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Algo inherente para el ser humano es la alimentación, pues prácticamente no puede existir vida si no hay alimento, dado que es el motor de la vida y lo que nos permite funcionar como entidad biológica. Sin embargo, como parte de los aspectos humanos, conforme a la evolución, el concepto se ha hecho cada vez más complejo,  esto se aprecia en el contraste que existe con el mundo animal, pues si los animales tienen necesidad de alimento se ponen en acción para adquirirlo, ya sea cazando o buscando un área adecuada para pastar,  es extraño observar un comportamiento que salga de esta forma, animales que se dejen morir de hambre o que no se movilicen para satisfacer su necesidad (salvo casos de enfermedad).

En el ser humano la situación es más compleja, pues después de muchos años de evolución e historia hemos dejado de adaptarnos al ambiente natural para transformarlo a nuestras necesidades y deseos, y con ello hemos dado un giro importante a los ritmos naturales de la vida.

Empecemos revisando la situación de la alimentación y el estilo de vida actual, que se caracteriza por la hiperconectividad, la satisfacción inmediata y el declive de las relaciones interpersonales face to face, así como las jornadas laborales extenuantes, las actividades diarias y los compromisos familiares.



Es curioso, porque está comprobado que nuestro cuerpo necesita una dieta balanceada para que los procesos propios del organismo se realicen de la mejor manera, esto implica consumir proteínas, carbohidratos y lípidos en cantidades adecuadas, sin embargo por los motivos citados arriba esto no se logra normalmente, pues siendo sinceros ¿Qué es más práctico preparar una ensalada o comprar alguna chatarra? Todos en algún momento  hemos tomado la decisión que menos esfuerzo implica e incluso es algo que se enseña a los niños.

Lo que vale la pena cuestionarse en ese sentido es ¿Por qué no somos conscientes del daño que nuestro cuerpo recibe por el consumo de productos que no satisfacen requisitos nutrimentales? Y aquí surge nuevamente el ritmo de vida por un lado, pero a continuación del mismo, la necesidad de ser más creativos para sentirnos mejor, porque como una parte de nuestra cultura, mientras no veamos el daño tal cual expresado, no sentimos la necesidad de hacer algo de forma preventiva.

En un segundo punto, es importante también tomar en cuenta la expectativa social respecto a nuestra alimentación, para enfocarnos específicamente en las mujeres, pues se observa un mayor énfasis en la estética que “deben” tener para ser aceptadas, valoradas y bien recibidas, dado que el marketing ha construido mujeres idealizadas que tenemos presentes como referentes de bienestar, salud y belleza. Situación que pone en un jaque a las féminas, pues quiérase o no es un factor que en muchas tiene peso al momento de pensar en comer, dándole mayor importancia a los que puede ser considerado como estético o bello a diferencia de lo saludable.

Y como tercer punto está la relación entre las emociones y la alimentación, que es más compleja y profunda de lo que puede parecer porque por un lado se ha comprobado una relación entre la alimentación y los estados de ánimo, por ejemplo, en la depresión alteraciones en el apetito ya sea comer mucho o dejar de comer, en la ansiedad ingesta compulsiva entre otros.

De manera más profunda, la alimentación nos remite a los cuidados iniciales que vivimos con la madre –generalmente-, que fue una etapa de mayor éxtasis, pues no solo el hambre se satisfizo sino también el contacto y el amor, por lo mismo se postula que en los trastornos de alimentación hay una renuncia y rechazo simbólico a la madre por medio de la comida, situación que hace que dichas condiciones sean complejas de tratar, pues involucran también alteraciones a la percepción como verse en el espejo con un peso exagerado.

Afortunadamente si logramos mejorar la relación entre las emociones y la alimentación pueden mejorarse los hábitos alimenticios.

Finalmente, es importante generar consciencia respecto a lo que la alimentación implica para la vida de las personas, pues es un aspecto que se descuida con mucha facilidad, dando cabida a malos hábitos, por lo que hay mucho trabajo para la psicología y la nutrición tanto en atención inmediata como en prevención.