(www.eloriente.net, México, a 27 de agosto de 2015. Por Víctor López Velarde, @VictroVSant).- Si hay algo que nos enseñó la multipremiada película Titanic, es la posibilidad de generar entretenimiento contando una historia de la cual ya conocemos su desenlace. Así como ya sabíamos que el gran barco se hundiría al final de dicha película, en «Los 33» sabemos de antemano que los mineros chilenos atrapados fueron rescatados, así como los pormenores del acontecimiento. Por lo tanto, en este tipo de películas, lo importante es el modo en que nos cuentan los eventos que desembocan en el conocido desenlace.

«Los 33» es consciente de lo reciente que resulta el hecho de los mineros atrapados de Chile y, en parte, aprovecha que el acontecimiento sea tan próximo para generar la empatía necesaria en la audiencia. Es por ello que la película a duras penas contiene una pequeña introducción antes de pasar a la catástrofe que desencadenará todo el drama de la historia, sabiendo que el público puede ir conociendo poco a poco a los personajes mientras atraviesan la crisis.

Es sumamente acertado que la película procure que el drama se produzca a partir de los acontecimientos que suceden en pantalla, valiéndose de la ventaja que al ser una película basada en hechos reales es más sencillo tocar la fibra sensible del público, pero sin caer en enfatizar la tragedia evitando que se convierta en un desplante teatral exagerado.

Toda la emotividad se consigue porque el mismo guión permite que el drama se vaya desarrollando a partir de lo desgarrador del suceso en sí mismo, valiéndose de un par de secuencias muy bien ejecutadas y buenas interpretaciones por parte de los actores. Destacando a un Antonio Banderas (que mientras más se desprende del glamour es cuando más luce su madera histriónica) muy sólido, y a una siempre cumplidora Juliette Binoche. Se destaca que la presencia de una gran actriz como Adriana Barraza está muy desaprovechada, ya que su participación parece más un cameo extendido.

Algo que le da valor a la película es que permite que el público se meta en los zapatos del suceso desde dos perspectivas: la de los mineros y la de sus familiares que viven la experiencia desde afuera. El espectador puede experimentar el tenso escenario que rodea a las víctima así como la angustia que viven los familiares afuera, destacando en ese aspecto la labor de fotografía en que se marca un tono distinto tanto para lo que sucede en el interior como exterior de la mina.

En contra, se percibe más tensión y drama en la historia de los familiares que en la de las propias víctimas, incluso se llega a sentir más empatía con los familiares de los mineros que con estos, ya que la historia se percibe algo distante al momento de ahondar en la psicología de tales personas . Creo que era más oportuno explotar el drama que acontecía dentro de la mina que lo que sucedía afuera, pero dichos detalles se perdonan gracias a secuencias muy bien llevadas y sumamente emotivas que ayudan a mejorar el resultado final de la película.

Escenas como cuando llegan las grúas de rescate, las familias rezando o el momento en que salvan a los mineros realmente logran la respuesta esperada por el público. El filme termina a modo «La Lista de Schindler», reuniendo a los 33 mineros en una secuencia final que remata el sentimiento de optimismo que nunca miré en el filme.

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