eloriente.net/Editorial
1 de julio de 2015
El reproche es político y ético. Las diputadas y diputados de Oaxaca no lograron responder en los hechos a la exigencia que por múltiples medios le hizo llegar la ciudadanía, incluyendo los resultados electorales del pasado 7 de junio, en el sentido de que los nuestros ya no son tiempos de reformas acordadas en cúpulas, reformas verticales, reformas con imagen de pirámide invertida.
Pero fue imposible hacer que ese mensaje se comprendiera a cabalidad en la Legislatura de Oaxaca, y anoche, se aprobó una serie de reformas legales en materia política y electoral que sucumbieron al viejo estilo de hacer política, que privilegia el sigilo, que negocia en el misterio.
Hasta la hora que este texto se publica, todavía existe la duda: ¿Todas y todos los diputados conocían el texto íntegro de las reformas que aprobaron? Es más, ¿Las conocen a cabalidad ahora que han pasado poco más de 12 horas desde su votación?
Sin embargo, como en las historias donde una gota de mar contiene el océano entero, vale suponer la conclusión más grave: si no hay la certeza de que todos en el recinto supieran el contenido de la reforma, ¿cuál es la esperanza de que el resto de las oaxaqueñas y oaxaqueños tuvieran alguna participación, opinión, postura, intervención, objeción, vínculo, mandato, al respecto?
Lo reprobable radica precisamente en que una Reforma Política en nuestro tiempo requiere de una Reforma de la Política. Es decir, que los legisladores —con sus honrosas excepciones— tienen la idea de que el voto que ostentan es personal, que les pertenece a ellos, que es una cosa ganada sobre la cual pueden decidir solo respondiendo a los sentires, pasiones y convicciones individuales.
No es así. El sentido del Congreso —vaya sentido común— es la representación. Y en este caso, como en otros, el sentido de la representación está obsesionado en proyectos políticos que nada tienen que ver con la opinión popular.
Entonces, la Reforma Política aprobada ayer entroniza la falta de trasparencia en el quehacer legislativo, consolida la falta de diálogo entre la ciudadanía y los legisladores, y quiebra la legitimidad de un órgano de representación que poco representa o que representa a pocos.
direcciongeneral@eloriente.net
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