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28 de junio de 2013

  • Alrededor del mundo, diversas actividades y conmemoraciones han surgido en torno a los 50 años de esta novela, considerada por Carlos Fuentes como “uno de los más grandes collages literarios de todos los tiempos”
  • Más que una novela, Rayuela es una casa a donde todos podemos volver de vez en cuando, una casa generosa, con muchas habitaciones, con muchos ambientes… una casa con amigos, con mate, con muchas ventanas en las que jamás podremos sentirnos solos: Leonardo Nierman

“¿Encontraría a la Maga? Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo por la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti, y apenas la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río me dejaba distinguir las formas, ya su silueta delgada se inscribía en el Pont des Arts, a veces andando de un lado a otro, a veces detenida en el pretil de hierro, inclinada sobre el agua”.

Con estas imágenes Julio Cortázar introdujo hace 50 años a toda una generación en el universo de París, de Buenos Aires, de México, y  en las andanzas de personajes que continúan tan vigentes como en aquel año de 1963, cuando un 28 de junio fue puesta en los escaparates de las librerías de Argentina y España la primera edición de Rayuela, libro al que Carlos Fuentes nombrara: “uno de los más grandes collages literarios de todos los tiempos”.

Considerada también por muchos escritores del boom como una obra que sirvió de puente para unir a Latinoamérica, en las páginas de Rayuela se menciona también a México y describe en uno de sus capítulos la famosa Plaza de Santo Domingo en el Centro, aspecto que para Carlos Fuentes no resultaba extraño.

Rayuela es una obra tan insólita como lo es México mismo —afirmaba Fuentes— pero Cortázar fue más allá, y tejió una gran manta donde caben todos nuestros países de habla hispana, por eso cada vez que alguien se enamora de la Maga, cuando alguien sigue las andanzas de Oliveira o se estremece con la muerte de Rocamadour, son los arquetipos de América Latina los que están hablando.”

Alrededor del mundo, diversas actividades y conmemoraciones han surgido en torno a los 50 años de Rayuela, incluyendo el recorrido por las calles parisinas donde se desarrollan los encuentros de Oliveira y la Maga que desde días pasados se organizan con el apoyo del Instituto Cervantes, además de las lecturas que se organizaron en diversas universidades de España; la exposición De la tierra al cielo, 50 años de Rayuela, inaugurada en días pasados en el Centro Cultural Bella Época, con la participación de 55 artistas.

Para algunos, el collage literario resultó siempre una broma pesada de Julio Cortázar, quien en varias reuniones con amigos del boom llegó a confesar que la novela debía ser leída como cualquier otro libro, aspecto que contrasta con su famosa introducción llamada Tablero de dirección, en la que explica:

“A su manera este libro es muchos libros, pero sobre todo es dos libros. El lector queda invitado a elegir una de las dos posibilidades siguientes: El primer libro se deja leer en la forma corriente, y termina en el capítulo 56, al pie del cual hay tres vistosas estrellitas que equivalen a la palabra Fin. Por consiguiente, el lector prescindirá sin remordimientos de lo que sigue. El segundo libro se deja leer empezando por el capítulo 73 y siguiendo luego el orden que se indica al pie de cada capítulo. En caso de confusión u olvido, bastará consultar la lista siguiente: 73 – 1 – 2 … Con objeto de facilitar la rápida ubicación de los capítulos, la numeración se va repitiendo en lo alto de las páginas correspondientes a cada uno de ellos.”

El escritor Hernán Lara Zavala confesó que para su generación Rayuela fue una novela que prácticamente les cambió el mundo. Fue un ejercicio literario, dijo, que estaba muy en el ámbito de los sesenta y que rápidamente se convirtió en una novela de culto.

“La leímos todos y debo decir con cierta distancia crítica, creo que es una novela que fue más interesante para la historia de la literatura que para la literatura misma, cosa que no sucede con los cuentos de Cortázar, aunque sigue siendo una novela inquietante”.

Hernán Lara Zavala se sorprende de que Rayuela no tuvo una influencia posterior en otros escritores o en otras novelas, pues considera que era una novela tan cerrada, tan “cortazariana”, que se quedó como un gran monumento a la literatura de su tiempo, aunque con muy poca repercusión en términos de influencia.

“Sin embargo hay gente de mi generación que se sabe párrafos completos, y capítulos incluso, porque es una rara combinación entre el cuento, la poesía, la discusión filosófica, el juego, el mundo del absurdo. Creo que está perfectamente ubicada dentro la historia, es uno de los inicios del boom, que tenía entre sus cometidos, una literatura difícil, empezando por Fuentes con La región más transparente, y luego  Cortázar con esta novela dúctil y móvil”.

El narrador agregó: “Me gusta que se podía leer de muchas maneras, como una novela convencional o con los pequeños relatos de los narradores como Oliveira, Traveller y luego Morelli, todo eso fue muy ingenioso, fue un juego, pero creo que ese juego no tuvo descendientes, no creo una tradición, no fue como le sucedió a Proust o Joyce con el Ulises, que se quedó en el aire todo lo que ellos nos enseñaron, esta novela quedó como un gran monumento, el monumento de Cortázar”.

“Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico.

“Pero ella no estaría ahora en el puente. Su fina cara de translúcida piel se asomaría a viejos portales en el ghetto del Marais, quizá estuviera charlando con una vendedora de papas fritas o comiendo una salchicha caliente en el boulevard de Sebastopol. De todas maneras subí hasta el puente, y la Maga no estaba”.

Para el músico y director de orquesta Luis Herrera de la Fuente, la novela Rayuela resultó un descubrimiento tan apasionante que tuvo que leerla tres veces por lo menos en la época en que fue publicada.

“La leí de corrido, la leí salteada como Cortázar nos indicaba, creo que hasta la leí de cabeza. Es mi novela de cabecera, cada día la encuentro más apasionante e inexplicablemente importante. Su novela fue la auténtica explosión del boom latinoamericano. Yo soy un músico, un escritor a veces, no lo niego, pero sobre todo un lector que fue encausado por su abuelo desde muy pequeño a leer todos los días”.

Consideró que con esta obra de Julio Cortázar toda una generación de latinoamericanos aprendió a hacer suya la literatura de sus propias latitudes y a sentir curiosidad por sus nuevos escritores.

“Mi abuelo me explicaba que debemos convertirnos en lectores profundos. Porque los escritores son muy profundos y si no sabemos leer, no podremos comprender jamás el arte de la escritura, y para mí Julio Cortázar es una de mis aventuras más extraordinarias como lector de muchas literaturas”, agregó Luis Herrera de la Fuente.

El historiador Álvaro Matute aseguró que Rayuela llenó toda una época, simplemente porque fue un parteaguas dentro de la narrativa latinoamericana. Y aunque se conocían algunos cuentos de Cortázar, fue muy grata la sorpresa cuando apareció como toda una novedad dentro de una danza mediática asombrosa entre el 63 y el 64.

“Su Rayuela es un caso único en la historia, pues su distribución llenó la demanda de nuestro continente y al mismo tiempo la del continente europeo. La razón era evidente, Julio Cortázar había roto con los diques de todas las características de estilo conocidas hasta ese momento y el juego extraordinario entre personajes y lectores se tornó mágico cuando nos enfrentamos a una construcción asombrosa de personajes”.

Para Álvaro Matute, con Oliveira y la Maga, Cortázar nos hizo leer en todas las dimensiones posibles y dentro de un anclaje de historias muy profundas, muy intensas y conmovedoras, pero al mismo tiempo irrenunciablemente humorísticas.

“Lo fabuloso fue también que nos invitó a gozarlo, a aceptarlo y a apoyarlo en todas las propuestas de lectura enseñándonos a todos al mismo tiempo a leer, a escribir y a disfrutar”.

La poeta Elba Macías expuso que Rayuela provoca una actitud protagónica a los lectores y esta característica es uno de los tantos elementos que nos ofrece la novela clásica. En Rayuela la cotidianidad es la aventura y la fantasía —dijo— e incluso los elementos trágicos se expresan con sentido del humor.

“Todos los que leímos Rayuela ya no volvimos a ser los mismos. Es una gran celebración para la generación nuestra haber leído a los 19 o 20 años esta obra. Todas las muchachas queríamos ser la Maga y todos los jóvenes querían encontrar a la Maga”.

El pintor Roger von Gunten, quien participa con una obra en la exposición De la tierra al cielo. 50 años de Rayuela, dijo que hace poco volvió a leer esta obra y se percató de cuán emblemática fue esa novela para la generación de los sesenta.

“La siento ajena en el tiempo, lamentablemente los tiempos han cambiado mucho, pero eso lo hace más disfrutable, como un oasis. Mi personaje preferido, por supuesto es la Maga, y yo recuerdo que la leí ahí por el año 65 y me dije que nunca había leído algo tan emblemático, tan original y revolucionario”.

A su vez, Gabriel Macotela, quien por igual participa en la muestra que se presenta en la galería del Centro Cultural Bella Época del Fondo de Cultura Económica, dijo que Rayuela siempre será un símbolo de Latinoamérica.

“Es una obra cuya trascendencia está a la par de las obras de otros grande autores como Juan Rulfo, mostrándonos una poética asombrosa. Yo estaba en la preparatoria cuando salió y fue un acontecimiento, todos nos emocionamos con Julio Cortázar, pero para ser más preciso, con su corazón, ese corazón poderosos y generoso que llenó de vitalidad a la literatura de nuestro continente”.

Finalmente, el pintor Leonardo Nieman, estimó que sin Rayuela y sus personajes no podrían explicarse los sueños y el despertar de una generación que vivió una de las décadas más vertiginosas de la historia.

“Eran los sesenta, todos los cambios sobrevenían como en una avalancha, ahí estaba la lucha contra el racismo en Estados Unidos, la Guerra Fría, la amenaza de una guerra nuclear, muros se erguían para separara a ciudades como en el caso de Alemania, y entonces surge ese hombre llamado Julio Cortázar con una novela en la que muchos encontraron consuelo, un hombre niño que lo mismo podía describir a un gato calculista, que el amor de una pareja o hablarnos de ese Reino, un reino perfecto del que decía, todos proveníamos y a veces recordábamos”.

Entre los pasajes preferidos de Rayuela que recuerda Nierman, se encuentra el del capítulo 7, donde Cortázar escribe:

“Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar… Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope.”

“Más que una novela, Rayuela es una casa a donde todos podemos volver de vez en cuando, una casa generosa, con muchas habitaciones, con muchos ambientes… una casa con amigos, con mate, con muchas ventanas en las que jamás podremos sentirnos solos”, concluyó Leonardo Nierman.