eloriente.net

7 de febrero de 2017

Por Juan Pablo Vasconcelos

@JPVmx

 

“En 2032, Oaxaca cumplirá 500 años de haber sido elevada al rango de Ciudad.

Un privilegio mayor para este espacio que nos reúne y, sobre todo para nosotros, las personas que gastamos la vida en sus dominios.

¿Cómo celebraremos este honor?”.

Llegaremos a 2032 con un equipaje de grandes dimensiones. Quizá por eso las personas que nacimos aquí nos podemos tachar de todo entre nosotros, pero no de que seamos unos improvisados o de que nos haga falta una herencia grande, vasta, una cultura de raíces profundas.

Un equipaje. Está bien este lugar común para dibujar con claridad la carga que llevamos con nosotros a cualquier rumbo.

El pasado se ha encargado de irnos llenando las valijas de proezas, obras y milagros, guerras, discordias, victorias y fracasos.

Como cualquier tiempo que se ha ido, tiene sus sinsabores y sus refrescantes episodios pero, para llegar al punto donde nos encontramos —en que tú me lees en esta página y en este preciso momento de la historia—, debieron pasar las cosas justo como acontecieron, sin media coma de más ni puntos suspensivos de menos.

La vida, me decía un amigo hace algunos años, en efecto es como un libro: apasionante o sutil, con paisajes insondables y palabras, con personajes espléndidos y hasta con villanos de antología.

Sin embargo, la vida y el libro tienen una diferencia sustancial. Al segundo se le puede leer de principio a fin, o de fin a principio, o abrirlo en la página 77 y husmear por sus episodios, salteando, tanteando. Pero no sucede lo mismo con la vida. En ella, solamente puedes ver la página presente, la página que tienes abierta.

Por eso, nosotros los habitantes de esta ciudad somos los personajes de esta página. De la página abierta.

Y traemos antes nuestro, una historia avanzada.

¿En qué va? ¿En qué parte de la fábula vamos? ¿Qué sucesos han sido los relevantes para llegar hasta aquí? ¿Cuáles fueron las encrucijadas o, para decirlo en sus términos, cuáles las vueltas de tuerca, los puntos de quiebre, los momentos decisivos?

Nadie puede saberlo del todo. La historia está incompleta.

Mientras no haya un punto final, el resto son interpretaciones, aproximaciones, apuntes. Como en cualquier trama inconclusa, uno nunca puede estar seguro de nada, únicamente de que la historia ha de continuar.

Sin embargo, hay atisbos indudables. Las obras maestras de nuestro patrimonio cultural e histórico, por ejemplo. Muchas de ellas, verdaderas cumbres del genio, la técnica y el pensamiento humano.

No es casual que expertos internacionales hayan sumado a nuestro Centro Histórico a la Lista del Patrimonio Mundial, por su carácter excepcional. Carácter que por cierto no surgió de la nada, ni apareció de pronto, ni fue puesto allí solo por extranjeros o extraños.

El patrimonio cultural fue hecho por personas como nosotros.

Personajes de la historia de nuestro pueblo que iban en su página correspondiente. Hombres y mujeres que seguramente se sobrepusieron a carencias, pobreza, explotación, disensos, pasiones, y otros aspectos humanos y sociales de su época, distintos a los nuestros solo en tiempo, pero no en condición.

Pues en el fondo, escribimos el mismo libro.

Si fueron ellos (o nosotros) capaces de construir esa obra excepcional, ¿por qué no pensar en que esas habilidades o alcances nos vienen en las valijas, sobre nuestras espaldas, enclavadas en el don creativo que nos caracteriza o en las venas o donde sea que se guarden esos registros de otros capítulos anteriores de nuestra propia historia?

Así respondo comúnmente cuando alguien me pregunta sobre las personas que habitamos esta tierra: le muestro una imagen de nuestras obras.

Aunque también le llevo a recorrer los sonidos de compositores ancestrales o contemporáneos, a probar el maíz, a escuchar la sabiduría de los viejos.

Yo no tengo duda, y nadie en su sano juicio debería tenerla, de que Oaxaca es un pueblo excepcional y extraordinario. Ya puse sobre la mesa algunas pruebas. Pruebas irrefutables.

Seguramente a ti ya te vienen más a la mente, porque en tu memoria hay más raíces y afluentes, aunque también es verdad que las tuyas y las míos desembocan en este momento, en que lees estas palabras y yo te imagino posando tu mirada en estas líneas.

 

Raíces y afluentes que desembocan en el presente, como en un mar recién descubierto.

Y aquí estamos. En el mar recién descubierto de la página que nos corresponde.

Por eso me gusta pensar en el 2032, cuando la Ciudad de Oaxaca cumplirá 500 años. Porque así reconocemos los capítulos anteriores y el pasado, pero también el futuro que tenemos por delante.

Pensar en 2032 es, a un mismo tiempo, pensar en nuestra historia y en nuestro porvenir.

Así, nos convertimos en personajes de esta fabulosa narrativa de Oaxaca, con el equipaje de nuestra historia en mano pero, también, nos convertimos en coautores de la misma, en realizadores indudables de las páginas que siguen.

 

Que comiencen las preguntas que todo autor se hace antes de acometer la página en blanco. ¿Sobre qué tema escribiré? ¿Dónde están mis emociones? ¿Qué sucesos me sirven para contar lo que deseo? ¿Cómo serán los personajes que surgirán de pronto como héroes? ¿Hacia qué aventura hemos de convencerlos a afrontar y cuáles serán los obstáculos a derribar?

Llegó el momento de pensarnos como coautores de esta página de Oaxaca hacia el 2032.

Llegó el momento de asumirnos juntos en la aventura de los 500 años.

Catedral de Oaxaca por José María Velasco - commons.wikimedia.org

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