Por: Adrián Ortiz Romero 

(www.eloriente.net, México, 9 de Febrero del 2015).- Si bien es cierto que en México el camino de la democracia ha sido intrincado, no lo ha sido tanto como en otros países con los que compartimos fronteras, lengua, cultura o antecedentes. En prácticamente todo el siglo anterior, México se diferenció de casi toda América Latina por haber sido uno de los pocos países que siempre, y aún en la más feroz antidemocracia, pudo dirimir sus asuntos políticos por la vía de la paz y el —relativo, aunque siempre con distintos grados de intensidad— respeto a la Constitución. Casi toda Latinoamérica no pudo hacerlo siempre así. Y aunque hoy la democracia es un proceso en constante construcción, pero ya vivo, también queda claro que, para mal de todos, siguen existiendo las “dos Latinoaméricas”.

En efecto, muchas veces el sentido fatalista y simplista nos lleva a decir que en México no ha cambiado nada. Sin embargo, sólo hace falta voltear a ver cómo era el país hace treinta años, y cómo es hoy, para darnos cuenta que a pesar de los errores que han cometido los regímenes políticos, y los intentos por frenar la democracia, México ha avanzado con paso firme hacia la civilidad política, y que ese ha sido el sendero constante que no se ha roto ni siquiera cuando la misma democracia ha sido puesta a prueba, o en entredicho.
Apenas en 1988 la democracia mexicana era muy distinta a la actual. En aquellos tiempos, en los que apenas se despertaba la voz de la ciudadanía para no seguir tolerando la hegemonía del partido oficial, en México el PRI ganaba todas las elecciones. Y cuando decimos todas, eran todas. Los partidos minoritarios gozaban de cierto grado de apertura, que les permitía tener una representación testimonial en los Poderes Legislativos federal o estatales. Pero realmente no tenían capacidad y ni margen democrático para ganar en sí mismos una elección. Esto era lo malo. Pero lo “bueno” era que aquí, con el gusto o disgusto de propios y extraños, las cosas se arreglaban por la vía del partido, del “dedazo”, de la hegemonía oficial, y de las urnas.
Pero lo que había pasado en los años previos en casi todo el resto de América Latina era mucho peor que en México. Nuestros paisanos de casi todo Centro y Suramérica habían pasado por golpes de Estado, regímenes militares, dictaduras, asonadas, rebeliones y demás, que no reflejaban la madurez democrática que, aún en su extensa relatividad, sí tenía México para dirimir sus conflictos políticos y arreglarlos con la institucionalidad del poder y del partido oficial.
Luego, cuando se consolidó la vía democrática, México fue de nuevo a la cabeza. A partir de la década antepasada se crearon las instituciones que solidificaron la democracia. Y en esa ruta se fueron moviendo otros países que hoy tienen elecciones libres, pero que no por eso dejaron de enfrentarse a ciertos fantasmas que hoy mismo los siguen agobiando y que siguen poniendo en entredicho su democracia.

LAS DOS LATINOAMÉRICAS
En un artículo titulado “Las dos Latinoaméricas se alejan”, y publicado en el periódico El País, el investigador de la Universidad de Harvard, Pierpaolo Barbieri, sostiene que, por un lado se encuentran Colombia, México y Perú, que avanzan, pero que en el otro extremo se encuentran países como Ecuador, Venezuela y Argentina, que como en antaño parecen ir dando pasos en sentido contrario a la democracia.
“México —apunta— es todo lo que Brasil prometía ser sin serlo. La reforma educativa y de telecomunicaciones en el contexto del Pacto por México entre el gobierno de Enrique Peña Nieto y la oposición prometen un futuro más equitativo y competitivo. Y la revolución energética se prepara para fin de año. El PRI parece haberse convertido en algo mejor que la ‘dictadura perfecta’ que alguna vez fue y el desarrollo en México lo demuestra”.
En el otro extremo, Barbieri señala que, tal como predecían las encuestas, Rafael Correa fue elegido presidente de Ecuador por tercera vez, “a pesar de que la propia Constitución que Correa modificó prohíbe encadenar tantos mandatos. La reelección fue legal dado el contexto de la Constitución de 2008, pero el proceso permite a uno dudar si Correa dejará la presidencia en 2017. ¿O quizá se buscará otra forma ‘más democrática’?”
Luego viene lo que es peor: el contraste entre lo que dicen los países que se autonombran como líderes de la revolución, y lo que hacen. Y es que de acuerdo con Barbieri, la primera gran medida del nuevo mandato de Correa en Ecuador ha sido lanzar una Ley de Comunicación que limitará severamente la libertad de prensa. Sin aparente ironía, el gobierno ecuatoriano que defiende a Julian Assange, el fundador de Wikileaks, y al informático y exempleado de la NSA Edward Snowden ante los Estados, cuyas leyes han violado, amenaza al mismo tiempo con expropiar medios de comunicación o censurar por estado de emergencia. “La libertad es libertad sólo cuando es para todos, no sólo para los amigos o quienes critiquen a Estados Unidos. Eso se llama de muchas maneras, pero no libertad.”, remata.
Luego va a otro ejemplo también brutal del margen que existe entre las dos Latinoaméricas actualmente: Venezuela. Ahí, señala, a pesar de que no figuraba en los calendarios, la elección presidencial en aquel país fue histórica. El gran protagonista de la elección de Nicolás Maduro fue el ausente Hugo Chávez, quien figuró en la campaña mucho más que el presidente que se elegía. Con la memoria y el aparato del Estado en contra, la oposición venezolana montó una campaña heroica a pesar de su derrota aparente.
“Desprovisto del carisma de Chávez y los altos precios del crudo, el gobierno de Maduro no tiene perspectivas alentadoras. Los controles económicos asfixian la actividad y la devaluación inflacionaria continúa creando pobreza, a pesar de la retórica. La falta de papel higiénico puede ser el resultado del sabotaje imperialista, o bien puede ser el resultado de ideólogos haciendo política económica. Una posibilidad es mucho más realista que la otra”.

LA DEMAGOGIA
En esto, lo que queda claro es que el camino triunfante en varios países parece ser el de la demagogia, en distintos niveles. En México muchas veces no se aceptan las decisiones del gobierno del presidente Peña, pero es claro que lo que no podemos saber es si un gobierno distinto, como el de Andrés Manuel López Obrador, necesariamente habría sido mejor que el actual. Es un asunto, claro, de visiones. Pero lo cierto es que así como ahora hay países que buscan consolidar su vida democrática, también hay naciones en América Latina que viven fuertes procesos de regresión en la calidad de su democracia.

democracia Sección XXII

Foto: Archivo/ ElOriente.net

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