Normalmente, cuando describimos en alguna clase las características propias del ser humano surgen sus virtudes en primer lugar, argumentos como los seres humanos somos capaces de transformar el entorno y adaptarlo a nuestras necesidades, innovar la forma de ver las cosas, encontrar nuevas perspectivas, crear obras de arte, dar grandes contribuciones que transciendan la barrera del tiempo, ser los únicos seres racionales dentro del reino animal y un gran etcétera. Sin embargo, algo que nos cuesta reconocer de manera abierta son aquellas características que nos hacen sentir incomodos o inadaptados, de alguna manera nuestro lado oscuro, que es inevitable y que constituye una parte importante de nuestra humanidad, ideas como: el ser humano es el único animal que tropieza con la misma piedra dos veces,  que los seres humanos somos capaces de una crueldad sin fronteras, que asumimos que siempre tenemos la razón y que el mundo es como nosotros creemos, entre otros.

Este equilibrio es necesario para entender que normalmente nos movemos por el mundo con posturas extremas, que nos inclinan de un lado o de otro, y que proporcionan conceptos fijos que determinan en gran medida nuestra percepción de la realidad.

Lo interesante es cuando estos conceptos se quedan cortos para poder explicar lo que sucede en nosotros mismo o en nuestro alrededor, por ejemplo,  si somos seres racionales ¿Por qué cuando nos enamoramos cometemos errores que son obvios?, ¿Por qué si defendemos una idea a veces actuamos de una manera completamente contraria a lo que decimos?



Para poder contestar –al menos parcialmente- esta pregunta necesitamos abrir nuestra mente a nuevas perspectivas que no solo nos ubiquen en un lado del claro-oscuro, de la dualidad, sino una nueva postura que pueda integrar y que no tenga como eje ser un polo de ideas para explicar la realidad, es decir, entre el blanco y el negro hallar el gris.

Hallar el gris implica tener otros referentes que nos permitan articular de mejor manera una postura más centrada y que tenga mayor alcance en sus fines interpretativos de la realidad, entiéndase pues que por ejemplo cuando hablamos del tema de la paz y educar para la paz, necesitamos trascender las posturas clásicas de la guerra y la paz, es decir, la armonía y el conflicto, para dar paso a hacer preguntas que nos obliguen a investigar más o pensar desde un lugar diferente.

Podemos entonces pensar en otras preguntas como ¿la agresividad tiene que ser negativa? Si los seres humanos por naturaleza somos agresivos ¿entonces por naturaleza somos malos? ¿Se puede entender de una forma distinta la agresividad? ¿Para qué sirve ser agresivo? ¿Debe tener necesariamente un fin negativo o de daño a otros? ¿Puede tener una función adaptativa?

Para poder desmitificar y comprender de mejor manera la agresividad es necesario comprender que, en efecto, los seres humanos por naturaleza somos agresivos, y que esta agresividad es un mecanismo necesario para asegurar la supervivencia como especie, pues nos permite adaptarnos al medio y protegernos de alguna manera de los estímulos que pueden ser amenazantes del medio.

Sin embargo, la forma en que se expresa y canaliza la agresividad se va transformando dependiendo de nuestra edad, nuestra etapa de desarrollo y nuestro mismo desarrollo cerebral, pues conforme vamos creciendo vamos encontrando nuevas maneras de resolver situaciones de estrés que pueden ponernos agresivos.

A nadie le sorprende que un niño de 2 años haga un berrinche y sea agresivo, pues se considera como algo propio de su edad, cosa que cambia mucho si el mismo berrinche se hace a los 25 años, porque se espera que el adulto pueda resolver de una mejor manera aquellos estímulos que le tensan y estresan. Esto es un punto clave para re entender la agresividad, pues en última instancia al agresividad es un recurso primitivo que opera cuando la persona se siente rebasada y no puede resolver una situación, esto da una nueva perspectiva a simplemente asumir que las personas agresivas son malas o negativas, sino que abre una puerta a una mayor compresión de la agresividad y sus causas.

Finalmente para poder educar en la paz es esencial entender las causas reales de la agresividad para articular nuevas formas de trabajarla a fin de no criticar o señalar a alguien sino generar un puente de empatía que extinga la agresividad en su base para brindarle a la persona opciones para que pueda resolver aquello que le aqueja.