eloriente.net

5/septiembre/2014

Parecería a primera vista que no es mucha la diferencia cuando sentimos deseos de hacer o tener algo y cuando nos damos a la intención de ir por ello, sin embargo son dos partes completamente diferentes las que intervienen en la consecución de cualquiera de las dos metas.

El deseo es algo un tanto mas trivial, incluso pasajero, se encuentra alimentado más por nuestras emociones e impulsos incluso inconscientes, de ahí algunas de las claves de la mercadotecnia que manipulan nuestros arcaicos patrones reptilianos para lograr posicionar algo en nuestras mentes y convertirlo en necesidad.

La intención por el contrario es algo sumamente profundo, es prácticamente un anhelo del alma, es algo perfectamente consensado y claro en nuestro consciente y que tenemos la convicción de querer lograr.

Día a día, tenemos deseos, deseo de un helado, de unos zapatos, hasta de un coche y no hay nada de malo en ello, simplemente hay que educar a nuestro ser a vivir más desde intenciones conscientes que desde antojos pasajeros e intrascendentes.

Una intención es algo con lo que amaneces cada día, que lo recuerdas en diferentes momentos y que al finalizar nuestra jornada sigue ahí presente porque implica un bien mayor tanto para mi como para los que coexisten en mi vida.

Una intención es una cuestión que si no resuelvo no me permitirá estar sereno y en paz, no es un problema, no tiene una connotación negativa, pero sí es algo que concentra todo mi ser y me motiva para conseguirlo y mejorar mi existencia a todos sus niveles.

Una intención es una directriz de vida, es lo que rige mi pensamiento y a lo que se dedica mi esfuerzo para lograr un estado de plenitud de ser.

Es lo que nutre y da sentido a mi existencia para elevar mis pensamientos y despertar mi creatividad para crear la mejor versión que yo pueda de mi persona.

Siempre que algo capte tu atención, pregúntate y reflexiona si es algo que llama a tus sentidos o si es algo que corresponde a la parte profunda y consciente de ti.

Antes de decidir actuar, habla contigo y hazte la siguiente pregunta: ¿Para qué quiero esto que quiero? ¿Qué parte de mí lo necesita?

Recuerda… Las cosas que tú ves cambian, cuando tú cambias la forma en que ves las cosas.

Hasta la próxima.

Foto: David Goehring – Algunos derechos reservados



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