Por: Juan Pablo Vasconcelos

Ninguna importancia tienen los conflictos sindicales, las ambiciones electorales, los pleitos por las candidaturas, la rumorología y cotilleo a la que son tan afectos nuestros medios, cuando se trata de definir una agenda real de preocupaciones y prioridades sociales. Una agenda que rebase las bajas pasiones personales y arribe al estadio de los altos valores humanos.

Una agenda con prioridades como ésta: el 56.3% de la población menor de 15 años se encuentra en situación de pobreza multidimensional. 24.1% de estos niños, es decir, uno de cada cinco, presenta una pobreza multidimensional extrema, que significa que residen «en hogares que aun al hacer uso de todo su ingreso en la compra de alimentos, no pueden adquirir lo indispensable para tener una nutrición adecuada y presentan al menos tres de seis carencias sociales incluidas en el cálculo del índice de privación social».

El índice incluye carencias sociales que son rezago educativo, acceso a los servicios de salud, acceso a la seguridad social, calidad y espacios de la vivienda, acceso a los servicios básicos de la vivienda, y acceso a la alimentación. (Las cifras son del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), que pueden consultarse en ELORIENTE.NET.)

Lo extraordinario es que este tema, alarmante para nuestro presente y nuestro futuro, no esté presente en las preocupaciones estatales. Pero lo que es peor y es el sustento de lo primero: no está presente tampoco en las preocupaciones de las y los ciudadanos de Oaxaca.

En un ejercicio (o un arranque) de sinceridad y decoro, las personas que habitamos este terruño podemos ser lo suficientemente sinceros y decentes como para reconocer que los 6 de cada 10 niños pobres de Oaxaca, que mencionamos arriba, no reclaman ni nuestro sueño ni nuestra inquietud; y que por el contrario, los miramos ajenos, lejanos, una cifra que debe solucionar el gobierno en turno, en esa actitud tan sobrada de la que luego somos presa fácil los ciudadanos de bien: la irresponsabilidad social.

La insensibilidad y la ausencia de corresponsabilidad social son sin duda razones por las cuales Oaxaca no ha podido arrancar en una carrera de crecimiento.

Los ciudadanos tenemos la vista en problemáticas, enconos y prioridades que no tienen la menor importancia, si las ubicamos en relación a nuestras verdaderas necesidades.

Interesados en el traspié ajeno, en obstaculizar el avance del vecino, en la riña con nuestros propios fantasmas, gastamos el tiempo y la energía para quedar, en el mejor de los casos, igual que como estábamos. Y como quedar igual siempre es retroceder, entonces la respuesta es conjeturable.

¿Es verdad que nos importa la niñez, deseamos su bienestar y depositamos en ellos la ‘esperanza’? Si es verdad, entonces reflexionemos de una vez por todas la actitud y las acciones que estamos realizando a su favor. Asumamos que estas y otras cifras son responsabilidad de todos los ciudadanos, pues en mayor o menor medida contribuimos a establecer el ‘estado de cosas’ que vivimos.

Reconozcamos que tenemos una deuda con las niñas y niños de Oaxaca. Que esa deuda se expresa en deplorables situaciones tangibles y en carencias crónicas.

Si el hecho concreto de que casi la mitad de los niños menores de 15 años habita en viviendas que presenta una o más carencias materiales; que el 36.9% habita una vivienda con un hacinamiento de 2.5 o más personas por cuarto; que 20.2% reside en viviendas con piso de tierra; 8.9% reside en vivienda con paredes de embarro o bajareque y otros materiales; y 2.3% lo hace en viviendas con techos de lámina de cartón o desechos; si este hecho concreto no nos conmueve, entonces ¿qué puede hacerlo?

Y si no lo hace, entonces ¿qué nos merecemos?