¿Debemos borrar Facebook?




 

Por Rodrigo Sandoval Almazán

El título que lleva esta colaboración proviene de la portada de la revista Time.

El origen de esta pregunta fue el lunes cuatro de octubre, de repente las redes sociales dejaron de funcionar. Primero fue Facebook y luego vinieron el resto: WhatsApp, Instagram y Telegram llegó al último. 3,500 millones de perfiles de todas las redes sociales en el mundo se vieron afectadas.

¿A quién exigir si se caen estos servicios? ¿Qué tanto dependemos de las redes sociales para trabajar y comunicarnos?

Comencemos por la segunda pregunta. Sin lugar a dudas cada día dependemos más de estas plataformas de comunicación. Cualquiera nos “envía un mensaje” con los datos que necesitamos; la costumbre de hacer llamadas telefónicas parece ser la última opción, leemos más que escucharnos. El “apagón de redes sociales” exhibió nuestra enorme dependencia.

Lo que es peor Facebook, Google, Twitter, Amazon, Apple tienen cada vez más información de nosotros.

Los datos que enviamos en estas redes sociales nos comprometen a permanecer en ellas, y no sólo eso, sino que al depender de sus servicios, somos sujetos de ser influenciados por ellos.



Esta situación preocupa a muchos académicos y políticos que se preguntan si ha llegado el momento de frenar estas compañías gigantescas.

Francis Fukuyama escribió a inicios de este año un ensayo titulado: “Como salvar a la democracia de la tecnología:terminando el monopolio de la información de las grandes compañías” Luego vinieron otros: ¿Es Facebook un estado fallido? De Posseti y Bontcheva y más recientemente: La más grande autocracia de la tierra, por Adriene Lafrance.

Aunque, el eje del debate es Facebook, la discusión incluye al resto de las redes sociales. En este punto, regresamos a la primera pregunta: ¿A quien exigir si se caen los servicios de redes sociales? ¿Quién es el culpable de limitar nuestras comunicaciones, la interacción personal o laboral? ¿Podemos seguir confiando en Facebook?

De acuerdo con los datos proporcionados por Frances Haugen, quien trabajo en Facebook en un alto puesto directivo y compareció recientemente ante el congreso norteamericano, informó que hay problemas en la empresa que se han ocultado, pero sobre todo, que los algoritmos desarrollados extraen más información de la que se ha hecho publica. En este sentido, la plataforma no parece ser tan transparente como se ha pensado.

Si a ello le sumamos la revelación de Cambridge Analytica hace unos años, donde Facebook influía en las elecciones a través de anuncios enfocados en sectores poblacionales.

La respuesta tardía contra Donald Trump que alentó a sus seguidores hasta tomar el capitolio el 6 de Enero; las fricciones con China para defender la autonomía de Hong Kong; la ayuda a países con dictadores para controlar la información, observamos que el poder de Facebook para controlar la opinión pública, impulsar a las masas y generar opiniones es indiscutible y por lo tanto riesgoso.

¿Será que debamos dejar a Zuckerberg decida los gobernantes de cada país? ¿Será Facebook la herramienta para homologar la ideología política del planeta? ¿Se acabo la libertad de expresión y llego la era de reciclar solo información permitida?

Si seguimos dependiendo de las redes sociales como hasta ahora y no hacemos algo para frenar su influencia y su poder antidemocrático, estaremos creando un monstruo para el futuro. No sólo nos dominarán las máquinas, sino también nuestros cerebros.

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