eloriente.net

29/septiembre/2014

Por Adrián Ortiz Romero

Pregunta vigente: ¿Se recordará “otro” bicentenario?

Pocos la ubican como una fecha memorable en la historia nacional. Pero hoy 27 de septiembre se cumplen 193 años del episodio que marcó la consumación de la Independencia de México. En efecto, debería suponerse que éste fuera también un día de fiesta nacional, porque fue entonces que, como símbolo del surgimiento de la nueva nación, en 1821 entraron triunfantes a la Ciudad de México, en una marcha-desfile, los principales líderes del Ejército de las Tres Garantías, o Ejército Trigarante: Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero. Pero, ese es un episodio olvidado de la historia nacional.

En efecto, varias razones debían movernos a desenterrar esta fecha del panteón patrio. Primero, porque a diferencia de lo que ocurre en las tradiciones históricas de otros países, en México estamos acostumbrados a celebrar los comienzos, pero no los finales. Segundo, porque tal parece que al igual que muchas otras fechas significativas, la consumación de la Independencia parece estar olvidada voluntariamente, como parte de un “dolor patrio” que nos provocan ciertos personajes o episodios incómodos. Una tercera razón surge de lo trascendente que fue ese hecho para nuestro presente. No es común saber, por ejemplo, que de ese episodio de la historia nacional surgió un símbolo presente hasta nuestro tiempo: las características esenciales de la bandera nacional. Por eso, para comprenderlo, vale la pena ir por partes.

Un ejemplo claro de cómo, a diferencia de otros países, en México celebramos los comienzos y no los finales, es claramente el del inicio de las guerras de Independencia, en 1810, y de la Revolución Mexicana, ocurrida exactamente cien años después. Hace apenas cuatro años celebramos el bicentenario del comienzo de la gesta libertaria. Pero casi nadie se acuerda que el 27 de septiembre de 1821 ocurrió un episodio igualmente trascendental que hoy es subestimado.

Pongamos de ejemplo la historia de Estados Unidos de Norteamérica. En aquel país la máxima fiesta nacional se celebra el día 4 de julio de cada año, evocando el momento en que, en el año de 1776, los 56 congresistas estadounidenses —George Washington, Tomas Jefferson, Benjamin Franklin y John Adams, entre ellos— se reunieron para aprobar el acta de Independencia de los Estados Unidos, que Jefferson había redactado, luego de que dos días antes se resolviera declarar a las colonias inglesas en Norteamérica como estados libres y soberanos.

Aunque no fue ese el episodio final de su guerra independentista, ese fue el hecho que marcó el inicio de la nación norteamericana. Ellos celebran, por tanto, el punto determinante que dio forma a su nación, mientras que aquí evocamos un momento en que inició una lucha que era esencialmente amorfa e incierta, y que no daría frutos sino hasta 11 años después con el Plan de Iguala, los Tratados de Córdoba, el Abrazo de Acatempa y la entrada del Ejército de las Tres Garantías a la Ciudad de México.

Otro ejemplo elocuente de todo esto se encuentra en la celebración del inicio de la Revolución Mexicana. En la primaria nos enseñan que el entonces perseguido político, don Francisco Madero, a través del Plan de San Luis llamó a las fuerzas nacionales a la rebelión armada en contra del gobierno del general Porfirio Díaz, y que puso como fecha de inicio el 20 de noviembre de 1910. Lo que sigue siendo motivo de debate —y lo seguirá siendo, porque existe un desacuerdo unánime y justificado— es la fecha en que pudiera haber concluido esa lucha armada. Existen quienes, incluso, dicen que la Revolución, luego de casi cien años, todavía no termina.

¿EPISODIOS PARA OLVIDAR?

Quizá habría motivos para no evocar una fecha como la del 27 de septiembre y la consumación de la Independencia de México. Una razón poderosa, posiblemente, sería la participación determinante en este episodio de Agustín de Iturbide. Como bien lo sabemos, poco tiempo después este personaje —que siempre había estado apoyado por la Iglesia Católica—, decidió emprender la construcción de un orden político y jurídico reproduciendo la figura de una monarquía que, aunque constitucional, continuaba reflejando mucha de la parafernalia y distinción de clases, linajes y privilegios, que se pretendían desterrar del legado que había dejado España a la nación mexicana.

Todo esto puede ser trascendental. Porque si bien en el Ejército de las Tres Garantías participó Vicente Guerrero, ahí también fueron factores determinantes personajes como el antes mencionado Iturbide y Antonio López de Santa Anna, un militar que ya para entonces era importante en los logros bélicos de la nación, y que sería quien a la postre derrocaría a Iturbide del Primer Imperio Mexicano, iniciando así la composición política bajo el esquema de la división de poderes y la república representativa, democrática y federal.

Sin embargo, parece claro que sí deberíamos tener un poco más presente la fecha del 27 de septiembre. Como lo apuntamos líneas atrás, en la entrada del Ejército de las Tres Garantías, y las tres garantías mismas son las que representaron los colores de la bandera que hasta hoy nos da identidad como nación. Aunque muchas veces, de modo abominablemente erróneo, en la escuela primaria nos enseñan que los colores de la bandera, verde, blanco y rojo, significan “esperanza, unidad y la sangre que derramaron los héroes”, lo cierto es que los tres colores, respectivamente, representaron —y formalmente sigue siendo así— la independencia, la religión y la unión.

Es lamentable, por todo eso, que teniendo una historia tan vasta e ilustrativa de los descomunales esfuerzos que ha costado forjar el México en que hoy vivimos, existan lagunas tan amplias en la conciencia colectiva, y ciertos episodios sean sospechosa y deliberadamente dejados de lado de todo tipo de conmemoración. La de hoy seguro es uno de ellas. Quizá haya por ahí alguna ceremonia cívica aislada. Y nada más. ¿Celebraremos también de ello el bicentenario, dentro de siete años? Seguramente no.

AÑO DE PROBLEMAS

Sigue vigente la pregunta: ¿hay algo qué celebrar en realidad cuando muchas señales apuntan a que nuestra independencia quedó liquidada con varias de las reformas que están en puerta? Quizá habrá algo que decir cuando comencemos a ver los efectos de esas modificaciones que, sin embargo, ya son hechos consumados. Qué contradictoria nuestra historia y presente, y qué tiempos tan complejos —por eso— nos ha tocado vivir.

Foto: Archivo ELORIENTE.NET

Entradas relacionadas:

La autoridad, perdida: ¿qué más será tolerado?

La autoridad, perdida: ¿qué más será tolerado?

eloriente.net 26/septiembre/2014 Por Adrián Ortiz Romero Escalada de violencia; Oaxaca, un botón negro En otros estados del país se habla con preocupación de la incontenible violencia derivada de la criminalidad. Se dice que en casos como el de Michoacán, Nuevo León o Tamaulipas hay situaciones claras de Estado fallido a partir de que el gobierno […]

September 26, 2014

Conago: si dan la espalda a Oaxaca, pierden todos

Conago: si dan la espalda a Oaxaca, pierden todos

eloriente.net 22/septiembre/2014 Gobierno débil, sí… y eso puede pasar a cualquiera Por Adrián Ortiz Romero La Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago) estaría jugando con fuego si lo que pretende es impedir que el gobernador Gabino Cué asuma la presidencia de ese organismo. Las razones que hasta ahora se han filtrado a la prensa de la capital […]

September 22, 2014

CORTV: directivos hacen indeseable a TV oficial

CORTV: directivos hacen indeseable a TV oficial

eloriente.net 19/septiembre/2014 Por Adrián Ortiz Romero Demuestran su sometimiento e inconsciencia Durante el Desfile Cívico-Militar del 16 de septiembre en Oaxaca, la Corporación Oaxaqueña de Radio y Televisión (CORTV) decidió interrumpir la transmisión para evitar que aparecieran, en las pantallas de sus televidentes, imágenes de las protestas que realizan empleados y elementos de la Secretaría de […]

September 19, 2014