Foto N22/Isaac Velázquez

Por N22/Ana León

Si en su primera novela, En el jardín del ogro (2014), la escritora franco-marroquí Leila Slimani sorprendió a su sociedad de origen por hablar abiertamente de la sexualidad, cuyo ejercicio libre y pleno es un delito en Marruecos, en el ensayo Sexo y mentiras (2017, ambas publicadas en español por la editorial Cabaret Voltaire) vuelve a este tema a través de las historias de varias mujeres que se atrevieron a hablar del ejercicio del derecho sobre su cuerpo en una sociedad ultraconservadora como la marroquí en donde la “tradición” es usada como la razón para negar a su población el ejercicio de una libertad plena. Para una de sus entrevistadas «el que la legislación no evolucione es una opción política, más que moral o religiosa. Se mantiene a los ciudadanos en un estado de frustración y, así, su principal preocupación es saber con quién y cómo van a follar, en lugar de rebelarse contra sus condiciones de vida.»

Además del derecho a decidir sobre el propio cuerpo, Slimani también ha escrito sobre la forma en que se castiga socialmente el deseo por más, la ambición profesional de las mujeres. En Canción dulce (2016), la decisión de una mujer sobre volver a ejercer su profesión transforma una historia de familia en una pesadilla.



A continuación, una charla con ella respecto a los temas antes mencionados, durante su estancia en la FIL 33.

Participaste en la mesa “El mundo en femenino” y lanzaste una frase que decía: «No quiero vivir en mundo donde los hombres sean mis enemigos», y a mí me parece muy importante esta perspectiva porque no habla de un feminismo que divide sino que busca que sea uno en donde habiten juntos seres humanos.

Para mí es la verdadera definición de feminismo. El feminismo es encontrar el camino para vivir juntos y ser todos en igualdad. Ser feminista no es sólo luchar contra la desigualdad entre hombres y mujeres, es estar en contra de todas las desigualdades, entre pobres y ricos, entre razas, toda clase de desigualdades.

La razón por la que nacemos feministas o somos feministas, es para que el mundo sea más justo y de la bienvenida a todos.

Por supuesto que no quiero hacer la guerra, quiero vivir en un mundo en el que mi hijo no sea mi enemigo, donde mi hermano no sea mi enemigo y que sea un mundo que pueda compartir con él.

Por otro lado, también hablas en tus libros, sobre todo en Sexo y mentiras, hay una frase que dice, dentro de lo que narras, que el hecho de ser mujer en este mundo es siempre una problemática, una problemática para nosotras como mujeres.

Sí, es probablemente el por qué me volví feminista, porque cuando tenía cuatro o cinco años, mi padre dijo bromeando: “Oh, no soy afortunado, sólo tengo niñas, no tengo un niño”. Y lo que entendí es que ser una chica no es tan interesante como ser un chico. Y probablemente siendo un chico se me permitirían más cosas que siendo una chica. Así que sí, es problemático ser una mujer porque tienes menos derechos, especialmente en el país en la que nací, Marruecos, tienes menos posibilidades. Tienes más posibilidades de ser pobre, de ser víctima de violencia, de ser violada.

Por supuesto, es problemático ser una mujer, es por eso que peleo, que muchas de nosotras peleamos hoy, porque no queremos que nuestras hijas enfrenten las mismas cosas. Y espero que para mi hija no sea problemático ser una mujer, que para ella ser sea sólo ser un ser humano.

En este mismo libro hablas sobre la sexualidad como algo político, obviamente por el contexto desde el que está escrito, pero la sexualidad es algo político para todas las mujeres, el ejercer nuestra sexualidad libremente es un derecho que nos han negado desde hace mucho tiempo. Y tienen mucha potencia estas historias que cuentas.

Cuando era una adolescente entendí muy pronto que la sexualidad es política. Descubrir la sexualidad para las mujeres es como una revolución. Cuando descubres la sexualidad entiendes que eres un objetivo. Y que existen depredadores […] y puedes ser violada. Además, una cosa tan simple, pero muy física, es que alguien pueda penetrarte. Tu cuerpo es algo que puede ser enterrado, tomado y es muy violento cuando eres adolescente entender eso. Porque, además, tampoco tienes el poder de decidir si quieres ser madre o no, a menos que alguien te de anticonceptivos  o te explique sobre la anticoncepción.

Muchas mujeres en el mundo no tienen la posibilidad de decidir si serán madres o no.     Por supuesto que nuestro cuerpo es muy político y la forma en que disponemos de este cuerpo es, probablemente, la lucha más importante para el siguiente año en todo el mundo.

En Sexo y mentiras también hablas de que la sociedad nos niega el derecho a desear, pero también hablas en Canción dulce que esa negativa del derecho a desear se extiende a lo profesional, a las aspiraciones de vida. Y me parece bastante interesante cómo, en este libro, ese deseo profesional se convierte en una historia casi de terror.

Sí, quería explorar, qué significa para una mujer querer explorar todo, tener este deseo de ser todo, ser una mujer, ser amante, una profesional, ser madre, ser solamente un individuo. Y muy a menudo, si lees novelas clásicas, si lees Madame Bovary o Anna Karenina, ese tipo de novelas, las mujeres ahí quieren todo: pasión, amor, hijos, dinero y siempre son castigadas, siempre van a morir, porque se supone que las mujeres no deben quererlo todo. Se supone que deben estar satisfechas con lo que tienen: un esposo, un hijo y una casa. Deben ser felices y no deben de pedir por nada más.

Pienso que los hombres siempre se han sentido temerosos del deseo de las mujeres, del deseo sexual de las mujeres, porque no saben cómo manejarlo y, también, de la ambición de las mujeres, ¿qué pueden hacer ellos con la ambición de las mujeres?

Ellos nos dicen “Ok. si quieres trabajar, trabaja. Haz lo que quieras”, pero no nos ayudan, no nos dan la posibilidad de hacer todo para hoy tener todo. Todo el mundo dice que las mujeres tenemos que luchar para tener más, pero algunas veces pienso que tal vez debemos luchar para hacer menos, porque hacemos demasiado. Y algunas veces yo sólo quiero hacer menos.

Justo este deseo y esta aspiración, de alguna forma, nos convierte en rebeldes, histéricas, malas madres por no querer estar en la casa, violentas por exigir. ¿A ti cómo te gustaría que una mujer que desea en lo profesional y en los sexual fuera vista?

Creo que algo que es muy importante hoy para una mujer que quiere ser libre, que quiere emanciparse, es no preocuparse por lo que la gente va a pensar. A mí no me importa lo que la gente piensa de mí. Así que no me preocupo por el punto de vista de la sociedad sobre mi comportamiento y tampoco me importa el decepcionarlos, a mi esposo, mi madre, mis hijos. No soy agradable. Creo que las mujeres debemos dejar de querer ser agradables, no es un problema no ser agradables.

Si a la gente no le gusto, ellos tampoco me gustan a mí.