Samuel Cane

Afortunadamente hay otro mundo que no funciona así. Me respondió al contarle de la prepotencia y arrogancia del mundo. Me quejaba con tristeza y repulsión del sistema que admite privilegios en la injusticia. Donde la suerte y el oportunismo pesa sobre la lealtad, la preparación y la humildad.

Hay otro mundo que no funciona así. Que sucede en correspondencia, donde la dignidad de las personas es un principio y las sonrisas no son un artefacto desechable. Funciona porque recuerda y contempla; la sensible materia común.

Pensar en lenguaje de mundos, es abordar realidades distintas. Es ver símbolos, abstracciones de culturas caminadas y se pueden poner en duda, porque la condición de las fronteras es imaginaria.

Hay otro mundo que no funciona así. Tenemos suertes, condiciones y empeños distintos. Si nos metieran en una caja sin accesorios, nos daríamos cuenta inexorablemente, que todas esas veces que hemos sido petulantes fueron infames. Y que somos, finalmente, protagonistas del mismo destino.

Cuando somos niños las diferencias poco importan para convivir con los demás. Le hablamos a quien nos llama, sin importar la calidad de su ropa, o la solvencia económica que tendrá; su color de tez o lugar de origen. Es con el flujo de los años que vamos refinando nuestros gustos pero también recibiendo bombardeos de cómo tenemos que personalizar nuestra vida.

Por eso me importa detenerme y preguntar si hay otra manera. Saber la composición de otros sistemas de ideas y comprender. Esto me pone a nivel; tomo perspectivas y me siento liviana. Hay otro mundo que no funciona así, es importante decírnoslo para recordar que la soledad nubla cuando estamos cerrados a reconocer.