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14 de febrero de 2013

Hace más de tres años, le escuchamos decir al Doctor Rubén Vasconcelos Méndez en una conferencia, que el gran reto del estado en Oaxaca era (es) recuperar el territorio.

Se refería a que zonas enteras de la entidad estaban controladas por grupos o personas que no necesariamente eran una autoridad constitucional, o bien, que no eran controladas por nadie, tampoco por la autoridad constitucional. Así, refería, la gran prioridad en Oaxaca consiste en recuperar el control de la autoridad y la Constitución del territorio.

Ahora comprobamos que aquel vaticinio era cierto en gran medida. La aparición a últimas fechas de expresiones radicales como la aparición de grupos armados para intervenir en tareas de seguridad, según arguyen, o bien para la defensa de ciertos intereses, es una  muestra de que una buena parte del territorio, de las comunidades y, lo más importante, de las conciencias, se han alejado del espíritu de unidad que cohesiona esta organización que denominamos «Estado».

Al margen de que sus reivindicaciones puedan o no ser justas o necesarias, los acontecimientos recientes no son más que síntomas de una serie de circunstancias más globales que no son de ahora, pero que se han agravado en los últimos años debido, entre otras circunstancias, a la indiferencia pública para atender y resolver los problemas de fondo: la ausencia de aplicación de la ley, la impunidad, el debilitamiento del estado de derecho.

Pero también hace falta, cosa que hemos abordado en otras ocasiones, una postura clara respecto a cuál es la solución para los problemas de Oaxaca. Una postura clara y firme.

Sin esa definición, los espacios se vacían.

Y los espacios en política, como dice el clásico, se llenan con facilidad. Y el peligro es que se llenan con aves que producen ruido excesivo, provocan tensiones, conducen el barco hacia un destino que no era precisamente el deseado.

Pensamos que esta es una clave que no puede rehuirse en nuestro tiempo: se requieren definiciones claras, determinaciones, posturas decididas. Sólo de esa manera los factores pueden acomodarse a favor de la Constitución y de los fines estatales, incluyendo la recuperación del estado de derecho, tan asolado.