"Bella Santa Muerte" por Andrea Mayerly Niño Hernández. Licenciado bajo CC BY-SA 4.0




 
Por: N22 / Ohmar Vera

En las últimas décadas, en México se ha hecho evidente el resurgimiento de prácticas devocionales primitivas, tribales y paganas; tal es el caso de la devoción a la Santa Muerte y el culto a San Judas Tadeo. Ambos, aparentemente opuestos en su origen, comparten símbolos de fe y, en ocasiones, se retroalimentan en sus prácticas.

El culto a la muerte posa sus orígenes en el México prehispánico, donde el equilibrio de la vida no podía darlo sino la muerte. En la cultura Azteca, ésta figuró como una divinidad: Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl (dios y diosa de la muerte); y en la cultura maya, como Ah Puch, dios del Xibalbá o el inframundo.

Tras la evangelización en la Nueva España la figura de la Santa Muerte surgió como un sincretismo, entre la cosmovisión mesoamericana y la religión católica. La adoración de un esqueleto al que llamaban “Santa Muerte”, fue santificado al igual que un santo católico; sin embargo, se ocultó por siglos del señalamiento cristiano.



 El periodista de la revista Proceso, autor del libro Santos populares, José Gil, señala que: «La Santa Muerte es un tipo de sincretismo , el primer caso que se tiene de su presencia es en 1797, en el pueblo de San Luis de la Paz en Guanajuato. Ahí un grupo de indígenas rezándole a una calaca; le pedían lo mismo que le piden hoy: protección.»

Alfonso Hernández, cronista de Tepito y autonombrado hojalatero social, cuenta que «la gente decidió santificar a la muerte porque los ministerios oficiales no la reconocen, dicen que no existe, entonces la barriada dice, “¿cómo chingados no, entonces por qué se muere la gente?” -no, pero cristo resucitó, venció a la muerte- ese es el discurso.»

La devoción a San Judas Tadeo creció en popularidad a la par de la crisis de los años ochenta, por adeptos que, adoptando prácticas poco ortodoxas para la iglesia católica, lo convirtieron en el santo de las causas imposibles y los desesperados. En su centro de culto, la iglesia de San Hipólito, hoy el más importante de México, después de la basílica de Guadalupe, cada día 28 se reúnen miles de fieles, en su mayoría provenientes de zonas marginadas de la ciudad.

José Gil: «Sucede con San Judas Tadeo que es un santo oficial, por así decirlo, que está en la iglesia de San Hipólito, en el centro de la ciudad. Hay que ver el contexto: está en una colonia muy popular con familias muy pobres, hay mucho vagabundo, teporocho, drogadicto, gente muy marginada […] conforme pasa el tiempo, San Judas se apropia de esa iglesia, es un gandalla porque se apropia de ese espacio y la gente lo celebra.»

En 2001, Enriqueta Romero erigió el primer altar a la Santa Muerte en el corazón de Tepito, en una época de crisis política, económica, social y religiosa. “Doña Queta”, quien conoció hace 57 años, por una tía, la imagen de la Santa Muerte decidió hace 18, sacarla frente a su casa, en la calle de Alfarería número 12, lo que dio inicio al culto popular de la santa muerte o niña blanca.

“Doña Queta” lo recuerda así: «Empezó la gente a llegar y yo dije “¡Ay dios mío!”. Hay familias enteras, desde los abuelitos, y es una cadena […], buscamos por todos lados y vemos de dónde nos agarramos y llega la gente le piden y las ayuda, física, moral, espiritualmente se van muy felices pidiéndole.»

Alfonso Hernández: «Es una devoción emergente a una deidad de la crisis, una crisis que no nos ha dejado ver en qué parte del mestizaje vamos, cultural y religioso, es un sincretismo interesante cuya devoción surge en este barrio cabrón, controvertido emblemático, bravo.»

A San Juditas se le piden favores a cambio de mandas y rituales, que van desde cargar su figura por kilómetros hacia el templo y colgarle pulseras y escapularios, hasta llevar su vestimenta puesta al templo de San Hipólito; en ocasiones el bastón que originalmente lleva san judas en su mano derecha, se le mueve a la izquierda para pedir favores especiales.

Frente al templo de San Hipólito está el puesto que la señora Rosa Santos, que ha atendido por más de veinte años, en donde vende todo tipo de artículos para la devoción a san Judas:

«Vienen y traen a su San Judas cada mes y le compran un collar, un rosario, según sus promesa […] el color de San Judas es el amarillo con verde y la pulsera roja es para las envidias y malas vibras 10,54 […] los milagritos vienen diferentes: cabeza, ojos, corazón eso mucha gente lo compra porque operan a su pariente y le prometen al santo ponerla según lo que lo operen […] Ya cuando el santo cumple, traen atole, tamales, dulces, dependiendo de su economía, el 28.»

El Padre Óscar Rodríguez, misionero claretiano, es miembro del templo desde hace más de quince años, para él, estas expresiones de fe de deben a una especie de fanatismo:

«Todos quieren vestirse de Judas, a lo mejor se bendice la gente, los niños, lo traen en su morral, los días 28, todo ese fenómeno lo vemos aquí  […] en esa devoción existe de todo y con mayor razón de los que son fanáticos, porque la mayoría de la gente es fanática, no es crítica, consciente. Ya la persona consciente toma las cosas un poquito más en serio  […] entonces eso no se vale, aunque sea San Judas, no es para crear fanáticos.»

Para algunos devotos, la figura femenina de la Santa Muerte y la masculina de San Judas se complementan, representando el concepto prehispánico de la dualidad. «Cada fin de mes tanto la Santa Muerte como San Judas Tadeo tienen misas, y muchas veces en el caso de San Judas Tadeo los devotos de la Santa Muerte llevan su imagen a la iglesia católica, que la iglesia católica satanizó, ha satanizado este culto popular, pero se meten, ahí en la iglesia y le rezan. O sea, les rezan a las dos, a la Santa Muerte y también a San judas Tadeo.»



La devoción a la santa muerte permite a sus fieles entender los ciclos inevitables de la vida y la muerte.

“Doña Queta”: «porque te enseñanza ser agradecido con la muerte y mira que te voy a decir una cosa, tú eres el agradecido, ella es ciega sorda y muda, ella no te pide nada y eso te va llenando de buenos méritos a ti […] ¿Miedo? ¿A qué? Si tú me llegaras a preguntar si yo le tengo miedo a la muerte, yo te digo que no y pues porque no sé qué es morirse, no hay hora para nacer ni para morirse, el día que muera me voy a morir, pero quiero ser feliz.»

El culto a San Judas les hace posible relacionarse con Dios, sin la intercesión de ninguna autoridad religiosa.

Alfonso Hernández: «Había que sopesar, como en el caso de San Judas Tadeo, que la Guadalupe hace milagros, pero la Santa Muerte hace el paro y lo que necesita la gente es alguien más cabrón, más cerca de su realidad, que le haga el paro, que le de la fuerza necesaria para salir adelante.»

Tanto en la devoción a la Santa Muerte como a San Juditas, vemos desde el joven pidiendo el paro para entrar a la universidad, como el universitario pidiendo chamba; desde el policía buscando protección del delincuente, hasta el delincuente suplicando protección ante los abusos de la policía.»

José Gil: «En lugar de que la gente necesitada de estos derechos constitucionales salga a la calle a protestar, se van y rezan a estos santos populares que son de alguna manera amortiguadores de la inconformidad social. En tiempos de crisis,  lo que no está en crisis es la fe y la gente busca de qué agarrarse en medio de esta espiral de violencia, de inseguridad, de asesinatos, de feminicidios, de falta de empleo, de falta de educación; la gente busca y se agarra de lo que puede y de lo que puede es de su santo más cercano.

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