eloriente.net

1/mayo/2015

Por: Yessica Vega, Víctor López-Velarde y Carlos Muñoz

«Porque todo había empezado tantas y tantas veces, sin terminar nunca; había habido muchos principios, pero ningún desenlace definitivo, tanto que, a fuerza de este incesante empezar de tanto inicio sin fin… Éramos capaces de sobrevivir a lo peor»

Ryzszard Kapuscinski

En una de sus obras más conocidas, titulada “El Emperador” el destacado periodista e historiador polaco Ryzszard Kapuscinski, describió con maestría como hace 40 años Etiopía vivió bajo un imperio que culminó en un autoritarismo de lo absurdo, similar al que padece México en estos momentos. La población, acostumbrada a todo tipo de atropellos, presenció tantos movimientos de empezar y caer casi consecutivamente que daba la impresión de que el poder era inamovible. Lo que presenciaban en realidad era un paulatino levantamiento de los distintos sectores que según sus condiciones fueron apareciendo a su tiempo en el panorama. Cuando estuvieron todos de pie, el régimen fue asfixiado hasta su desaparición.

Haile Selassie, el emperador, era un hombre que no sabía leer ni escribir, y que, aún así, gobernó su país casi medio siglo. Asimismo, tenía un palacio en cada provincia de su país para su alojo, hubo algunos que ni siquiera conoció. Era un mandatario conocido por su afinidad a los viajes, en algún momento visitó México, estableciendo una fraternal relación con el gobierno priista de la época. Incluso durante los momentos de mayor inestabilidad de su imperio encontró apropiado visitar el extranjero de nuevo. Estableció determinante el control de los medios y su discurso del desarrollo escondió detrás, la pesadilla de las hambrunas que azotaron a su país principalmente en la región del norte.

¿Qué similitudes encuentra el México actual con la Etiopía del siglo pasado, un país ubicado en el Cuerno de África, la región más precaria de este continente? ¿Qué nos ha dado la proclamada “democracia Priista” que nos permita ensalzarnos frente a la monarquía autoritaria de Haile Selassie? Parece ser que estamos atrapados en el mito del desarrollo, que se promete, como podemos ver desde tiempo atrás y más allá de México, pero que nos tiene varados en una misma crisis cíclica de proporciones globales y, ante todo, nacionales.

Recientemente ante la avalancha de duras y, muchas veces, muy razonables críticas dirigidas a los integrantes del poder ejecutivo federal y a su titular, así como figuras de “primer nivel” de los dos partidos que lo postularon, ha sido utilizada una respuesta (bastante cuestionable en su efectividad, por cierto) consistente en, por un lado, defender la idea, aderezada obviamente por la tan odiosa pero acostumbrada técnica propagandística de manipulación a través de “personajes del pueblo” estilo telenovela, de que en realidad en México atravesamos simplemente por un mal momento, cuyas causas son producto de una fatalidad, casi tan arbitraria como una enfermedad, originada evidentemente en el exterior. Por otro lado los “filopriistas” o “prifilicos” plantean también la existencia de una suerte mal nihilista, vulgarmente conocido como negatividad (muy propio del lenguaje oficial, cada vez más próximo a los libros de autoayuda) que padecemos muchos mexicanos, envidiosos de sus geniales logros datados desde hace casi un siglo.

Aunque ciertamente el contexto político mexicano actual puede ser fácilmente planteado, al más puro estilo de José Agustín (al igual que Kapuscinski, agudo cronista de autoritarismos, priistas en su caso) en términos tragicómicos, lo que se debe de guardar recomendablemente en este momento, es la cabeza fría que nos permita, por un lado descomponer quirúrgicamente la falsedad y la manipulación presentes en la tramposa propaganda no solo priista, sino de prácticamente todos los partidos (los cuales buscan hacer leña del árbol caído con pocas o nulas propuestas razonables de por medio), y por otra parte, responder con los argumentos suficientes un rotundo ¡no! a todos aquellos que, a fuerza de vendarse los ojos se niegan algunas veces por interés, y muchas más por efecto de simple cerrazón ideológica (la cual no es exclusiva de aquello que llaman izquierda como nos quieren hacer creer) a la tan largamente anhelada participación de la mayoría (lo cual incluye, evidentemente, su propia participación) en una democracia real y efectiva, no ilusoria como la que han intentado vendernos desde mucho antes del año 2000.

En realidad se ha transformado en una tarea urgente salir del ostracismo originado en buena medida por la tradicional frase también priísta (lo sentimos, pero la historia no la escribimos nosotros) de que “la moral es un árbol que de moras” y diseñar entre todos, los canales de comunicación (democracia directa) que nos permitan construir responsablemente entre todos las salidas estructurales NO impuestas a las decenas de miles de desaparecidos que preocupan a la ONU, mas no al gobierno mexicano, los miles de casos de tortura (también señalados por instancias internacionales), la reducción en un 79.3% del salario mínimo desde la entrada del modelo neoliberal, y los tragicómicos (de nuevo) casos de corrupción y enriquecimiento desmedido de Angélica Rivera, Miguel Ángel Osorio Chong o César Camacho, lo cuales comprueban que SÍ estamos en una crisis y que SÍ hay responsables.

La presión social manifestada en los diferentes medios electrónicos y periodísticos con una mayor o menor dosis de independencia a los poderes estatales y capitalistas, reflejada a través de serias y, a diferencia de las elaboradas por los partidos políticos, razonables demandas y propuestas forma parte de los cada vez más numerosos destellos de la verdadera democracia mexicana: aquella que se hace en las calles, las escuelas, algunas veces en los trabajos (no tanto como quisiéramos), las casas, y en las organizaciones que buscan construir utopías en un país en el que la ignorancia y la atadura a viejos fundamentalismos que prometen ilusiones de desarrollos y progresos ha terminado por consumir a sus plutócratas y oligarcas, encerrados en los cotos de sus lujosos fraccionamientos y tiendas de diseñador.

Imagen: CC Montecruz Foto. Freedom for the 11 political prisioners

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