El asalto educativo

eloriente.net

21 de abril de 2014

Por: Miguel Carbonell

Los datos del Censo Educativo levantado por el INEGI han desatado una ola de profunda indignación. Nos hemos enterado que hay 39 mil profesores que son sencillamente “aviadores”, ya que no se sabe en qué escuela dan clase ni se les ha podido localizar de ninguna forma. Se calcula que esos aviadores nos cuestan a los contribuyentes más de 330 millones de pesos cada mes.

Aparte hay más de 30 mil maestros comisionados o con licencia, que cobran, pero no dan clase. Y otros 114 mil que ya están jubilados, han recibido una pensión de invalidez o de plano ya fallecieron, pero siguen cobrando como si todavía dieran clase.

El INEGI nos advierte también que 97 mil maestros tienen asignadas cuatro o más plazas, lo que los convierte de hecho en verdaderos superhéroes, pues seguramente dan clase a todas horas y todos los días. Otros 41 mil tienen asignadas 3 plazas y más 103 mil profesores tienen dos plazas asignadas. El pluriempleo creo que se le llama.

También hemos podido saber que un 10% de escuelas no tienen ni siquiera algo tan elemental como baños. Un 40% no tiene computadoras, que son hoy en día indispensables para generar conocimientos de calidad en los alumnos. De hecho, en el 15% de nuestras escuelas no hay sillas y en una de cada 10 escuelas no hay pizarrón. En una de cada cinco escuelas el profesor no tiene escritorio ni silla.

Las diferencias regionales son enormes: el 95% de las escuelas en el Distrito Federal tienen internet, pero solamente cuentan con acceso a la red el 6% de las escuelas en Chiapas y solamente el 12% en Michoacán y Tabasco.

En más de la mitad de las escuelas no hay salidas de emergencia, ni zonas de seguridad que puedan ser utilizadas ante un caso de sismo, por ejemplo; simplemente este último par de datos ya debería encender todas las alarmas, pues supone un riesgo incluso para la vida o la integridad física de los alumnos.

Hay 23 mil centros educativos en el país que no cuentan con ningún tipo de permiso para funcionar ni con reconocimiento por parte de las autoridades educativas, las cuales tendrán que cerrarlos o regularizarlos de alguna manera. Incluso hubo 460 centros educativos que no pudieron ni siquiera ser localizados por el INEGI: son “escuelas fantasma”.

En las entidades federativas en las que tiene mayor dominio la CNTE, como Chiapas, Oaxaca y Michoacán los resultados son todavía peores, aunque en una parte de sus escuelas los maestros de la Coordinadora no permitieron que se levantara el censo.

Todo lo anterior nos demuestra que en muchas de esas escuelas en realidad se simula el proceso educativo: el profesor hace como que enseña y los alumnos hacen como que aprenden.

De esa forma se va dibujando, desde los niveles más elementales de la enseñanza, un futuro marcado por la derrota en todos los campos. Una parte de los alumnos que sufren ese lamentable sistema educativo serán profesionales poco preparados, aspirarán a bajos sueldos o a integrarse a la economía informal (o incluso peor: a la delincuencia organizada) y su horizonte vital estará ya para siempre limitado.

Los datos, como puede verse no son nada alentadores. La respuesta frente a un panorama tan lúgubre no puede consistir solamente en la simpleza que se suele repetir irreflexivamente en el sentido de invertir más dinero en educación. De hecho, México invierte el 5% de su PIB y el 23% de su gasto público en educación, que son cifras muy superiores a la de los países más industrializados de la OCDE, aunque los resultados de nuestros niños en las pruebas internacionales de conocimientos son por demás deplorables.

¿Qué tan mal estamos en realidad? Por si los datos anteriores no fueran suficientes, le pongo a su consideración los siguientes: según la prueba PISA 2012 aplicada por la OCDE y cuyos resultados fueron dados a conocer a finales de 2013, nuestros niños tienen un nivel educativo tan bajo que si seguimos al paso que vamos nos tardaremos 26 años en alcanzar el promedio que los países de la OCDE tienen hoy y 55 años para alcanzar al puntero en matemáticas (siempre y cuando el puntero no avance nada en esas cinco décadas, claro está). Nos tardaremos 27 años en tener el mismo promedio que tiene hoy la OCDE y 64 años en alcanzar al puntero en lectura. Y nos tardaremos (ahí viene el dato demoledor) 77 y 149 años en alcanzar el promedio de la OCDE y al puntero de la prueba PISA 2012 en ciencias.

De todos los datos anteriores se debería desprender un verdadero movimiento de rabia y de urgencia nacional. No podemos tolerar que se nos siga robando de esa manera, que se nos siga engañando, que se siga dando esa grosera simulación educativa. Si después de saber todo eso no hacemos nada, la conclusión a la que llegaremos es que tenemos el sistema educativo que en realidad nos merecemos, ya que no estamos dispuestos a luchar por uno mejor. Triste, pero cierto, a reserva de que dentro de unos meses se observe un giro radical que nos permita abrigar alguna esperanza, por pequeña que sea.

Foto: Ezequiel Leyva

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