opuesta respecto a lo que es “sentido de vida”, pues en oriente –como explica Erick Fromm en su libro budismo y psicoanálisis- no se busca la perspectiva de sentido de vida, pues la cultura induce al individuo a un “yo colectivo”, es decir, el sujeto va más allá de su individualidad para servir a los fines y propósitos de su medio, comunidad o incluso la naturaleza, por lo cual tiene armonía y las actividades más sencillas tienen un significado implícito que no necesita reafirmarse o reconocerse, dichos significados se imprimen en todas las actividades humanas –por eso cuando vemos a los japoneses podemos observar como la disciplina, el respeto y las reverencias son algo implícito y natural para ellos.

El gran desafío se encuentra en occidente, pues de este lado del mundo tendemos a ser egocéntricos, y por lo tanto a sentirnos aislados o no conectados ni con los demás ni con la naturaleza, basta con voltear y observar nuestra cotidianidad para verificar este dato, igual sirve ver las noticias en portales informativos para reafirmar que tendemos a buscar de manera automática nuestro beneficio en infinidad de situaciones (hay que aclarar que esto no es malo, pero un exceso de egocentrismo si representa un problema pues desatendemos a otros y al ambiente) lo que lleva en muchas ocasiones a conflictos de tipo emocional, pues el ser humano no puede existir en aislamiento, necesariamente requiere de la interacción con otros para alcanzar su plenitud y bienestar.

Desarrollemos un poco más la dupla de egocentrismo y sentido de vida, partamos del hecho de un sujeto –solo- que es consciente de la brevedad de su existencia, esta noticia le entristece pues sabe que no vivirá por siempre y desea buscar refugio en algo que trascienda a sí mismo: el sentido de vida. El detalle es que esta ilusión de aislamiento le ciega a lo que realmente le rodea, si por un momento se detuviera y se quitara la venda –que en la metáfora es el egocentrismo- podría ver que su “sentido” está vinculado a la forma en que trata, ayuda y sirve a otros, como refiere Pepe Múgica, ex presidente del Uruguay, los monumentos como las estatuas con el paso del tiempo se desgastan y olvidan, pero los hechos y el servicio a los demás perdura en la memoria de la gente.

Una vez entendiendo la cuestión cultural del egocentrismo que nos pertenece, la cuestión central es ¿Cómo podemos hallar sentido a nuestra existencia? En realidad, no hay una respuesta específica o definida para poder contestar esta pregunta, pero si hay pistas que pueden aproximarnos a una respuesta personal, en esta línea la historia personal, experiencia y teoría de Víctor Frankl puede ser un referente valioso, pues como explica en su obra “el hombre en busca de sentido” en la peor de las circunstancias hay algo inherente a los seres humanos que no puede sernos arrebatado: la libertad de decidir.

Otra clave es tener en cuenta lo que se mencionó anteriormente respecto a la necesidad humana de convivir con otros, pues es incluso terapéutico cuando una persona busca brindar servicio o apoyar a los demás, pues a nivel cerebral se activa diferentes estructuras que permiten un acercamiento real con el otro y un sentido de conexión.

Desde mi perspectiva considero fundamental desarrollar el pensamiento crítico que nos permita ver más alla de lo establecido y las rutinas que repetimos día a día, pues la clave está en la forma y los contenidos que percibimos pues determinan nuestro sentido de vida.