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Por: RFI/Lucile Gimberg

Desde el principio de la emergencia sanitaria a causa de la Covid-19 en México, el personal de salud ha denunciado sufrir agresiones físicas o verbales. Se producen en el transporte público, los supermercados, la calle o a la salida de los hospitales. Dos enfermeras incluso fueron rociadas con agua y cloro en Jalisco y Sinaloa, reporta la prensa local. RFI recogió el testimonio de dos enfermeros en Ciudad de México.

Mario Palafox es mexicano, tiene 34 años y trabaja en el servicio de urgencia de un hospital de la Delegación Itzapalapa en Ciudad de México. Como varios de sus colegas en las últimas semanas en México, ha sufrido discriminaciones por trabajar en contacto con pacientes de Covid-19.

El treintañero incluso fue agredido físicamente por un paciente infectado por el nuevo coronavirus y que no quería aislarse de su familia. «Se desesperó cuando le dije que no se podía ir, me escupió hacia el rostro y luego empezaron los golpes… Forcejeamos y finalmente, entre cinco personas, lo logramos sujetar a la cama», cuenta Mario.

Pocos días después, al pasar al supermercado después de su turno nocturno, el enfermero de urgencias vivió lo que muchos compañeros suyos ya le habían contado : el rechazo de la gente por el miedo a contagiarse.

«Como me presenté con el pantalón clínico y los zapatos, me miraron de pies a cabeza, se alejaron gradualmente de mí muchos metros, y para pagar mis compras me dieron un trato muy distinto», relata. «No es nada agradable porque en el trabajo usamos todo lo necesario para no contaminar y en la calle, créame, que contaminar y ser contaminados es lo que menos queremos», agrega.



Al pie del cañón

Una colega de Mario, médica en el servicio de medicina general, «recibió gritos y casi llegó a una agresión física cuando fue a pagar su tarjeta», reporta. «Es una persona que realmente está al pie del cañon… Qué lamentable recibir este trato, porque damos todo por ellos», dice Mario con dificultades para aguantar las lágrimas.

El enfermero lleva dos meses sin ver a su madre y a sus hermanos. Y durante esta emergencia sanitaria, se fue a vivir a otro lado para no contagiar a su esposa ni a su hijo de cuatro años. «Muchos compañeros del hospital decidimos aislarnos de nuestras familias. Es muy feo no poder abrazar a mi hijo, y no verlo sino en pantallas», confiesa.

«Estamos aquí por vocación, no pedimos ningun reconocimiento, pero sí somos seres humanos», añade.

Los buses no paran

Mario y sus colegas también tienen problemas para transportarse hacia el centro de salud a causa del temor de los demás a contagiarse.

«Al principio llevaba mi uniforme blanco para tomar el transporte público en la mañana, pero no me querían recoger», cuenta Anilu Ríos, enfermera en el mismo hospital de Itzapalapa. «Y cuando me subía, todos se alejaban… Entonces ahora me voy de civil». «Nuestro uniforme de enfermeros, ahora lo tenemos que esconder», asiente Mario.

Al principio de la epidemia, las discriminaciones se dieron incluso en el proprio hospital, en los departamentos donde no había pacientes de Covid-19. «Vaya gestos, formas de recibirte de mala ganas… No está padre que entre compañeros demuestren su falta de conocimiento y de profesionalismo en el trato», lamenta Mario. «Con la carga de trabajo que ya significa estar en urgencias, lidiar además con la no empatía de los compañeros, sí nos puso muy tristes», concluye.