Por Jaime Palau Ranz

La Pregunta.

¿Qué significa un Texas Leaguer? La respuesta al final de la columna.

Identidad.

Cuando un grupo de inversionistas adquieren la franquicia de un equipo de béisbol y deciden cambiarlo de sede a otra ciudad, deben tener mucha paciencia y dinero para resistir un período de varios años hasta volverlo competitivo, redituable y que los aficionados lo apropien como suyo, generalmente se heredan jugadores que no pudieron ser vendidos por los directivos anteriores, así que deben empezar por adquirir los servicios de algunos peloteros con prestigio y calidad, que hayan visto pasar algunos de sus mejores años con la finalidad de que tengan experiencia y paciencia para enseñar a jugadores novatos, creando un equilibrio entre defensiva y ataque.

El segundo paso es formar un equipo de scouts o buscadores de talento, para que recorran el país captando a jóvenes de buena técnica, que sean prospectos a jugar profesionalmente, al tiempo de crear una escuela donde educarlos, puliendo sus habilidades y preparándolos para la vida, que sean mesurados cuando les llegue el éxito.

Es conveniente firmar un convenio de cooperación con un equipo de Grandes Ligas, permite realizar intercambios de información, compartir tecnología para mejorar las prácticas, importar peloteros de buen nivel, enviar jóvenes con posibilidades de destacar, en venta o fogueo, como fue el caso de Jaime Brena, que en sus primeras temporadas con los Guerreros de Oaxaca fue a Nueva York a entrenar con los Mets, aunque no se quedó en grandes ligas, pudo abrevar una experiencia que no tendría en Oaxaca de otra manera.

Con el tiempo y mucho trabajo, el equipo empieza a obtener resultados positivos, el objetivo de tener un récord ganador cada temporada y calificar a play offs, pasa a aspirar en obtener el campeonato, crecen estrellas de este deporte con la camiseta y los colores del equipo tatuados en el corazón y no se depende de los que llegaron ya consagrados a entregarse como buenos profesionales, tal fue el caso de Nelson Barrera, Homar Rojas o Ramón Esquer entre otros.

Después hay que mejorar el estadio, hacerlo moderno y cómodo, techar las tribunas, baños limpios, comida a precios accesibles, moderar el consumo de bebidas alcohólicas, conseguir buenos patrocinadores que solventen el gasto del equipo y mil detalles más que deben irse considerando.

Es fundamental para el futuro del equipo, hacer un esfuerzo paralelo a todo el trabajo descrito, conseguir IDENTIDAD y que se arraigue el equipo en el alma del aficionado.

Si el propietario de un equipo adora el béisbol, está feliz viviendo en esa Ciudad y es comprometido, es posible que su gerente, amparado en la amistad y confianza de su patrón y a sabiendas que en México difícilmente un equipo podría cubrir sus gastos con el ingreso por concepto de taquillas, pierda de vista la importancia de considerar al público asistente al estadio y no sienta presión por hacer un trabajo de fondo, tener la sensibilidad de saber que el fanático es el espíritu del equipo, a quien se deben los peloteros, son los ídolos o gladiadores modernos, son el ejemplo a seguir en las ligas locales y por lo tanto tienen una responsabilidad mucho más allá de jugar bien e intentar ganar todos los partidos aunque no siempre sea posible.

Es fundamental hacer labor en las escuelas locales, llevar a los estrellas, a los jugadores más conocidos, a hacer demostraciones, explicar la técnica, las estrategias y obsequiar boletos, crear nuevos aficionados que lleven a sus padres a las tribunas, hacer un círculo virtuoso educando al asistente y fomentar su conocimiento, para ya no ver en las tribunas gente que va al estadio a desfogar sus sentimientos o frustraciones, a gritarle al ampáyer por cualquier decisión, a reclamarle al entrenador si remueve a un lanzador de relevo que ha hecho una excelente labor dominando a dos contrarios, gritando “déjalo” sin saber que desde el inicio de la temporada se determina cuantos innings y cuantos lanzamientos va a hacer por juego y a lo largo de la temporada, el trabajo fue hecho con eficiencia y no debe dejarlo en el terreno de juego a pesar del reclamo popular.

Conseguir que el aficionado no solo grite una porra esporádica, sino que impulse al conjunto siempre, principalmente en los momentos en que va perdiendo, que sepa identificar un momento de debilidad de un pitcher contrario para animar con todo a su equipo, tener claro que un bateador exitoso consigue tres hits en cada diez oportunidades y es posible que falle en momentos importantes, así es el béisbol, si lo tiene claro no va a insultarle, a la siguiente oportunidad llegará motivado, buscando revancha para agradar al público y no preocupado con una presión adicional por si fracasa.

Si en un estadio se escuchan reclamos, insultos entre los asistentes, abucheos a sus jugadores incluso durante un juego que se gane, si la prensa no analiza el juego del día anterior, resaltando los aciertos y señalando el momento clave del partido, si no analiza las estrategias empleadas por los entrenadores para ir educando al lector, se puede asegurar que alguien, un directivo o un gerente del equipo no está haciendo su trabajo, no le interesa, no conoce de béisbol o tiene muy seguro su puesto bajo la protección del dueño, no considerar el esfuerzo de tanta gente en los difíciles años transcurridos ocasiona un daño irreversible, no trabajar en la identidad pone en riesgo la permanencia del equipo en esa ciudad, que nunca se canse el dueño es la esperanza de los verdaderos fanáticos.

La Respuesta.

Un batazo elevado que cae de hit entre tres jugadores, atrás del cuadro y delante de los jardineros, se le conoce como un Texas Leaguer, el nombre nace en 1896 cuando el jugador debutante en Grandes Ligas, Ollie Pickering, proveniente de las Ligas Texanas, bateó siete elevados seguidos de este tipo.

Seguiré comentando la próxima semana.

 

Foto: CONADE