eloriente.net

4 de diciembre de 2013

Decir la realidad para interpretar y recrear

Sobre el papel del artista/intelectual en la sociedad

Por: Juan Pablo Ruiz Núñez

Abundan la insensibilidad y la sordera de los intelectuales a los problemas

de su tiempo; pero esta insensibilidad y esta sordera no son normales.

José Carlos Mariátegui

El papel del filósofo contemporáneo es ayudar a encontrar nuevos caminos para la acción colectiva,

es decir, la política, la vida personal y una nueva definición de cultura

Alain Badiou

Al leer un artículo sobre el escritorio, los papeles, el caos doméstico de (Rodolfo) Fogwill —el gran escritor argentino— donde encontró un lugar propicio para pensar lo político, lo social y lo literario, me vino a la mente el papel del intelectual en la actualidad. En mi texto de presentación de Nota(s) al pie hice referencia a la economía política de las prácticas artísticas, para promover una reconsideración radical del trabajo artístico y alimentar una discusión sobre la autonomía del arte y de su separación artificial de la experiencia cotidiana y popular, es decir, política, de la que surge.

En esta segunda columna reflexionaré sobre la figura y el papel del artista/intelectual en la sociedad. No sólo sobre su rol sino, en especial, sobre su participación dentro del ámbito de lo público. Aquí seguiré al pensador peruano José Carlos Mariátegui —y en menor medida a Alain Badiou— que hace más de ochenta años realizó una tipología sobre los intelectuales de su tiempo y sus limitaciones. Varias que aún podemos detectar hoy. En México, la relación de los intelectuales con el poder es de larga data. Pensemos en Guillermo Prieto en la segunda mitad del siglo XIX (por mencionar a sólo uno) o a tantos otros durante el siglo XX, desde Justo Sierra o José Vasconcelos hasta Octavio Paz y Carlos Fuentes, casos prototípicos de intelectual que transige con el poder político y económico. Por supuesto hay otras figuras intelectuales que no han sido cómodas con el poder como José Revueltas o, desde otra posición política, David Alfaro Siqueiros, ambos encarcelados largamente en Lecumberri.

El artista/intelectual, dice Mariátegui, “está sujeto a la influencia de su ambiente, de su educación y de su interés. Su inteligencia no funciona libremente”. El intelectual de aquella época en Perú (década de 1920) —del que habla el filósofo latinoamericano— como buena parte de la intelectualidad en México “tiene una natural inclinación a adaptarse a las ideas más cómodas; no a las ideas más justas”.[1]

Aquella circunstancia que señalé en el artículo anterior sobre la división y aislamiento del arte fuera del ámbito de lo público, de la esfera política, es una forma de restarle energía a la fuerza subversiva, renovadora que poseen las artes y sus múltiples expresiones. Llámese literatura, música, cine, danza todas tienen esa cualidad de generadores y regeneradores de ideas y nuevas formas de concebir e interpretar el mundo. En consecuencia, de poder transformarlo. Dicha concepción del arte va en contra del capitalismo liberal competitivo y del pensamiento que lo sostiene.

He detectado cierta indiferencia, a veces ceguera voluntaria, de artistas e intelectuales mexicanos frente a su realidad y una apatía por explorar formas de comprenderla, Mucho menos, interés por incidir en su evolución. Dicha posición se ha profundizado de los años 90 del siglo XX a la fecha, en la comodidad urbana clasemediera. Para Mariátegui esta reacción corresponde a que “detrás de una aparente repugnancia estética de la política se disimula y se esconde, a veces, un vulgar sentimiento conservador. Al escritor y al artista no les gusta confesarse abierta y explícitamente reaccionarios. Existe siempre cierto pudor intelectual para solidarizarse con lo viejo y lo caduco. Pero los intelectuales no son menos dóciles ni accesibles a los prejuicios y a los intereses conservadores que los hombres comunes”. Además “el poder dispone de academias, honores y riquezas suficientes para asegurarse una numerosa clientela de escritores y artistas”. Como sabemos, abundan —después de la caída del Muro de Berlín— los intelectuales mexicanos que, sin pudor, defienden a ultranza el modelo neoliberal de la desigualdad y la violencia a ultranza.

Llegados a este punto, aclaro que no por su papel especial de gremio educado y bienpensante, los artistas/intelectuales albergarán mejores ideas; no necesariamente una educación o un alma sensible para las artes hace a la persona más conciente de realidad. Pero, en mi opinión, su papel es útil, relevante, necesario y debieran participar más en los debates de la polis. Aquí toco un debate esencial. Tradicionalmente la figura del artista/intelectual ha mantenido el derecho a decir, derecho a voz —hasta ahora ha conservado esa posición, por más devaluada que esté— dentro de la sociedad democrática liberal. Al menos los que al poder ha convenido y mimado. No abundaré por ahora en los tantos otros gremios y ciudadanos, las mayorías, que no han gozado de voz y protagonismo en la vida pública. Los intelectuales son los que tienen, detentan la voz.

En Oaxaca, la participación de artistas e intelectuales en la vida social y colectiva no ha sido menor. Recordemos la presencia de miembros de la comunidad artística/intelectual en los movimientos emancipatorios de fines de los años 70 y principios de los 80 del siglo XX en el Istmo de Tehuantepec, en particular en Juchitán al elegirse el primer municipio libre de México, libre del priismo caciquil y autoritario de aquellos tiempos, ese monolito que comenzaba a resquebrajarse —y que ahora ha vuelto recargado. Esta participación no parece haber tenido eco décadas después, al menos no con ese ímpetu y protagonismo. En la más reciente insurrección civil de 2006 en la ciudad y el estado de Oaxaca, la participación de los artistas/intelectuales fue más bien marginal, casi intrascendente frente al vigor de otros grupos de la ciudadanía. Pareció confirmarse en dicho proceso histórico lo que Mariátegui también asentó: “En los intelectuales, el sentimiento de la individualidad se desborda… Es frecuente, en fin, en los intelectuales el desdén por la política. La política les parece una actividad de burócratas”.

El filósofo francés Alain Badiou resume de forma brillante la situación actual del papel de los artistas e intelectuales (y que yo he abordado aproximándolo a Oaxaca y el país):

En los últimos veinte años hubo cosas esenciales que cambiaron, entre ellas, la hegemonía del capitalismo liberal competitivo y violento. Intervino también otra cosa: una suerte de clara complicidad con ese sistema por parte de los intelectuales, incluidos los franceses…. Las formas de complicidad intelectual con esa violencia se desarrollaron mucho. Creo que esto se inició a finales de los años 70. La nueva figura fundamental es que la opinión, en vez de estar drásticamente dividida, es masivamente consensual. Este resultado cambia el horizonte, la perspectiva, de un filósofo. El filósofo es aquel que siempre lucha contra las opiniones dominantes, es decir, las opiniones del poder. Hoy el combate es mucho más complejo y singular que el de los años 60. En esos años los filósofos críticos y comprometidos políticamente dominaban el escenario intelectual. Eso se dio vuelta. Hoy son los perros guardianes de quienes mandan … Hay que salir de todo esto. La humanidad no podrá continuar en este camino, si no irá hacia su eliminación. Se trata de reconstruir una visión del mundo y de la acción alejada de este horror.[2]

 

Este breve recorrido por la historia de la participación de la comunidad artística/intelectual en los asuntos de la vida pública, quiere ser una invitación para debatir estos tópicos y animar, de cualquier modo, la participación de la ciudadanía toda, pero en especial de los que practican la escritura, las artes visuales y demás disciplinas artísticas, así como investigadores, académicos. Que sean más atentos a su presente y adviertan la realidad circundante. Esta realidad de latrocinio, violencia, corrupción, impunidad.

Basta un ejemplo. No más silencio ni olvido frente a uno de los más grandes y graves pendientes que tenemos como país: decenas de miles de muertos y desaparecidos por la violencia en México, que no son muertos metafísicos, son individuos que merecen recuperar su nombre, su identidad, cuyos familiares merecen saber dónde están y quiénes los mataron. Justicia y dignidad es lo que requiere este país como el poeta Javier Sicilia no se cansa de sostener. Si bien, no sería una obligación distinta, o mayor o menor, que la de cualquier otra comunidad, gremio o agrupación, a los artistas/intelectuales sí les corresponde alzar la voz, porque como ya mencioné la poseen de facto. Una participación mayor en el mundo no contradice sus labores cotidianas de creación o pensamiento. No me refiero sólo a formas militantes de participación política. Por supuesto. De hecho, un artista, escritor, intelectual puede ser más efectivo en decir su concepción del mundo y la realidad mediante su quehacer, mediante la obra, la voz. Que su decir refiera, exprese alegóricamente, o no, directa o indirectamente, lo vivido y padecido. Que su voz sea eco, una tentativa de explicación. Que las expresiones artísticas o intelectuales producidas no dejen de comprender, explicarse el mundo y compartir su visión e interpretación, ya sean del horror o de lo portentoso, una interpretación de sentimientos y del estado de ánimo colectivos. Sin limitaciones ni autocensuras.

De una obra de arte —intentaré un final a este texto desbordado— se piensa un papel doble: por un lado es producto de la expresión estética que satisface esa necesidad; pero también un medio de conocimiento y comprensión de la realidad. Y, sin duda, la realidad nacional y mundial no sólo es miel, nenúfares, papeles viejos o cuentos de hadas. Nos queda mirar, sentir y comprender para crear, contar e interpretar nuestros asombros, búsquedas y posibilidades.

Twitter: @JuanPablornz


[1] Todas las citas de José Carlos Mariátegui provienen de “Fragmento de ‘El grupo Clarte’ en La escena contemporánea.

[2] En “La felicidad es una idea fundamental: entrevista con Alain Badiou”, Página 12, Buenos Aires, 6 de noviembre de 2010. http://www.pagina12.com.ar/diario/especiales/subnotas/156370-50184-2010-11-06.html

 

Foto: Ariadna Rojas

 

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