eloriente.net

22/septiembre/2014

Por Oswaldo García Criollo

Esta es una figura de la política mexicana poco estudiada. Sin embargo, en otros países como España, para no ir más lejos, han sido puestos que aparecen en la legislación y que por lo tanto tienen validez legal. En pocas palabras un «ministro sin cartera» es un funcionario nombrado por el jefe de gobierno y/o de estado que sin tener una función determinada en la ley, tiene el rango y las mismas prerrogativas que los ministros o secretarios de estado. Los ministros sin cartera pueden tener alguna función especial y solo le rinden cuentas al jefe de gobierno y/o estado.

Pero en países como México, donde no existe esta figura jurídica, los ministros sin cartera existen y cumplen una función oficiosa. Por regla general son puestos al margen de la ley. También se dan casos de «ministros» que tienen un cargo oficial inferior, pero en la práctica son tan importantes como los ministros formales.

Un caso que se me viene a la mente es el del Secretario Particular del ex presidente Adolfo López Mateos, cuya cercanía y confianza con su jefe le hizo detentar un poder mayor que el de algunos secretarios de estado. Se habla además en este caso de sus constantes desavenencias con el entonces Secretario de Gobernación, Gustavo Díaz Ordaz, al que no le gustaba la intromisión de otras gentes en sus funciones por muy cercano que lo fuera del Presidente de la República. La enfermedad de Don Adolfo que padeció de aneurisma facilitó que su secretario particular ejerciera ese gran poder político.

En la época del ex presidente Miguel Alemán se da el caso del Coronel Carlos I. Serrano que teniendo un puesto de tercer nivel en la jerarquía administrativa, su cercanía y amistad con el ex presidente lo hacía muy poderoso y capaz de influir en las decisiones públicas de alto nivel. Incluso hizo tratos con la mafia neoyorkina.

También hay “ministros sin cartera” oficiosos que no tienen ningún puesto público, pero que por debajo de la mesa son capaces de ejercer un poder significativo. Este esquema se presta sobre todo en el área de los negocios. Se decía por ejemplo, en la época de varios ex presidentes y gobernadores, que amigos y familiares cercanos eran la mejor manera de acceder a contratos de obras y servicios y estos hacían las gestiones con los responsables de esas áreas de gobierno, muchas veces sin que se enteraran arriba.

En otros casos la esposa o las amantes son la fuente de ese ministerio sin cartera. Se dice por ejemplo de las esposas de ex presidentes recientes que lo mismo intervinieron en el nombramiento de funcionarios que favorecieron negocios en el sector público. O aun mas, los hijos y compadres que por su relación con el titular del poder pueden decidir acciones de gobierno sin ninguna responsabilidad legal.

También están los llamados padrinos. Esto es personajes poderosos que lograron para sus «ahijados» tal o cual puesto de alto nivel y por ese servicio cobran favores de todo tipo. Este fenómeno se da en el caso de gobernadores, senadores y diputados, que son los puestos más susceptibles de ese padrinazgo. Sin embargo, también se da en el caso de los Tesoreros, los titulares de Obras Públicas y otros puestos, donde el manejo presupuestal es la motivación principal.

En países con fallas en el «estado de derecho» y signos claros y frecuentes de corrupción, tráfico de influencias y manejo de información privilegiada es en los que se da con mayor frecuencia la figura del “ministro sin cartera”. Siempre existirá el riesgo de que les apliquen la ley, pero sin presión ciudadana o de los medios, estas prácticas seguirán dándose.

Indudablemente, para que un «ministro sin cartera» funcione y dure se requiere habilidad, una buena dosis de cinismo y tener un caparazón para aguantar el golpeteo político y mediático. Pero basta con estar poco tiempo en esa posición para que el esfuerzo reditúe económicamente y se resuelvan de por vida las necesidades personales y familiares. Algunos se pueden identificar fácilmente, porque hacen ostentación de su riqueza e influencia política. Pero por regla general prefieren actuar en “las sombras” e ignoran los reflectores. Por desgracia no hay gobierno que no los tenga, a veces pienso que son un mal necesario pero no es así, son distorsiones y abusos en el ejercicio del poder público y deben combatirse. En México abundan.

Comentarios: mardefondo.ogc@gmail.com

Imagen: Archivo ELORIENTE.NET

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