Comida Mexicana, Imagen CC iChubo.

Lo Mexicano: utopía en movimiento y su esencia culinaria

Por: Samael Hernández*

“Pensar lo mexicano”, he aquí el reto que El Oriente ha propuesto a sus colaboradores y que he aceptado. No es fácil responder a la pregunta ¿Qué es ser mexicano? y menos en pocas líneas.

Si suponemos que la respuesta excluye a minerales, plantas y animales de especies diferentes al Homo Sapiens, aún así la tarea sigue siendo complicada. Agustín Basave (el grande), intentó dar respuesta a ese mismo reto en su obra “Vocación y estilo de México. Fundamentos de la Mexicanidad” (Limusa,1990), libro con una extensión de 1,050 páginas. Nosotros lo intentaremos mediante una forma breve. Comenzaremos por establecer la premisa de que (a) lo mexicano es una idea dinámica, cambia con el tiempo y las circunstancias y (b) la identidad de esa idea cambiante, se constituye por un horizonte utópico, es decir, aquello que se desea ser.

La idea de lo mexicano en el tiempo comienza a germinar durante el siglo XVIII, todavía en el Virreinato de la Nueva España. Hay que que recordar que en 1792 el virreinato abarcaba por el norte, hasta el estado de Luisiana, la Alta California por el pacífico hasta la Florida, Cuba y Puerto Rico en el Caribe; por el sur la frontera llegaba hasta la actual Costa Rica.

Este inmenso territorio comenzó a diferenciarse a principios del siglo XIX con los movimientos de independencia de las Américas del imperio Español.

En 1821 México declaró su independencia y la idea de lo mexicano tomó cuerpo en un territorio, su población y su gobierno que comprendían al norte los límites mencionados, al sur hasta la frontera con la actual Guatemala y las islas del Caribes siguieron dependiendo de la metrópoli colonial. Pensar lo mexicano sufrió su primer reducción.

En 1848 el imperio en ciernes de los United States of America (USA), se apropió de la mitad norte del territorio hasta entonces mexicano. Por esta razón si se es mexicano de nacimiento, depende de responder a la pregunta ¿antes o después de 1848? Queda la duda de si los descendientes de quienes habitaron el territorio norte mexicano antes de 1848 se sienten aún mexicanos aunque el territorio ya no lo sea. La pregunta es válida porque los descendientes de los colonos ingleses que llegaron a la costa atlántica de USA en el siglo XVII, ya no se sienten ingleses, de eso no cabe duda. Otra certeza es que las tribus indias de Norteamérica, son los habitantes originarios de esa nación. ¿Se sienten ellos norteamericanos? Pero sigamos con la reflexión.

Después del conflicto por las leyes de reforma y la intervención francesa, Benito Juárez y los liberales de su tiempo, formularon la primera idea clara de lo deseable para los mexicanos, precisamente en la constitución de 1857. En esa constitución hay un pueblo que se adjetiva como “mexicano” y el primer capítulo de la constitución establece sus derechos universales, como derechos del hombre. Ser mexicano requiere de tener padres que a su vez lo sean; ser mexicano, en primera instancia, deviene de tener sangre mexicana.



Primera digresión

Hay otros pueblos que también adquieren su condición nacional por derecho de sangre, como el pueblo judío; la diferencia es que, en el caso del pueblo judío, el territorio no es fundamental, pero sí el seguimiento de las leyes de la Torá, la idea del Templo y del Mesías. En la constitución del 57, la idea del territorio es consubstancial al ser mexicano en la medida en que el territorio se define por la jurisdicción de un gobierno, así, derecho y territorio son dos caras de la misma moneda.

En su artículo 40, la constitución de 1857 establece: “Es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una república representativa, democrática, federal, compuesta de Estados libres y soberanos en todo lo concerniente á su régimen interior, pero unidos en una federación establecida según los principios de esta ley fundamental.”

A partir de ahora comienza a funcionar la máquina de las utopías, entiéndase por ello, orientarse hacia un horizonte con rumbo definido. Porfirio Diaz, otro oaxaqueño, será quien se aproxime al ideal establecido en la constitución del 57, aunque se le ha reprochado su mano dura y la terrible desigualdad entre los mexicanos ricos y los muchos pobres.

Segunda digresión

Nos hemos olvidado de los pueblos que habitaban el territorio mexicano antes de 1521: mexicas, mayas, zapotecas, mixtecas, tlaxcaltecas, tarahumaras, etc. etc. ¿Qué pasó con ellos? Sus territorios fueron ocupados por el gobierno virreinal y sus pueblos sometidos a las leyes del imperio español. En pocas palabras, se les despojó de su nacionalidad; pero no de su cultura. Juarez, Porfirio Díaz y todos los gobiernos, hasta 1980, intentarán alcanzar el ideal de lo mexicano plasmado en la constitución del 57 y la constitución de 1917 dejando poco espacio para los pueblos originarios.

La revolución mexicana de 1910, derrocó a Don Porfirio Díaz del poder. El movimiento armado causado por el descontento popular, la crisis al interior de la élite porfirista y las intrigas del gobierno norteamericano que veían en Don Porfirio un peligro para sus afanes imperialistas, dio origen a una nueva constitución, la de febrero de 1917. En ella se retoman muchos de los principios de la del 57, pero se le agregan a la idea de pueblo mexicano, los derechos sociales, que no aparecían plenamente en la del 57, que enfatizaba más el despliegue del valor político de la libertad.

Recomienza la odisea. Los logros de los gobiernos postrevolucionarios, fueron muy importantes, sobre todo en materia de los derechos sociales del pueblo mexicano, aunque la desigualdad entre ricos y pobres fue creciendo cada vez más hasta llegar a 1980.

A partir de ese año se aplican con fuerza las políticas neoliberales que poco a poco le van retirando al pueblo mexicano sus derechos sociales consagrados en la constitución, un nuevo horizonte se fijó para los mexicanos sin haberse reunido un nuevo constituyente, lo cual significó un golpe silencioso a la soberanía popular.

Nuestra condición actual se caracteriza por la desigualdad atroz, los derechos sociales conculcados o de plano anulados, la pobreza que raya en miseria de millones de compatriotas y todo lo que no hay que repetir porque lo sufrimos todos los días. Si el horizonte que nos daba rumbo, se ha desdibujado, ¿seguimos siendo mexicanos? Si la respuesta es afirmativa, entonces ¿qué alimenta ahora a la idea dinámica de “lo mexicano”.

Tercera digresión

Hemos intentado exponer la dinámica de la idea de lo mexicano y su horizonte histórico hasta 1980, ¿qué pasó entre 1980 y el 2018? La mayoría de los mexicanos cansados de ser despojados de sus bienes, la precariedad de su existencia, la terrible corrupción en el gobierno, la violencia cotidiana y un largo etcétera, eligió como presidente en 2018 al Lic. Andrés Manuel López Obrador del partido MORENA, y aunque no se han dado cambios importantes en la constitución vigente, se anuncian para un futuro próximo, lo cual significaría un horizonte histórico diferente para la idea de lo mexicano. ¿En qué consistirá la diferencia? No lo sabemos, pero hay que cuidar que sea fruto de nuestra soberanía como pueblo.

Mientras tanto, ¿qué alimenta la idea de lo mexicano? Eso, lo que comemos. Resulta que si lo mexicano nos viene por la sangre de nuestros padres, mantener esa sangre depende de aquello que comemos, es decir, de aquello que se produce en nuestro territorio como alimento. Esto que parece un salto mortal desde lo alto de la idea de utopía, hasta la sustancia de lo culinario, no lo es; porque el estilo de nuestra alimentación establece más diferencias con el resto de nuestra especie que cualquiera de las utopías, las constituciones o las formas de gobierno. Después de todo, sólo cambiamos la distinción Territorio/Derecho por la de Territorio/Alimento; después de todo, lo alimentario es naturalmente consustancial al territorio.

Es tan fuerte este componente culinario, que la sola exigencia de alimentarnos con productos típicos de nuestra naturaleza-territorial, provocaría una revolución. Repasen lo que comemos por la mañana, al medio día, por las noches y en los ratos de solaz y compárenlo con lo que comían nuestros bisabuelos y abuelos.

El recuento será para unos frustrante, pero aleccionador; ya no nos alimentamos como mexicanos. Ese sí que es un verdadero peligro porque en ello nos va la vida. Ya habrá tiempo de agregarle a la comida el aderezo de nuevas utopías. Ahora pregúntese usted mismo, ¿Sigue siendo mexicano?