Por: José Francisco Vásquez Pinacho

Todo indicaba –o más bien su servidor tenía la esperanza- que la alternancia política del 2010 sería el catalizador para iniciar la transición a la democracia en la tierra de los huajes. Muchos piensan o les han hecho creer que vivimos en democracia por el simple cambio de partido en el poder y realizar elecciones dizque “libres y competitivas”.

Un gobierno y sociedad democráticos son aquellos que garantizan la libertad a los individuos para que éstos logren sus fines y a la vez la igualdad, para que nadie esté por encima del otro. La democracia va más allá del terreno electoral, es una cultura y forma de vida en sociedad. El sociólogo francés Alain Touraine apunta:

“Lo que define a la democracia no es sólo un conjunto de garantías institucionales o el reino de la mayoría sino, ante todo, el respeto a los proyectos individuales y colectivos, que combinan la afirmación de una libertad personal con el derecho a identificarse con una colectividad social, nacional o religiosa particular. La democracia no se basa únicamente en leyes sino sobre todo en una cultura política”. [1]

La alternancia del 2010 trajo una ligera oxigenación del sistema político registrando cierta pluralidad en el reparto de los cargos de representación popular.

Es razonable pensar y hasta cierto punto justificar, que en poco menos de 3 años no se puede transformar por completo a una sociedad, sin embargo es evidente que no se ha dado una ruptura con el régimen anterior, lo que ha ocurrido es una recuperación de las instituciones autoritarias y resucitación de actores.

Los partidos políticos poco o nada han contribuido para el desarrollo de la democracia en Oaxaca, en ningún momento han cumplido con su función de servir como un puente entre las demandas e inquietudes de la sociedad civil  con el Estado. Al contrario, no han hecho más que reproducir la forma priista de hacer política.

Las prácticas políticas y la forma de gobernar siguen siendo las mismas, el actual grupo en el poder se empeña en controlar los órganos autónomos o en repartirse su integración, dejan impunes las violaciones a las normas establecidas, se siguen manteniendo privilegios políticos, fiscales, sindicales, burocráticos y mercantiles, las diversas organizaciones han aumentado su capacidad de presión, continúan con el tráfico de influencias y el ocultamiento de la cuenta pública. La cultura autoritaria y clientelar tan marcada dentro de nuestro sistema político, sus actores y la sociedad, en lugar de verse minada pareciera que se magnificó.

No estoy seguro si las personas que votaron por Gabino Cué lo hayan hecho con la expectativa de cambio o simplemente como un mero castigo al PRI, pero en caso de tratarse de la primera conjetura imagino que la decepción de la alternancia ha de ser igual de grande a las expectativas que ella generó. Los vicios asociados al régimen priista (impunidad, privilegios, corrupción, etc.) no desaparecieron, simplemente se amplió la lista de favorecidos por los mismos.

La alternancia en la gubernatura significaba el inicio para construir una democracia que fomentara el desarrollo de Oaxaca. El resultado ha sido parálisis política, mayor conflictividad social, apatía generalizada de la ciudadanía hacia los asuntos públicos, desconfianza y falta de respeto a las instituciones y actores, nulo crecimiento económico, y con todo ello, un desencanto y pesimismo incrustados en el imaginario colectivo oaxaqueño.

 

 


[1] TOURAINE, Alain. ¿Qué es la democracia? Fondo de Cultura Económica. México 2006. P. 24