Junto a su veneración católica, es un símbolo de unión

(www.eloriente.net, México, 15 de diciembre de 2014; por Adrián Ortiz Romero).- Cada 12 de diciembre el país entero se vuelca a venerar a la Virgen de Guadalupe. Ella, que es la madre de Dios y símbolo inequívoco de nuestra identidad nacional, tiene también un conjunto de representaciones que todos debemos conocer. La Morenita del Tepeyac es la viva representación del mestizaje, de la unión de los pueblos luego de la conquista, y de la aceptación del cristianismo por parte de los nativos mexicanos que tenían otros dioses y otras tradiciones, pero que abrazaron la religión traída por los españoles para hacerla suya.

En efecto, no está de más poner en duda si la evangelización fue en realidad como nos la contaron todos aquellos que aún sentían rencores históricos estériles respecto a los españoles. A muchos de nosotros nos contaron en la primaria que la evangelización había sido traída como una especie de mecanismo de dominación de los conquistadores, y que ésta se había logrado a base de torturas, presiones, amenazas y sufrimiento a los pobladores nativos cuando ocurrió la conquista.

No dudando de que algo de eso sí hubiese ocurrido, también valdría la pena reconocer que por años los mexicanos fuimos presa de un falso nacionalismo que tenía como punto central repudiar la conquista de México a manos de los españoles. Es cierto que eso acabó con la cultura prehispánica, pero también lo es que abrió paso a uno de los procesos de mestizaje más importantes que han ocurrido en la historia reciente de la humanidad. Quienes estaban dominados por ese falso nacionalismo veían todo desde una posición claramente maniquea: los malos eran los españoles conquistadores, y los buenos los mexicanos conquistados. Esto puede parecer atractivo. Pero es evidente la distorsión que generaría cualquier intento de explicar y entender nuestra historia a partir de esa posición.

Por eso vale la pena volver al punto inicial: ¿Cómo fue en realidad la aceptación de los indígenas del cristianismo? Una aproximación ofrecida por Federico Navarrete ya había sido aquí apuntada en otros momentos (http://bit.ly/1tSkS7s). Vale la pena releer algo de lo antes señalado: los mesoamericanos estuvieron dispuestos a conocer y adorar a los dioses cristianos —así concibieron la pléyade de santos, vírgenes y apóstoles que acompañaban a la Santísima Trinidad— porque sus religiones eran politeístas y tenían una larga tradición de aceptación de las divinidades de otros pueblos. Además, desconocían el principio de intolerancia constitutivo del catolicismo: la convicción de ser la única verdadera religión.

Por si esto no fuera suficiente, los nuevos dioses cristianos habían demostrado brutalmente su poder: para los españoles tanto como para los indígenas, la conquista de los mexicas fue, sobre todo, la derrota de su temible dios guerrero, Huitzilopochtli, por el sanguinario Santiago Matamoros, santo patrono de los conquistadores.



LA VIRGEN

Ahora bien, el historiador Enrique Florescano (http://bit.ly/1BrvXTr) nos ofrece una interesante visión de cómo fue abrazada la Virgen de Guadalupe como símbolo de mexicanidad y de cohesión del mestizaje producido por la unión mexicana y española. Sobre esto, sostiene que Francisco de la Maza descubrió hace tiempo que el creador del vínculo entre la virgen de Guadalupe y el emblema de la antigua Tenochtitlán fue un teólogo y predicador criollo, Miguel Sánchez, quien animado por un intenso sentimiento patriótico, publicó en 1648 la primera obra que narró el milagro de la aparición de la Virgen de Guadalupe al indígena Juan Diego. Sánchez fue el primero que percibió en este prodigio la señal de que su patria era un lugar protegido por la divinidad, un país escogido. Sánchez le imprimió al milagro guadalupano una significación trascendente al ubicarlo como una revelación prefigurada en las sagradas escrituras.

Al leer en el Apocalipsis de San Juan frases como éstas: “Y una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida de sol y la luna bajo sus pies, y sobre su cabeza una corona de estrellas”; “y fueron dadas a la mujer dos alas de grande águila”, Sánchez quedó convencido de que esas palabras debían ser interpretadas como una premonición del milagro guadalupano.

Vio en la mujer apocalíptica vestida de sol a la Virgen de Guadalupe, y en el águila alada el anuncio de la aparición de la Virgen en el Valle de México, del mismo modo que antes el símbolo del águila había señalado el lugar de la fundación de México-Tenochtitlán. Recordó que la capital azteca tuvo por “blasón y escudo de armas (…) una águila real sobre un tunal”, y de ahí extrajo deducciones sorprendentes: “advertí que cuando estaba en la tierra la mujer apocalíptica se vestía de alas y plumas de águila para volar: era decirme que todas las plumas y los ingenios del águila de México se habían de conformar y componer en alas para que volase esta mujer prodigio y sagrada criolla”. Como lo apuntó Francisco de la Maza, Sánchez es el primero en presentar a la Guadalupe como estandarte de México, mezclando en ese emblema las profecías apocalípticas cristianas con los símbolos de los antiguos mexicanos. En una curiosa viñeta que puso en su libro aparece la Virgen, pero no sobre el ángel, sino sobre un nopal, y atrás de ella las alas del águila.

La asociación que hizo Sánchez entre la aparición de la Virgen, el antiguo emblema mexicano y el Apocalipsis de San Juan, cobró una fuerza inesperada cuando en 1737 se declaró a la Virgen Patrona de la Ciudad de México, y más tarde fue elevada al rango de protectora de la Nueva España (1746). El papa Benedicto XIV consagró esa predilección por la Virgen Morena en 1754, cuando la confirmó como protectora del reino y dispuso que se le dedicara una fiesta litúrgica en el calendario cristiano. Cada uno de esos acontecimientos fue celebrado en Nueva España con ceremonias impregnadas de emoción y acentuados sentimientos de identidad colectiva. La Virgen fue entonces aclamada como el símbolo más venerado por la población y recibió el juramento formal de fidelidad de las autoridades civiles y eclesiásticas. Y naturalmente, cada una de esas “juras” le dio nuevas alas al simbolismo guadalupano. Uno de esos vuelos juntó la imagen de la virgen con el emblema del águila posada en el tunal, y al quedar unidos esos dos símbolos fundacionales, desencadenaron un movimiento patriótico avasallador.

SÍMBOLO AVASALLADOR

Además de su imagen de madre piadosa y milagrosa, que ampara a cada mexicano, la Virgen de Guadalupe es en sí misma un símbolo de mestizaje, que también debemos entender más allá de las creencias religiosas.



Virgen de Guadalupe - Esparta Palma

Foto: Esparta Palma –  Algunos derechos reservados



Entradas relacionadas:

No necesitamos una fiscalía: urge aplicar la ley

No necesitamos una fiscalía: urge aplicar la leyPGJE: con alcances similares a la norma federal (www.eloriente.net, 10 de diciembre 2014; por Adrián Ortiz Romero).- Dentro de las medidas que el gobernador Gabino Cué anunció en el marco del arranque de su quinto año de gestión, sobresalió su disposición de realizar las modificaciones constitucionales que sean necesarias para adecuar el marco jurídico estatal […]

Debemos pensar ya en una nueva Constitución

Debemos pensar ya en una nueva ConstituciónMomento crítico debe cambiar ruta de parches (www.eloriente.net, México, 8 de diciembre 2014; por Adrián Ortiz Romero).- En México debemos comenzar a considerar en serio la posibilidad de llamar a un congreso constituyente para que redacte una nueva Constitución. Son varias las circunstancias que hacen evidente esta necesidad, aunque ninguna otra es del tamaño de […]

Gobierno federal debe explicar la unificación de las policías

Gobierno federal debe explicar la unificación de las policíasDonde quedan los derechos indígenas y el Convenio 169 de la OIT (www.eloriente.net, México, 3 de diciembre 2014; por Adrián Ortiz Romero).- Aunque parece un asunto muy local de una entidad como Oaxaca, el gobierno federal debería responder a una pregunta en específico ante su propuesta de unificación de las policías municipales en una sola […]