COLUMNA DEL HUB OAXACA

Por: Saúl Fuentes Olivares*

En los últimos años he percibido como el enfoque del emprendedor social ha venido ganando terreno en el campo del sector social, impulsado por fundaciones, incubadoras y aceleradoras de empresas. No me había ocupado el tema, hasta que en algunos foros se ha presentado como la alternativa para los cambios sociales que requieren nuestras sociedades, comparándose con las organizaciones civiles o los activistas sociales, pero peyorizando el trabajo que vienen haciendo éstos últimos. Alegando que no han mostrado modelos de la sostenibilidad financiera de sus proyectos sociales.

Me parece que existen diferencias sustanciales que hacen de ambos, dos caminos distintos y quizá convergentes.

El “nuevo” enfoque de emprendimiento:

  • Deja de lado el trabajo necesario en el cambio de las condiciones de políticas públicas, del marco legal  y regulatorio, y  visibiliza como la opción, la de implementar los proyectos rentables a partir de las necesidades de la base de la pirámide (los pobres).
  • Desarrollar un producto y servicio tomando en cuenta las necesidades de las personas, venderlo bien para buscar inversionistas, y ofrecer productos o servicios a bajo costo con criterios de sustentabilidad;
  • Privilegia al “beneficiario” o “agente social” como un cliente pasivo que recibe y consume, no se le percibe como un agente transformador, es un consumidor más dentro de la cadena de mercado.
  • Promueve al individuo antes que el colectivo; y en este sentido no se orienta en la construcción de lo público sino de lo privado.
  • Es una distinta forma de hacer negocios, no de hacer un trabajo de transformación social. Partiendo de un plan de negocios y no de un plan o programa social.

Estamos en un tránsito peligroso de pensamiento, de privilegiar el enfoque de negocios sociales no transformadores de las causas reales de la pobreza. Una especie de conquista ideológica que poco a poco va permeando en la mentalidad de los jóvenes y no tan jóvenes, que aunque llevan a cabo procesos importantes y proyectos efectivos, están corriendo el riesgo de perder su identidad social.

Las fórmula del emprendimiento social y del activismo se basan en principios distintos; en el primero, quien tiene para pagar  por un producto o servicio accede a él; y en el segundo, si no tienes la capacidad adquisitiva para acceder a servicios básicos y bienes fundamentales, accedes a través de la organización, de la formación, de la auto-gestión y  del apoyo mutuo. En el caso del primero, para los beneficiarios la proporción del beneficio obtenido dependerá del poder adquisitivo; y en el segundo caso, la proporción del beneficio, será igual al esfuerzo y trabajo invertido en colectivo o comunidad.

El papel que las organizaciones civiles y activistas han desempeñado, ha generado cambios que se observan en la ciudadanía o en las políticas han tenido que implementar los gobiernos en temas como la juventud, las mujeres, la salud, desarrollo sustentable, el agua, la inclusividad, entre otros; no son temas que ha tomado el camino del negocio, han sido procesos de al menos 40 años, a fuerza de debates —si quieren ideológicos por qué no—, de revisiones y modificaciones de los marcos regulatorios, de promoción comunitaria y educación no formal, de la organización y protesta social, del protagonismo juvenil con una actitud más crítica de su realidad social. Pero desarrollar fórmulas de negocios para atender estos temas es una tendencia que nos lleva a sugerir que los asuntos públicos se hagan privados, que las empresas sean quiénes tomen la responsabilidad de proporcionar los servicios y bienes públicos.

Los grandes ricos del mundo y de nuestro país ya no están dispuestos a invertir en proyectos sociales ni sacrificar su riqueza que han acumulado a costa de miles de trabajadores bajo condiciones ventajosas y al amparo de los gobiernos corruptos. Ahora dicen que no es posible sostener la inyección de recursos a proyectos sociales, y le quieren pasar la factura a la clase media, los jóvenes, los pobres, quienes deben de resolver las situaciones de desigualdad haciendo negocios para los más pobres, bajo el mismo modelo económico y de mercado.

En México, tan sólo 35 familias acumulan más del total de nuestra deuda externa, y quieren renunciar a su responsabilidad de mejorar las condiciones de pobreza en nuestro país y en otros países del mundo.

En el caso que un distraído piense que emprender en lo social le redituará en inmensas ganancias desde la hipótesis de la innovación como principio, al respecto en la Revista Forbes Jonathan Torres señala “Hay tan pocas posibilidades de volverse rico por las grandes ideas en este país que si Bill Gates fuera mexicano no existiría su fortuna”. “No hay innovaciones, son fortunas que se heredan. No vemos jóvenes que destacaron por su creatividad, sino hijos de empresarios metidos en sectores que el gobierno no ha querido regular”.

No confundamos, business son business, y es legítimo que exista una tendencia de empresas más éticas que incursionan en los mercados; pero, no es con ellas que cambiaremos con las situaciones de desigualdad y deterioro de nuestro planeta.  Aquí hay una visión reduccionista del quehacer de la sociedad civil, a la que se quiere adjudicar un papel de carácter técnico, y eliminando la acción y el carácter político de sus acciones en el campo de lo público.

Como decía mi abuela, una cosas es una cosa y otra cosa es otra cosa. Las cosas por su nombre.

*Saúl Fuentes Olivares. Es miembro de diversos organismos civiles de los estados de Oaxaca y México. Consultor especialista en desarrollo social y en sistemas de evaluación de impacto