Por: Omar Alejandro Ángel

Te mataré mañana cuando la luna salga


y el primer somormujo me diga su palabra.

Leopoldo María Panero

 

A Ella.

En ocasiones soy un loco, otras veces (no tantas como desearía), melómano; últimamente, pagano. Ahora —y he aquí el reclamo de tu atención, querido lector— soy ladrón. Sí, un amante de lo inalcanzable. Sin embargo, —y he aquí el reclamo de tu benevolencia, afable lector— mi delito tiene justificación, la más noble de todas; tan seguro estoy de ello que, luego de hacerte testigo de mi crimen, seré tu héroe. Sin más y con toda astucia, mi delito:

 

21 de mayo:

Hoy me siento (soy) loco.

Caminas. Frente a la acera donde estoy sentado, con un vestido blanco, insultas mis pupilas. ¡Qué digo pupilas! Insultas la belleza, resultas ofensivamente bella. Perfecta. Sin prisa, sin dirección, sin destino: flotas con el viento. La cuadra era corta, das la vuelta y desapareces a los pocos minutos. Ahora comprendo, el tiempo es cualitativo, no cuantitativo.

Te vas. Te fuiste.

Yo, loco, sentado sin nada que hacer, esperando a nada, como siempre: contemplando. Imagino tu vida, tus hábitos, dónde y con quién vives, por qué pasas por aquí, frente a mi. ¿A dónde vas? ¡Hey! ¡Tú! ¡Voltea!

Es bello imaginar, me entretiene. El loco yerra, pero no miente; además, tiene la peligrosa manía de decir la verdad. ¿Nuestra verdad, preguntas? que la noche llega y continúo imaginando.

Cansado, entro a casa.

Te he visto

grito grito grito grito grito grito grito grito

hermosa hermosa hermosa hermosa hermosa

grito grito grito grito grito grito grito grito

hermosa hermosa hermosa hermosa hermosa

grito grito grito grito grito grito grito grito

hermosa hermosa hermosa hermosa hermosa

grito grito grito grito grito grito grito grito

                                                                                                             Te fuiste                                         No estás.

Simpático, nos sonrío.

Cama.

 

27 de julio (y varios):

Hello, I love you. Won’t you tell me your name?

Desperté, supongo que de ayer. Escribo. El loco se ha ido, analizo cuerdamente lo hasta ahora vivido. Una extraña emoción y alegría me acompañaron (acompañan) desde hoy y se quedarán varios días. Desconozco qué fue (es), pero ocurrió (ocurre) así: sin saber por qué, corrí (corro) a sentarme, a esperar que pasaras para poder contemplarte y volver a imaginar. Don’t be cruel. Los minutos se hacían (hacen) horas, las horas días, los días eternidades y no volvías (vuelves). I need your love. Por fortuna, en algún momento la paciencia venció (vence) al tiempo y la espera dio (da) su recompensa: caminabas dancing queen frente a mi una vez más. Era (es) nuestro momento, aunque no lo supieras (sepas). Con sólo verte pasar sentía (siento) cómo me quedaba (quedo) con algo de ti. Era (soy) fugazmente feliz. La cuadra era (es) corta, diste (das) la vuelta y desapareciste (desapareces) a los pocos minutos.

No sirve llorar, no me hará cambiar…

Cansado, entro a casa.

Fin de música.            Cama.

30 de agosto:

¡Maldita espera! San Antonio de cabeza y no vuelves. Nuevamente los minutos se hacen horas, las horas días, los días eternidades y no vuelves. No verte me mata. (Tic-tac, tic-tac, “click”, “click”…) ¡Aleluya! ¡Alá habita esta casa! Has vuelto. Flotando, frente a mí, con tus cabellos acariciando el viento. Te veo desde lejos y quiero acercarme más, decirte algo al oído, quedarme con algo tuyo y tú con algo mío. Cada vez quiero más, más, más… La cuadra es corta, das la vuelta.

Desapareces.

Te imaginaré. Como buen poeta, seré un pequeño Dios, te crearé.

 

Algún día:

Esta monotonía comienza a enfadarme; sin embargo, si me enfado, pierdo. Astutamente, entro a casa, me tiro sobre la cama.

Duermo. Comienzo a soñar… contigo.

 

HOY:

Salgo de casa a sentarme en la acera. Te veo, —Que bella eres— pienso.  Resulta preciso —necesario— quitarte algo y hacerlo mío, incluso si eso me convierte en un ladrón.

El mismo frenesí que me hacía esperarte me motivó a, súbitamente, levantarme de donde estaba, atravesar la calle sin siquiera voltear para asegurarme que era prudente cruzar, volar hacia ti y al alcanzarte, tomarte por la espalda, voltearte.

Frente a frente, sin tiempo, sin espacio, sin nada, sin nosotros mismos. Qué bella eres.

Sin pensarlo, acaricio tu nuca.                                  Te he robado.