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24 de octubre de 2012

El asunto que los dirigentes partidistas, aspirantes a las candidaturas locales del 2013 y comentaristas mediáticos deberíamos asumir con toda claridad es que los Partidos, esas entidades de interés público consagradas en el artículo 41 de la Constitución para «promover la participación del pueblo en la vida democrática, contribuir a la integración de la representación nacional y como organizaciones de ciudadanos, hacer posible el acceso de estos al ejercicio del poder público», no son ni deben ser los protagonistas del debate.

La situación general, las necesidades públicas y aún las más graves problemáticas estatales, hoy por hoy están ausentes de los medios y de la agenda política porque se privilegia el corrillo y la intriga entre grupos. Hay hasta especialistas que hacen de los pronósticos partidistas una afición deportiva y apuestan por métodos de selección, catástrofes o acuerdos.

Los ciudadanos no podemos seguir permitiéndolo. Debemos estar cada vez más pendientes de exigir se eleve el nivel de la discusión, la información y el debate público. También es nuestra responsabilidad hacerles saber que la pelea entre tribus, grupos, corrientes y líderes sólo importa a ellos mismos, y no porque deba ser así, sino porque es así; porque en lo general no hay sentido de comunidad en sus pretensiones sino puro y duro reparto de posiciones, cuotas y cargos.

Por ello, nos parece que este llamado está muy a tiempo, habida cuenta del inminente inicio del proceso electoral local del 2013, que desembocará en la integración de los cuerpos edilicios y legislativos en Oaxaca: los partidos y sus líderes deben entender muy bien que sólo a ellos, y quizá a quienes viven de ellos, les importa que un ego u otro se imponga en sus respectivas estructuras. De seguir por este camino, nunca se conseguirá legitimar la acción política sino por el contrario se continuará distanciando a la gente de los gobiernos y sus representantes.

Podrá pensarse que esto es precisamente lo que buscan los partidos: alejar a la ciudadanía de la acción política para quedarse con el juego, las reglas y el tablero completo. Pero es una apuesta equivocada. Al final, los gobernantes necesitan siempre de los ciudadanos para lograr sus propósitos públicos (que no los privados). Pero en la arena pública el consenso es básico y el precio lo pagan ellos mismos a la hora de tener una responsabilidad: muy pocos pasan la prueba del ácido de gobernar.

Por ello, somos los ciudadanos los que debemos exigir que el protagonismo esté en la sociedad y no en los partidos. La moda: ¿Coaliciones? ¿Quién elige el candidato? ¿Métodos? Puro lenguaje. Es verdad que el lenguaje construye la realidad. Pues entonces echemos abajo este lenguaje y construyamos otro, más ad´hoc con las múltiples deudas sociales que tenemos.

Esta sí es una exigencia ciudadana, una responsabilidad que debemos asumir.