Por: Omar Alejandro Ángel
Afuera llueve, cariño.
Ya no hay café.
Aún así, el insomnio me acompaña
a recordarte. Todo es oscuro, lindura.
El eco proyecta a pedazos tu piel. Hay, en
cambio, goteos sin cesar, platos sucios
y un “tic-tac” que te recuerdan, relajantes.
Dentro, busco el por qué.
Ya no hay café, cariño.
Estás tan lejos. ¿Recuerdas la “mezcla de la (nuestra) casa”?
Tomábamos, de a poquitos, los restos
de las distintas bolsas en la alacena:
Oaxaca, Chiapas, Veracruz, incluso D.F.
-ese que decías sabe a mierda- eran tan sólo
unos pocos ingredientes. Ya no hay café, cariño.
Nuestra vida era tan simple, tan bella.
Corríamos al perro de la cama y
en su lugar, mimábamos al gato. Pobre can.
Agazapado, sobre la alfombra, suplicaba
con esos ojos tiernos, nos apiadáramos de
su alma. Estoy a punto de beber té, de beberte.
¿Recuerdas? -El negro es mejor, será lo más próximo
al café- decías. Y nunca, nunca, bebiste
una sola taza.
Preferías la sed.
Ya no hay café, cariño.
Hace poco saliste, recuerdo bien, diciendo
que ibas por galletas y no sé qué. Saliste
tan rápido ¿recuerdas?, que dudo me
escucharas susurrar:
ya no hay café, cariño.
Con lluvia, marzo 2013.
Foto: GonzaloMMD, Algunos derechos reservados.