Foto: Juan Rulfo. Columna Vania Rizo

La Columna semanal de Vania Rizo: (www.eloriente.net, México, a 10 de noviembre de 2017).- Hace un par de días, el querido Joselo Rangel, dijo algo fuerte e importante, vital: “estoy en esta vida para conocerme”. Y sobre esa idea vinieron a mí varias imágenes, de momentos que te hicieron pensar que no eres suficiente y que estarías mejor en otra piel.

Porque muchas veces la inseguridad, la banalidad y el narcicismo pueden atrapar tu mente como un mezclador de cócteles. Pero es precisamente ese mix de ingredientes los que te pueden mover al interminable mundo del autoconocimiento.

La exploración constante de cielos, de situaciones diversas en la que nos involucramos, son oportunidades para poder dar con significados esenciales, que conducen a la riqueza del “conocerse”, colocándose en el mundo pero sin mediocridad.

Tantas veces y tantas personas, han vivido ese pequeño espacio en el que apenas si puede respirar, cuando se está en una relación de pareja, en la que se cree no valer sin el otro, es un ejemplo.



Se conducen temerosos, celosos, apegados porque se creen no merecedores, como si la otra persona les hiciera el favor de mirarlos, llevándolos a aceptar violencia o migajas, algo tan doloroso e hiriente. Fantasean con la idea de ser otro para que los puedan amar, se frustran por no ser “perfectos”, pero no se dan cuenta que los errores transforman y pueden acercarte.

Otro escenario común es mirar con obsesión al otro, despertando sólo para especular de su quehacer, descuidando la propia vida. Terminan teniendo presente a alguien más pero su mirada interna se empobrece porque ya no les quedó energía ni tiempo para observarse.

Llega la poca claridad, creyendo la ilusión de carecer de buena intuición, cuando en realidad reside una sabiduría en cada uno de nosotros. Lo que yo pienso, sólo es cuestión de estimular, de darle atención con lupa. Al darle poder, la intuición vive, como un ente y nos guía.

Andar aceptando el cambio, la accidentada geografía de nuestras vidas, en dotarnos de comprensión, aproximándonos a nuestro motor, a nuestros sueños, es querer vivir en nuestra propia piel.

Al vivir la propia piel, los comentarios de odio (sea la dimensión que sea) se escasean, juzgar se vuelve algo poco común, y el sufrimiento sentido hasta los huesos va desapareciendo. Vivir en nuestro propio vehículo es aceptarnos, ocupándonos y dejando atrás la mirada envidiosa.

Gracias Joselo por hacer el trabajo de autoconocimiento y ser generoso al compartirte, eres un aliado de esta curiosidad que nos alimenta, que nos conecta, que nos hace humanos. Amistad, reflejo que me da luz para poder escribir esto, recordándome que me siento bien en mi propia piel.

Foto por Juan Rulfo

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