Por N22

Las prendas mexicanas provienen de costumbres y tradiciones que han sido transmitidas de generación en generación; El diseño, sus colores y texturas han generado la fascinación del público tanto nacional como extranjero, provocando así que muchas marcas internacionales se interesen en ellas haciendo, según las firmas, un “reconocimiento” a estas culturas a través de la representación textil de las prendas, sin embargo, a esto en realidad se le conoce como plagio.

Las empresas francesas son las que más han cometido actos de plagio, además de marcas reconocidas como Louis Vuitton, Mango, Isabel Marant, entre otras, apropiándose de diseños tradicionales mexicanos, dos ejemplos son: Zara que en 2018 plagió los bordados de artesanas chiapanecas, vendiendo los productos por todo el mundo sin darle los derechos de originalidad a las artesanas, entre ellas María Méndez quien comentó molesta «es una falta de respeto porque esos bordados son de nuestros ancestros y que nos enseñaron nuestros abuelos cuando fuimos creciendo y así de generación en generación. Es una tradición, no es justo que la copien», esto para eldiario.es.

Recientemente Carolina Herrera, que para su nueva colección Crucero 2020 se inspiró en el amanecer de Tulum, la luz de Lima, las olas en José Ignacio para sus diseños, causó molestias al Gobierno de México por el evidente plagio de la vestimenta de los pueblos indígenas. El gobierno acusó a Wes Gordon diseñador a cargo de la colección de apropiación cultural y la Secretaría de Cultura a través de una carta dirigida a la marca pidió una explicación acerca del uso de los bordados originarios del pueblo mexicano.  Puedes leer la carta completa a continuación:



Entre varios de sus diseños destaca un vestido por encima de la rodilla con varias flores bordadas de muchos colores como las que se encuentran en Tehuantepec Oaxaca, o un vestido blanco largo con bordados de animales y flores, similares a los que se realizan en Tenango de Doria, Hidalgo, que traen consigo un significado familiar y a la vez comunitario.

Ante dicha acusación, Wes Gordon explicó que su colección rinde un homenaje a la cultura mexicana y le dio reconocimiento al trabajo artesanal que realizan los mexicanos. Ante esta justificación, Carla Fernández diseñadora mexicana comentó al respecto «en ningún momento hay una mención a las comunidades, no puede ser un homenaje si no nombras a quienes estás homenajeando.» Por lo que la explicación se vuelve vana, esto no compensa el trabajo que hacen las personas, tomando en consideración el esfuerzo que implica, para la realización de los bordados artesanales se requiere de una semana o más para terminar cada diseño a mano, el producto cuesta alrededor de 400 pesos, pero muchas veces se rebaja el precio para poder venderlo y es el principal sustento para muchas familias mexicanas, mientras que el bordado comercial se hace a través de máquinas en menos de una hora, se venden en tiendas comerciales a más de 600 pesos cada uno, sin dar retribución a las personas de donde obtienen la idea, esto genera un desacuerdo entre comunidades indígenas, gobiernos y empresas.

El plagio en México todavía no se encuentra bien establecido ante la ley y por eso es difícil tomar represalias en contra de quienes cometen este tipo de acto, la pena correspondiente es según la decisión de la dependencia donde se ha cometido el delito. Para más información al respecto visitar la siguiente página: https://www.indautor.gob.mx/documentos/marco-juridico/codigopenalL.pdf

El plagio se ha vuelto un crimen cultural que afecta a los artesanos, debido a esto las autoridades buscan hacer justicia y defender la creatividad de los mexicanos. Muchos pueblos indígenas principalmente de Oaxaca, Hidalgo y Chiapas han sufrido problemas de plagio de sus vestimentas típicas que forman parte de su historia y cultura, y dan muestra de su inconformidad y enojo, como es el caso del presidente municipal de Juchitán Oaxaca, Emilio Montero, quien comentó «basta ya de ver a nuestro patrimonio cultural material e inmaterial como simples mercancías que esperan ser comercializadas, antes que tratarlas como producto inmanente de los pueblos originarios de México.»

 



El Gobierno de México por más de siete meses ha buscado poner fin a este gran problema, dándole la titularidad de elementos culturales a las comunidades basándose en el derecho colectivo, para que sean ellos quienes decidan a quién autorizar el uso de sus prendas. La senadora Susana Harp advirtió que si las marcas quieren utilizar los diseños de los artesanos mexicanos deben de hacerlo en colaboración con ellos, de manera ordenada y respetuosa, como es caso de Carla Fernández quien trabaja de la mano de artesanos del municipio de Chenalhó, Chiapas para la elaboración de sus diseños de moda, haciendo verdaderamente un homenaje a la cultura de los pueblos y poniendo fin al plagio en México.

Con el mismo objetivo, el Fonart se ha unido a la defensa del patrimonio cultural, apoyando a artesanos a no quedarse callados y denunciar cualquier acto de apropiación cultural, con el objetivo de hacer visibles a los pueblos y fomentar la inclusión de los artesanos en proyectos donde se involucre la cultura y la tradición a la cual pertenecen.

Por otra parte, la presidenta de la Comisión de Cultural de la Cámara Alta creó el hashtag #Mexicosinplagio donde se podrá reportar a través de redes sociales si ven piezas o ropa que involucren diseños e iconografías indígenas, ya sea en tiendas/almacenes nacionales como internacionales e hizo una invitación a comprar mercancía originaria de pueblos indígenas. Todo esto con el fin de evitar que personas o compañías ajenas se apropien del trabajo y conocimiento ancestral de las comunidades.