Por: Juan Pablo Vasconcelos

No debe culpárseles. Hace tiempo que es conocida la buena costumbre de no juzgar a nadie. En cualquier caso, su falta de orgullo por este país tiene sus razones y las explican con meridiana claridad: la corrupción, la desigualdad y la pobreza, la violencia generada por el narcotráfico. Por ello, 3 de cada 10 ciudadanos de la capital de Oaxaca NO se encuentra orgullosa de México, de acuerdo a un sondeo reciente de la empresa Conceptos Marketing.*

Bien visto, la clase de razones que mencionan han ido permeando la realidad, la han hecho la realidad de cada día. Por eso, el país es lo que parece. Y los ciudadanos no tenemos más remedio que creer en lo que vemos, siguiendo la tradición de Tomás.

De hecho, en ‘lo que vemos’ está la clave porque ¿hace cuánto que el valor de la historia del país está extraviado? ¿Cuándo fue la última vez que la pedagogía de la identidad nacional fue revisada? Quiero decir, ¿cómo está infundiéndose el sentimiento nacional en las generaciones más jóvenes? ¿Cuáles son los méritos del país como para que sus ciudadanos se sientan orgullosos del mismo?

Hace tiempo, y esto puede ser políticamente incorrecto, que el país (nosotros) dejó de dar o al menos de demostrar los motivos para que sus hijos se sientan orgullosos de él. Porque sus hijos tienen necesidades concretas y México no las está resolviendo equitativa, equilibrada y pacíficamente. Por ello, es natural que la rebeldía despierte.

La demagogia y el discurso patriótico han dejado de ser suficientes para unirnos. Ahora se necesita rencontrar un ideario, un inventario de razones suficientes, actuales y poderosamente persuasivas por lo efectivas, que expliquen y hagan resonancia en los ciudadanos, y que les devuelva la certeza de que hay fundamento para estar juntos, trabajar juntos, lograr causas comunes.

En ello, los americanos son maestros. Hace décadas definieron una visión, ‘un sueño’ como ellos gustan llamarlo. Y al pasar de los siglos lo han edificado y defendido a tal grado que aún hoy ese sueño es, por ejemplo, el corazón de los discursos de campaña presidencial y de las proclamas en las pancartas de los mítines.

Es tan actual que es la justificante para que sus tropas estén peleando por la libertad y la democracia no sólo en su territorio, sino en países lejanísimos, arriesgando la vida por un pueblo distinto, dejando solitarias a sus familias en pos de las de otros. ¿Que no lo hacen por la libertad sino por el petróleo? Eso no importa para efectos nacionales. El sueño importa.

Esta es la pregunta cuestión para México: ¿Cuál es nuestro sueño? ¿Tenemos alguno? ¿Es el mismo para todos? En el fondo, su ausencia puede ser la razón de la desesperanza y de una buena parte de las dificultades que vivimos. ¿Quién puede vivir sin ilusiones?

Foto: Esparta, Algunos derechos reservados. 

*Este estudio de Conceptos fue consultado en la página www.eloriente.net