Por: Adriana Vasconcelos

En la última semana los oaxaqueños hemos centrado nuestra atención en uno de los principales conflictos políticos en el Estado; esto me hizo reflexionar sobre cómo podemos orientar la acción para contribuir a la solución. En esa búsqueda me reencontré con las palabras tequio y guelaguetza, y la expresión “cariño”…

Pero ustedes se preguntarán: ¿Cuál es el punto de unión?

Pues bien, en ningún momento pretendo encontrar el hilo negro para encauzar la problemática, principalmente política, que acontece en la entidad, en sí, estas palabras me llevaron a una especie de “catarsis social”.

Lo llamé de esta forma porque al observar los hechos y las reacciones ante lo acontecido entre habitantes de San Pablo Villa de Mitla y profesores de la Sección 22 me fue inevitable tratar de encontrar un contrapeso a través de una respuesta proveniente de la misma sociedad.

Comienzo por precisar que para mí la violencia nunca será el camino, pero lamentablemente, y aunque parezca ilógico, el diálogo tampoco lo ha sido por estas tierras, debido a que la realidad es mucho más compleja que las mesas de diálogo, hay demasiados intereses y varios sistemas ejercen presión sobre un mismo conflicto.

Entonces ¿Esa será nuestra perpetua realidad? ¿Los oaxaqueños realmente “enredamos hasta el quesillo”? Yo creo que no, considero que es hora de recordar lo que somos, lo que está en nuestra cultura, no porque esto sea el remedio, sino porque necesitamos retomar los principios básicos de convivencia. Por tal motivo, en esta reflexión retome tres conceptos que me parecen importantes y que describo a continuación:

Guelaguetza: Concepción de solidaridad con el otro; apoyo y futura retribución del mismo bajo un esquema de equidad y sin ningún otro afán que la cooperación para un objetivo compartido.

Tequio: Hace referencia al trabajo en equipo, sin retribución económica, pero cuyo fin es contribuir al beneficio social; por ejemplo en la reparación de espacios públicos.

Cariño: En la mayoría de los casos es un presente que consiste en comida (pan, chocolate, mole, tortillas, etc.); traduciéndose en “dar lo mejor que se tiene, a pesar de las carencias”.

Por tal motivo, si observamos lo que acontece día a día en éste convulsionado estado, erosionado por la pobreza y la marginación y, además campo de experimentación política, el reto es grande, no solo para las personas que ocupan temporalmente los cargos y representan al “Gobierno”, para los líderes sociales y sindicales, sino para cada uno de los que habitamos aquí.

Finalmente, solamente resta llamar a la congruencia para que los directamente involucrados se den cuenta del real hartazgo de la sociedad oaxaqueña y evitemos hechos que podamos lamentar.