eloriente.net

21 de agosto de 2017

Por Juan Pablo Vasconcelos

@JPVmx

 

“Se presentaron dos obras en la ciudad que vale la pena perseguir.

‘Refugio para la noche’ de María Teresa González, y ‘@xaca 2006’, de Felipe Ortega. Ambas, de autores nacidos en Oaxaca, imaginarios editados en la independencia”.

 

Feiipe Ortega

Conocí a Felipe Ortega hablando de Rulfo y con guitarra a cuestas. Ahora que me ha invitado a presentar su novela (@xaca 2006. La feliz inconsciencia de dar…), ni la guitarra ha cambiado ni tampoco ese estilo personal de decir, entre hosco y amable, entre generoso y reticente, tal como aparece Rulfo en las entrevistas televisivas que aún se conservan.

La novela no se parece a ninguno de estos aspectos. De hecho, el texto no tiene un narrador, a la manera cuasi generalizada del género, sino se va contando a través de correos electrónicos entre personajes que vivieron uno de los conflictos más significativos para la historia de Oaxaca.

2006 nos cambió la vida. Lo hizo, porque difuminó los límites sociales. Desde entonces, uno no sabe bien a bien dónde termina la autoridad y donde comienza el enemigo; donde hay una organización defensora de derechos y donde hay solamente un grupo de extorsionadores; qué es lo correcto y qué es lo legal.

Porque aquel conflicto difuminó o modificó los límites, el marco de referencia tradicional de Oaxaca, entonces también nos lanzó en la búsqueda de nuevos hábitos y acuerdos, los cuales —mucho me temo—, no hemos podido construir todavía.

De allí que la confusión aparezca en la primera oportunidad; surjan líderes de opinión hechizos y oportunistas; ganen elecciones personas sin escrúpulos pero que conocen la forma práctica para hacerse de la mayoría en las urnas; continuemos sin elaborar un gran pacto —formal e informal— de convivencia y recuperar así las garantías de una convivencia armónica.

Poco de esto mencioné en la presentación, pero lo hago ahora, pues le debemos agradecer a Ortega la oportunidad de abordar de nueva cuenta aquel pasaje oaxaqueño, no desde la polarización, el apasionamiento o la radicalidad, sino desde la experiencia. Sólo así vamos a concluir enseñanzas y haremos de lo acontecido una forma de aprendizaje.

La novela nos interna de nueva cuenta en la trama de aquellos días, sus ruidos, explosiones y cotidianidad. Sus personajes existen. A veces nos los encontramos en las calles del Centro Histórico. Por ello, es una obra viva, en el sentido más amplio de la palabra. Inclusive, quizá sin proponérselo, suma a la historia inacabada del conflicto.

De alguna forma, es una invitación a revisitar la experiencia de la comunidad y construir una ficción, más historias, entorno a la vida oaxaqueña del siglo XXI, desde la literatura y no solo desde la ciencia política o el periodismo. Con más aire, tiempo, profundidad humana.

Felipe ortega canacope

María Teresa González Osorio

Algunas líneas del poema Transformación: “Poco a poco me convertí/ en una mezcla de desdén y desconfianza./ Entendí muy pronto el mundo de los Gigantes,/ de los que me quieren pero luego se van./De los que me amaban pero ya no volvían./ De las verdades ocultas y los secretos guardados,/De las mentiras calladas, de los mensajes confusos./De los que me decían “No digas quién eres”./ Y aprendí así a no ser”.

Seguramente, otras lecturas atentas de este libro podrían localizar el corazón del poemario en algún otro poema. Para mí, ésta última línea resume la intención poética de los textos de ‘Refugio para la noche’.

Desde Impermanencia —el primer poema del libro— hasta el último, se tiene la sensación de estar siempre caminando sobre lo inefable, lo huidizo, lo ausente. Por eso no es casual que sea justo esa palabra, Impermanencia, la que inaugure el viaje al que nos invita Marytere González. Un viaje que nunca es, sino que no es. Es decir, que escribe anécdotas que nunca han sido; trata de personas que ya no están o que nunca estuvieron; añoranzas, ausencias, diálogos internos, recuerdos.

Lo que es más, la felicidad más vívida, como sucede en el poema Decisión, describe no una felicidad que se realiza en el presente, sino de una determinación por construir una dicha futura, una esperanza.

Por eso, caminar entre los versos de María Teresa es andar sobre una plataforma de redes frágiles que en cualquier momento se deshilan bajo nuestros pies.

Nos enfrentamos consistentemente a una sensación de fragilidad, que en ningún momento da tregua. En este sentido, el poemario es redondo. Es una poética “de lo que no está”, producto quizá de esa declaración profundísima que ya señalaba líneas arriba: “aprendí a no ser”.

Y en este sentido, el poema Cuarto Oscuro, continúa dando estas señales, estas pistas interiores de la poética de González Osorio: “Toda vida como una casa/ tiene siempre un cuarto oscuro”.

La autora nos invita a indagar en su cuarto oscuro donde nada es porque, apenas cuando se revela, se oscurece. No es raro, a lo largo de las páginas, que este juego de dualidades consista en abrir expectativas y cerrarlas casi de inmediato. Como si la escritora supiera que en la vida cada momento siempre es, al menos, dos momentos: jubiloso y aterrador, liberador pero apremiante, memoria inexacta, olvido añorado.

Sin embargo, la autora se sirve de un mérito incuestionable para que estos asuntos resulten comprensibles y entrañables: construye una atmósfera nítida, precisa, lo cual le facilita al lector hallazgos y nítidas imágenes.

“Yo no lloraba/ yo reía, bailaba y cantaba/ en todos los rincones de la casa,/ pero un mal día me confinaron en las/ paredes de la cocina y nunca más volví/ a escuchar la voz ni la risa de la niña de diez años,/ la cebolla se puso a llorar y desde entonces hace más/ de setenta años, en el que dos veces al día lloro con ella”.

La atmósfera, los objetos del poema, aportan todos una muy bien lograda metáfora de la emoción que la poeta pretende transmitir con sus líneas.

Y finalmente, este uso de las atmósferas y esta intención poética claras, conducen a la sencillez del lenguaje y a que estos poemas puedan compartirse con facilidad y empatía. Tan es así, que una buena cantidad de estos textos resulten y puedan leerse como canciones.

La poeta lo nota, trabaja en esa clave, y por ello es que inclusive comparte a lo largo del libro insinuaciones de canciones, ritmos, siempre en la añoranza de una clave musical iberoamericana. Tuve, en no pocos momentos del libro, la sensación de estar leyendo la letra de algún compositor de boleros o de algún trovador, principalmente en 5 o 6 poemas de mensaje social.

Por todo, María Teresa González ha dado a luz un libro bien trabajado —el término “dar a luz” alude sin duda uno de los poemas de la autora, cuando señala: “Uno se maravilla de haber dado a luz un sueño”. Un libro de innegable valor humano y de afortunados pasajes literarios.

Marytere Gonzalez

Eclipse

Hoy, a las 13:30 horas en Oaxaca tendremos una pequeña noche de tres minutos. Quizá los libros de María Teresa y Felipe sean buena compañía. También los brazos de la familia o el hombro de los compañeros de trabajo. Los eclipses se esperan en grupo, como en las antiguas civilizaciones.

A esa hora, puedes enviarme tus comentarios a @JPVmx, mi cuenta de twitter. Disfrutemos el mundo.

 

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