ROSARIO CASTELLANOS: LA REIVINDICACIÓN DEL FEMINISMO




por: Félix Manuel Cruz

Mi madre cometió un homicidio en su jardín, la muerte de una dama que llevaba observando desde ya hace un buen tiempo y sobre la cual recaía el peso de toda su admiración como si de un deseo se tratase, puesto que fue tal la belleza que emanaba de aquel ser, tan exquisita la melodía que sedujo a sus ojos por medio de sus brillantes colores y fue tal la elegancia que se dibujaba en su concéntrica forma que, no dudó ni por un segundo en decapitar a aquella flor, en tomarla desde el tallo y desprenderla desde sus tenues raíces que hoy parecían todavía más esbeltas que ayer.

Pocos días son los que mi madre pudo mantener en conserva a la pobre planta, a una sobreviviente de la naturaleza que no se pintaba ni rosa ni doméstica, cuyas afiladas espinas ya advertían desde un principio de la naturaleza que se hallaba en sus pétalos tintados de rojo revolución, emanando de ahí su agudo y bien nutrido pensamiento, adaptado para los días más áridos y las noches más lluviosas, admirándose plenamente consciente de su condición de confinamiento como planta y aun así desconcertada por haber sido renegada a una vida en un hogar, en un florero, sin duda alguna, una prisión.

Esta es una de las mayores luchas que se dieron el pasado, la reconciliación de la persona, la reconciliación de la mujer con la apreciación del valor intrínseco que se encontraba en ella misma por el propio valor que encaraba su libertad, inherente de un presente al que no le debían nada y al que aun así ya le habían aportado demasiado.

Y no hay mejor forma de hablar de este gran legado de intelectualidad y de redención que a través de una de las mujeres más importantes de México, poliglota de todas las lenguas literarias y la figura de barro que señalizó el camino de la mujer indígena hacía la búsqueda del valor que se hallaba alejado de la ya bien establecida raza homóloga del hombre.

Sin duda alguna, una mujer que cumplió su cometido de volverse inmortal a través de la crudeza y la melancolía que se puede reflejar por medio de la poesía como el arte de los dioses, uno que solo puede darse por medio de las vivencias de una enraizada flor en el desierto que estando tan cercana de sus semejantes enfrentó la pena de hablar un idioma diferente al que cualquiera estaría dispuesto a escuchar, y ese es el peso que trasciende en su mensaje, aquel que se comprometió a cargar como si de colosales escuelas se tratara, arrastrándolas hasta los mas profundos bajíos de la selva y las mas alpinas de las sierras; como indígena, una defensora de los derechos de una raza olvidada que sigue esclavizada hasta la actualidad y como feminista, un ejemplo del constante estudio que implica la labor de transformación social y el contrato que se firma con la escritura para engendrar un legado que se empuñe como un arma por las futuras generaciones.

En la actualidad es impresionante el gran contraste que se genera cuando volteamos a ver unas décadas en el pasado el contexto sociocultural de la mujer, sin duda alguna se han logrado grandes cambios y se cimentaron casi por completo los fundamentos de la paridad de derechos, por lo menos en el marco teórico.



Pero el elemento mas resaltante es la gran fuerza que ha adquirido el movimiento feminista, que sin duda alguna se ha visto maximizado con la llegada de las redes sociales, posicionándose en cada red, video y noticia que hace referente a las mujeres, celebrando cada victoria con una fiesta digna de una revolución y castigando cada injusticia con el peso de un fusilamiento público que a menudo sentencia el lisiar a la persona en sus facultades sociales para dejarla morir a la deriva de la pena social.

Aún así, considero que a pesar de todas las herramientas que han surgido a partir de la modernidad y de la gran amplitud de difusión que nace gracias a los medios de comunicación, esta es la ola del feminismo que menos victorias nos ha dado, puesto que hoy se ha conjugado un coctel de tragedia de una generación de feminismo que se ha olvidado de la esencia de su propio movimiento, que ha olvidado a las mártires que sangraron la revolución y a las grandes maestras que encausaron su lucha.

Cientos son las feministas que hoy cargan con la guerra de este movimiento, pero miles más son aquellas que en la modernidad profesan un falso combate que se ha cimentado en la ignorancia que inevitablemente conlleva a alardear en calidad de repetición de los mismos mensajes y sentencias una y otra vez, aun cuando son pocas las veces que se hace el ejercicio de la conciencia necesario para entender tales profecías, conduciendo en tal forma a un proceso degenerativo que más allá de tan solo retrasar su lucha la vuelve además un objeto de escándalo.

Es por lo anterior que, lo que hoy más que nunca necesita el movimiento feminista es retomar las bases que dieron pie ha su nacimiento, aprender acerca de las grandes guerreras, científicas, poetas y escritoras que mantuvieron viva la eterna llama de su revolución, hacerse de la lectura necesaria para comprender el desarrollo histórico por el cual fueron forjados los principios que las motivan, porque solo de esta forma lograrán emprender la labor necesaria para materializar los objetivos de igualdad, justicia y convivencia que hoy demuestren que las grandes feministas no han muerto, que el pensamiento de sus fundadoras sigue mas vivo que nunca, emanando directamente desde la raíz de los libros que hoy se deben desatar con la furia de una selva salvaje que concrete las ideas que nos expresa Rosario Castellanos en su magna lucha como feminista y como indígena, puesto que de lo contrario la eterna disputa del feminismo quedaría varada en alguna orilla, sin saber ni dar ni arrebatar, sin un pensamiento con quien compartir, ni mucho menos la necesidad de un hombre que llegue a matarla, porque se volvería un movimiento de los que mueren solos, de los que mueren de algo peor que vergüenza. De mirarte y no entender.