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6 de abril de 2018

Adioses

Por: Vania Rizo

Se despidieron y en el adiós ya estaba la bienvenida.
-Mario Benedetti

Hay adioses necesarios y otros incomprensibles, me dijo con voz nocturna.

Llegan las sensaciones del cambio, el clima exagera, nuestros pensamientos se vuelven incomprensibles, cierta neurosis se personaliza.

En ocasiones, una tristeza se ata a la experiencia del adiós, sin esperanza de poder liberarse. En otras, el adiós es el recurso por excelencia para la liberación.

El adiós es componente vital del movimiento y el movimiento es la vida. Negarse a él supondría negarse a vivir. Aún así, siempre resultará un misterio y una novedad en cierto grado, el tener que decir adiós.

No podemos experimentar la diversidad que hay reservada para nosotros si no damos bienvenida, si no abrimos puertas. Y esto mismo conduce sin tregua a una renovación, a un enjuague, a una catarsis, a una nueva forma de esas mismas bienvenidas.

Cuando algo ya no puede sostener su forma, integración, salud, convivencia, se sabe. Pero la aceptación necesaria, muchas veces tarda en llegar. Y por humanos, lloramos el apego.

Todos hemos tenido que decir adiós de alguna forma, a veces de manera trágica nos arrebatan nuestra amada unión. Asistimos a rituales de transición por la muerte de alguien, en otras circunstancias  nos vamos preparando para dar el paso y admitir que ya no somos funcionales en una relación o en un espacio.

Hay diversidad de historias que nos estrujan el corazón por el adiós presente. Muchas de ellas en donde se exige, no hay mesura ni opción. Otras que nos ofrecen inspiración para poder crecer, para recordarnos que del mismo dolor está la luz, una fuente ambivalente.

Para el equilibrio del universo, es vital el adiós. “Entre las flores te fuiste, entre las flores me quedo.”

 

Foto: Graciela Iturbide