En el marco del bicentenario de la Independencia, el Congreso de la Unión le concedió el título honorífico de Benemérita y Dulcísima Madre de la Patria.
Leona Vicario, mujer bella, adinerada y de amplia educación para su tiempo, fue una de las primeras personas que conspiró en la lucha de México por la Independencia, junto con su esposo, el abogado Andrés Quintana Roo.
Por su decisiva y fundamental participación en el movimiento, por el cual se expuso a multitud de riesgos y penurias, se le llamó la mujer fuerte de la Independencia.
En los últimos momentos de la guerra de independencia, en julio de 1820 se celebró en Toluca, Estado de México, un acto de juramento a la Constitución de Cádiz, la primera Carta magna vigente en México como país independiente. Este acontecimiento llevó a Leona a escribir La libertad y la tiranía.
«La libertad y la tiranía» de Leona Vicario
Llega, y la diosa a tan feroz aspecto
Un vivo grito en su sorpresa lanza,
Sin que para increpar a su enemigo
Le faltasen enérgicas palabras.
¿Cómo –le dice- a profanar se atreven,
Sangrienta Tiranía, tus pisadas
La mansión venturosa que Pelayo
A mis cultos devoto consagrara?
¿Más víctimas buscando acaso vienes
En estas soledades apartadas,
Porque en los pueblos donde impío domina
Tu insaciable furor ya no las halla?
¿Qué designio fatal, como son todos
Los que en tu negro espíritu se fraguan,
Te ha traído a perturbar la paz serena
De aquesta fragosísima morada?
Allá donde tus leyes sanguinosas
Son vilmente de esclavos acatadas,
Dirigir puedes el violento paso
Que ya mucho a mis ansias lo retardas
¡Cuán vanamente – el monstruo le replica-
Aquí de mi furor salvarte aguardas!
¿Qué sirve mi poder si tú rendida
La cerviz no doblegas a mis plantas?
Mientras respires el vital aliento
En falaz apariencia abandonada.
Mientras de tus doctrinas lisonjeras
Hasta el último alumno no se acaba.
Vacila el trono en que terrible impero,
El público deseo se propaga
Con que España inconstante en sus ideas
Por mi exterminio fervorosa clama.
Si logro, pues, que con tu muerte queden
Sus dulces ilusiones disipadas,
No temeré la ruina que inminente
A mi poder envejecido amaga.
¿Cómo, cruel enemiga de los hombres,
-Tímida la deidad así le hablaba-
Cómo…Iba a seguir cuando sus quejas
Interrumpió la novelera fama.
Vino del aura leve conducida
Desde la isla de Bética ensalzada,
Más por ser de las cortes cuna ilustre
Que por todas sus célebres batallas.
Al ver la Libertad, llegar la nuncia
De heroicos hechos, de ínclitas hazañas,
A escuchar las mayores, más gloriosas
Su enajenado espíritu prepara.
Suspende ya- le dije –de tu llanto
El abundante riego, diosa amada,
La España te dispone en su alegría
Regias coronas, vencedoras palmas.
Atónita la reina bienhechora
Escuchó la dulcísima embajada,
Su píleo y su vindicta al punto toma
Y de Mantua a su alcázar se adelanta.
Desaparece la oscura Tiranía,
Incierta y triste por los aires vaga,
Hasta que a las regiones del oriente,
Su antiguo asilo, el torpe paso avanza.
El ancho océano su ámbito espacioso,
En justo obsequio de la nueva grata
Reduce a breve trecho, y facilita
Estorbos que pudiera hallar la fama.
Viene pues, por el México anunciando
Que ya la Libertad reina en España,
Cuyo duro dominio o Tiranía
Cambiará presto en amistosa alianza.
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