La mayoría de nosotros puede recordar los momentos de infancia como eventos de alegría, aprendizaje, experiencias y enseñanzas, como la primera vez que fuimos a la escuela, el primer amigo que hicimos, la primera vez que nos gustó alguien, etc. Sin embargo hacen su aparición también otros recuerdos que no son positivos, sino que muy por el contrario nos pudieron dejar marca o valiosas –pero dolorosas- lecciones.
Dentro de este baúl de recuerdos destaca algo que sucede en las escuelas, sucedió y que se repite en la actualidad: el famoso acoso escolar, también llamado bullying, que consiste en una serie de conductas que una persona comete contra otra, que implican la agresión ya sea de abuso físico, emocional o psicológico, con la particularidad de que el objetivo del acosador es aislar a la víctima y encasillarla en un marco de vulnerabilidad. Curiosamente para ser un tema de frecuencia y cotidianidad, no es algo que se prevenga y maneje de manera constante y activa en las escuelas.
La pregunta aquí es ¿Por qué sucede esto? ¿Qué se puede hacer al respecto? ¿Es necesario visibilizar el problema?, iniciando por la primer pregunta debemos tomar el antecedente genético que los seres humanos tenemos en nuestro desarrollo evolutivo, pues al ser parte del reino animal, hay en nuestro cerebro estructuras que determinan nuestra conducta, nuestro ajuste al medio y la satisfacción de necesidades. Al respecto puede surgir la pregunta ¿el niño nace malo o bueno?, siendo la respuesta que los niños nacen “malos” y que es el mismo proceso de socialización y educación lo que permite que funcionen en sociedad y repriman conductas y deseos que públicamente no pueden ser vistos, es decir, si a un niño pequeño los padres y cuidadores no le ponen límites respecto a su hacer, crecerá bajo la idea de que sus deseos deben ser cumplidos y que no necesita preocuparse por los otros, e incluso puede abusar de ellos.
Teniendo en cuenta este antecedente, encontrar la génesis del acoso escolar es un poco más complejo, pues no solo son los impulsos que los acosadores pueden tener hacia sus pares sino también los modelos de comportamiento que observan y viven dentro de sus familias, pues un niño que observa que en su casa los padres tienden a discutir, confrontarse o pelear aprende por medio de la observación estas conductas y es muy probable que las repita con sus pares, por otro lado deben observarse las emociones, porque una inadecuada expresión de las mismas pueden generar desajustes y conductas poco favorables en los niños.
Del lado de la víctima es importante ser empático, pues son personas que pueden asumir el maltrato como algo natural y su forma de responder es la sumisión, por lo tanto el denunciar o defenderse puede ser algo muy complicado, en estos casos las variables como lo que observan en casa o la forma en que manejan sus emociones también son relevantes pues a diferencia del acosador tienden a implotar (explotar hacia dentro).
Respecto a las intervenciones que se pueden hacer, destaca en primer lugar la comunicación, pues el uso efectivo de palabras pueden desarmar a alguien que acosa, por ejemplo utilizar preguntas o evidenciar emociones son estrategias que pueden detener agresiones; en otro sentido la comunicación con los maestros, directivos o tutores es otra estrategia, pues sucede que en ocasiones los niños se abstienen de avisar a sus profesores por la inacción de los mismos; y en el tercer apartado la comunicación con los padres, que tiene dos vertientes, la primera lo que los niños pueden comunicar a sus padres y la segunda la forma en que los padres y los maestros hablan de esta clase de temas.
Ahora, una herramienta clave que no puede pasar desapercibida es educar en las emociones nociones básicas de inteligencia emocional, pues ¿de qué sirve que un niño sepa colocar Urano en el sistema solar sino sabe dónde colocar su rabia o enojo?
Para concluir es necesario visibilizar los casos de acoso, para mostrar a los niños mejores formas de comunicación y manejo de emociones para que puedan sentirse seguros, plenos y felices, puedan percibirse un ambiente escolar de mayor armonía y que las generaciones nuevas sepan que existen medios para resolver situaciones que benefician a todos.