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29 de marzo de 2013

Por: Juan Pablo Vasconcelos

Turismo Negro o Alternativo en Oaxaca

Hay sitios en el mundo en los que ya puede pasar cualquier cosa. Por ejemplo que, previo pago de 1,375 dólares, turistas de todas las nacionalidades pueden viajar a Oaxaca para conocer de cerca, por un lado, ciertos atractivos de esta ciudad Patrimonio Cultural de la Humanidad pero, sobre todo, para internarse en esa poderosa, inintelegible, ubicua, propositiva, intrigante organización autodenominada Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO).

No es una broma. Si acaso has levantado las cejas e interpretado que estas líneas son producto de la sorna, la ironía, la histeria individual y colectiva, debo volver sobre mis pasos y decir que dicho viaje se oferta, gestionado por una agencia internacional.

Eso sí, de forma justa y comedida, el ‘tour’ cuenta con una tarifa preferencial para estudiantes de 1,250 dólares.

Aclaro que no es broma porque hace días, en la intimidad de una sobremesa, alguien sugería con humor que estamos desaprovechando el potencial turístico que podrían significar los alardes, manifestaciones y folklore de nuestras organizaciones sociales y sindicales para la mermada industria sin chimeneas local. Sugerían productos para marchistas ocasionales, cantautores trasnochados, nostálgicos de las barricadas, pirómanos.

Los especialistas, proclives a clasificarlo todo, deducirían que estamos frente a una ventana de oportunidad para desarrollar una actividad denominada Turismo Negro: el acto de visitar sitios relacionados con la muerte, los desastres y las historias macabras. La definición es de la Universidad de Lancashire que cuenta por cierto con un Instituto dedicado a la investigación del fenómeno.

De aquella ocurrencia pasajera, no tardó en llegar a mis manos la información del tour con destino a Oaxaca que comento con detalles de tarifas, objetivos y posibilidades.

También llegaron otros atractivos. Haití por ejemplo. Allí se promueve un viaje de primavera alternativo (‘spring break’ ético) para internarse en la reconstrucción de aquella nación luego del sismo del 12 enero de 2010. Durante la visita se prevé  conocer escuelas rehabilitadas, dialogar con infantes en la orfandad, retroalimentarse con organizaciones dedicadas al cuidado de la salud, hoy convertidas por cierto en paladines contra el cólera y la malaria.

Birmania no puede faltar. Pasar 10 días allí cuesta alrededor de 3,800 dólares pero a cambio es posible conocer “calles donde se palpa optimismo”, luego del arribo al gobierno en 2012 de la Liga Nacional de la Democracia mediante elecciones. Es uno de los países más pobres del mundo pero significa por eso mismo un emblemático desafío. Allí el viajero puede conversar con prisioneros políticos y estudiantes que en su momento encabezaron la revolución.

En el estado de Hidalgo se ha hecho también muy popular el denominado “Paseo del Migrante”, que es una recreación en un parque desértico de las condiciones que padecen los paisanos mexicanos rumbo a los Estados Unidos en su paso por Texas. “¿Sabes lo que sienten los migrantes al jugarse la vida en busca del sueño americano?”, reza el testimonio de uno de los turistas exploradores.

Otro paseo por el Barrio de Tepito en el Distrito Federal ofrece un taller de “Albures Finos”.

Nada de lo que he escrito está fuera del mercado. Por el contrario son productos gestionados con alta rentabilidad, incluyendo el paquete que ofrece conferenciar con miembros de la APPO.

Enfatizo por tanto nuestra paradójica condición. Por un lado, ‘Esencia Cultural de México’; por el otro, escenario de pugnas sociales y políticas profundas, consecuencia del cultivo de la ignorancia y el comercio de la desigualdad.

La Reserva Cultural de México custodia, entre sus tesoros mejor guardados, los secretos del cruento tráfico de analfabetas en el estado, que aún hoy son uno de cada cinco oaxaqueños.

Sin embargo, debo hacer una acotación para el turista: este es un magnífico momento para venir a Oaxaca porque, contrario a lo que muchos piensan, las condiciones están dadas para adentrarse y descubrir un caso singular en la historia reciente de México: el final, la caída, de una delegación sindical, aún poderosa políticamente, pero que se encuentra hoy en una fase de plena desesperación tras constatar que el grueso de la población ya no está en sintonía ni con sus banderas, ni con sus métodos, ni con sus líderes.

Una Sección 22 que da muestras palpables de su desesperación al accionar inclusive en periodos vacacionales y que evidencia una falta de respaldo popular poco antes vista. La Sección 22 es quizá el emblema de lo que no queremos más en Oaxaca: una cúpula sindical que aprovecha las condiciones de necesidad de sus miembros para obtener prebendas.

Por eso, es buen momento para venir. Porque la desesperación de la Sección 22 es el preludio de una pronta revolución (esta sí) en el tema educativo; es la crónica de una cúpula sindical que pronto será depuesta por profesores auténticos, que son numerosos y serán valientes. Y encima, la inminente rebeldía de los padres de familia que asumirán, finalmente, su responsabilidad con la siguiente generación de oaxaqueños.

Porque debemos decirlo: la sociedad no tiene salidas por ahora pero tarde o temprano las encuentra.

La historia nos demuestra que siempre hay una luz al final del túnel.

 

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