Hace unos días me encontré esa caja y estuve leyendo las cartas, tratando de recordar lo que yo escribí según las respuestas. Ya en Guadalajara cuando tenía 14 o 15 años, Cristina, mi primer amor, se fue a estudiar un año a Boston y continué con mi ejercicio de escribirle y pasar por la oficina postal de la colonia Providencia, casi a diario, a echar cartas al buzón o a recoger algún paquete. Compraba con el sistema COD cualquier cosa que anunciaran en las revistas: libros, aparatos para hacer ejercicio, hasta una rubia y sensual muñeca inflable que me acompañó en mis años de pubertad. La pobre, de día dormía bajo mi cama, según yo era el lugar más seguro para que no la encontrara mi madre o la señora del servicio. La dejaba ahí como si nadie la pudiera encontrar, pues debajo de la cama hay un universo al que los niños y a veces los no tan niños, por miedo no nos aventuramos a explorar, ahora creo que hasta mis hermanos probaron sus suertes amatorias con ella. Una noche en mis delirios calenturientos le reventé una nalga, desvaneciéndose su amor en mis brazos a mitad del clímax. Después se le pinchó una teta o me quedé con un pezón en la boca, no recuerdo bien. La desafortunada muñeca terminó subastada en mi salón de tercero de secundaria entre mis amigos íntimos, parchada con cinta adhesiva blanca de la que usaba mi padre en su consultorio para asegurar vendajes.
Ya en los noventa tuve un cerrado intercambio de ideas con Enrique Rivera, un amigo de La Habana que era muy cauto para escribir, con Celine Daniz, una canadiense que fue un fugaz amor de verano y con Monna Gilldes, actriz y vedette de teatro de carpa en la Francia de la postguerra. A ella la conocí apenas hace un par de años, en un viaje de huida a Niza. Era una vieja elegante que ya rebasaba los ochenta. Ahora con el correo electrónico, el cual me resistí durante mucho tiempo a usar porque siempre he sido muy bruto para la tecnología, pareciera que el mundo se ha achicado tanto que ya el cartero no me trae buenas nuevas, sólo cobros del teléfono, gas y tarjetas de crédito.
Fotografía en contexto original