Por: Adrián Ortiz Romero

+ Piratería engulló artesanías: ¿lo hará con la fiesta?

Si en Oaxaca sigue sin permear la idea del rescate de la autenticidad de la fiesta de los Lunes del Cerro, dentro de no muchos años tendremos nada menos que una Guelaguetza pirata. Eso fue lo que pasó con muchas de las expresiones artesanales de nuestros pueblos, de las que hoy se hacen copias chinas sin ningún valor (estético, económico, cultural, etcétera) pero que, para muchos ingenuos, pasan como originales y son apreciadas como si fueran auténticas. Aunque parezca exagerado, esa parece ser la ruta de nuestra fiesta, que año con año vemos cómo se desvirtúa sin que nadie –los que se supone que saben- hagan algo para impedirlo.

En efecto, hace apenas pocos años nadie dudaba de la autenticidad de la ropa, las telas, los grabados, los tallados y demás productos que se expendían en los mercados de artesanías tanto de la capital oaxaqueña como de los diversos centros turísticos de la entidad. Éstos eran, por definición, productos elaborados por manos oaxaqueñas según las tradiciones y las formas heredadas de los abuelos, y eran por tanto expresiones auténticas de la cultura, de la imaginación y de la habilidad artesanal de la comunidad de la que se decía que eran originarios. Sólo que de un tiempo a la fecha esa confianza cambió radicalmente, a grado tal que hoy sólo los conocedores pueden distinguir una artesanía autentica de una fabricada en serie por la piratería.

Esta es una tragedia que ocurrió a la vista de todos, y que nadie quiso detener. Por ejemplo, en el Mercado de Artesanías ubicado en la zona sur del Centro Histórico de nuestra capital, los artesanos auténticos hoy son recelosos de todos aquellos que expenden productos en el ambulantaje, e incluso de aquellos turistas que, en la ingenuidad y en la buena fe, pretenden captar imágenes de sus productos. ¿Por qué? Porque así comenzó la piratería.

Y es que afirman los artesanos que desde hace algunos años la piratería china y centroamericana tocó tierra en Oaxaca buscando desplazar a las artesanías auténticas. Aseguran, por ejemplo, que personas que se hacían pasar por turistas provenientes de Asia, llegaron hasta Oaxaca a tomar cientos de fotografías de tapetes, telares, vestidos, bordados, tallados y demás; poco tiempo después, esos artesanos comenzaron a ver productos similares a los suyos (que son verdaderas creaciones artísticas, y que por ende son únicas) pero vendidos por ambulantes en las calles de la capital, a precios abismalmente menores a los que ellos establecían por sus productos originales.

Pronto se dieron cuenta que muchos de esos vestidos, o eran de origen chino, o eran copias elaboradas en países centroamericanos. Productos como los tapetes, las joyas artesanales, pinturas y productos ornamentales, habían sido copiados y reelaborados por chinos a través de su bien conocida producción en serie que tiene la posibilidad de copiar con gran parecido un producto original. Otros, como telares, ropa y bordados que intentan pasar como auténticos oaxaqueños, son en realidad elaborados en países centroamericanos como Guatemala, en donde los artesanos pueden fabricar productos de cierto parecido, pero que en este caso ya lo hacen como una forma de producción comercial, y que son vendidos a precios bajísimos que sólo pueden ser conseguidos por intermediarios a través de la explotación de esos artesanos que se dedican a hacer copias que luego son traídas a entidades como Oaxaca que tienen una afluencia turística importante, y que son vendidas como auténticas (a quien por desconocimiento o buena fe las acepta como tales) a precios diez o veinte veces mayor a como fueron adquiridos a las manos que los elaboraron.

GUELAGUETZA PIRATA

En su propia dimensión, eso es lo que está pasando con la Guelaguetza. Y es que no se trata de que otros estén copiando las expresiones culturales para luego venir a vendérnoslas como propias. Más bien, en este caso lo que está ocurriendo es que aquí mismo, los oaxaqueños estamos estimulando y aceptando la distorsión de un conjunto de expresiones en aras de privilegiar la atracción que, con bailes propios o inventados, los pueblos indígenas de Oaxaca generan en el turismo nacional e internacional que de todos modos viene a Oaxaca a gastar su dinero porque se le dice que los Lunes del Cerro siguen siendo la misma fiesta auténtica que fue hasta hace no tantos años.

En esto somos responsables todos. El gobierno estatal, como organizador monopólico de la fiesta, ha tenido como interés principal el buscar la forma de que la Guelaguetza atraiga a más turismo, y que la derrama económica que éste deja impacte positivamente en los sectores de la economía local que directa o indirectamente viven del turismo. El problema es que, en ese afán (que es loable) ha descuidado gravemente la necesidad de preservar las representaciones, y la estructura de la fiesta, lo más apegado posible a como fue ideado originalmente no como cuestión comercial, sino como expresión de la cultura y el folclor de la entidad.

Han sido también responsables aquellos que se dicen conocedores y estudiosos de esas expresiones pero que, siendo o no parte del Comité de Autenticidad de la celebración, han permitido la desnaturalización de la misma, y la inclusión de representaciones y bailes que inicialmente no eran propios de los Lunes del Cerro, o que en realidad no reflejan manifestaciones culturales propias y auténticas de las comunidades a las que dicen representar.

Y finalmente, somos responsables también los ciudadanos oaxaqueños que, a pesar de todo, no hemos sido capaces de manifestar nuestro rechazo a esa tendencia por desvirtuar a los Lunes del Cerro. Quizá atraídos por la tradición, o absorbidos por la euforia anual por la celebración, no hemos sido capaces de expresar el malestar que sí existe por la forma en cómo esa fiesta, que es de todos, ha sido adulterada y por cómo los afanes económicos han sido más poderosos que la necesidad de preservar la fiesta de la Guelaguetza.

Ojalá no terminemos teniendo una fiesta pirata. Pero si eso llega a ocurrir, lo peor que podríamos hacer es quejarnos de lo que ocurrió frente a nosotros, y no quisimos ver.

OTRA COPIA

Es dramático, pero fundamentalmente la Guelaguetza magisterial ha sido una copia de lo que ellos denominan como la Guelaguetza oficial. Ambas son muy parecidas. Y la Sección 22, que podría encabezar ese rescate necesario de nuestras tradiciones, en realidad, se dedica a competir con el gobierno. Cosa que sólo profundiza el daño y la pérdida de las tradiciones.

Foto: Gobierno del Estado de Oaxaca