eloriente.net

6 de octubre de 2017

Por: Vania Rizo

 “Nos salvamos juntos o nos hundimos separados…”

Juan Rulfo

Nos debe quedar claro que hay cosas que podemos controlar y otras que no. Tener presente este pensamiento, indudablemente nos ayudará a vivir mejor, sin tanta ansiedad, pena y culpa. Un ejemplo inmediato son los fenómenos naturales, podemos controlar nuestras acciones mundanas, para conservar de la mejor manera a la madre naturaleza, nuestra casa, pero no podemos controlar sus ciclos, sus movimientos.

Es claro que podemos incidir en alteraciones, pero aún así, siguen y seguirán existiendo, situaciones fuera de nuestro control, lo cual nos remite a meditar acerca del ego. Ese que muchas veces nos evoca una ilusión de sentirnos todospoderosos y de pensarnos como un ente individual, que se sumerge cada día más en un tirano yo.

De la mano de este tipo de ideas, el país mexicano vivió en recientes días, una situación dolorosa, sintió movimientos telúricos de alta intensidad, terremotos que afectaron e hirieron a muchos conciudadanos. Eventos fuera de nuestro control, sucedieron y nos movieron de múltiples maneras, continuos espasmos que nos llevaron a mirarnos y a mirar la conciencia colectiva de un jalón. No somos los mismos sin duda, de hecho dejamos versiones de nosotros a cada instante, muchas de ellas casi imperceptibles. Pero ante la magnitud de los efectos colaterales, que deja un terremoto, tirando edificios, sepultando gente, movilizando ayuda, nos hace cuestionarnos qué hemos hecho con todas las versiones de nuestra vida y cómo el mensaje de esa vida, ha sumado o perjudicado a la buena convivencia.

Esas versiones, facetas, etapas, movimientos que se encarnan, es la riqueza de la vida, es la espiral maestra de que siempre se puede volver a comenzar. Pero considero que los cambios tienen límites, es decir, se pueden vivir de manera legítima, siempre y cuando no agravie a los demás, incluyendo el entorno.

Sin embargo, el terremoto transparentó muchas realidades, quedaron expuestas y claras. La corrupción, la ambición negativa, la escala de prioridades en el sistema político-social, no dejaron duda de su existencia. Corrupción por parte de algunos funcionarios, empresarios y espectadores pasivos, son parte de una ecuación salvaje.

Referente a los inmuebles que cayeron -que deberían ser construcciones donde sintamos segura nuestra plétora- se puso en evidencia la honestidad de quienes se involucran en la construcción. En este terremoto se dejó ver que aunque han pasado 32 años, desde el último gran movimiento telúrico, sufrido en el ex D.F, siguen existiendo grandes descuidos a pesar de los conocimientos en los que se han avanzado todos estos años.

Hay edificios que se vinieron abajo, otros se mantienen con grandes grietas pero son declarados inservibles. ¿Qué pudo haberlo causado? Desde la compra de material de baja calidad, la mala ejecución de la obra, varillas de menor grosor, (pulgadas menores a las que se requieren) armados mal hechos, usos de suelo (ejemplo, si estaba autorizado para casa-habitación y resulta que lo ocupaban de bodega) eso altera las cargas, malas adecuaciones y falta de mantenimiento, pueden ser unas de las causantes.

Otro punto vinculante, es el interés escandaloso del lucro, del capitalismo, que hace ocultar información valiosa como lo es un documento llamado atlas de riesgo, donde se detalla características de lugares, zonas, que inclusive su sincero contenido, sin filtro, pondría en riesgo a la industria inmobiliaria.

Esta observación que hacemos hacia los lobbies de la construcción y sus derivados, nos hace tener presente un ejemplo palpable, que en cada acción individual existe un nosotros contenido, que cada decisión, indudablemente tiene un impacto y debería ser meditado en respeto a todos.

Pero por otro lado, hay una realidad bastante rica, una que muestra a un país que estaba eclipsado por una densa capa obscura, un país que siempre ha estado allí, que ha palpitado desde hace mucho tiempo, sólo que el enfoque mediático, la prisa en la que vivimos, la desconexión, ha hecho que a veces pensemos y sintamos que vivimos en una soledad alimentada por el terror, hiriente, cuando en realidad no es así. Sigue existiendo la magia, la buena voluntad, la compañía, la honestidad, el respeto, la inspiración, la confianza, el amor.

Creo en cadenas de inspiración, me ha quedado claro desde hace mucho tiempo, y ahora lo veo cuando deciden entregar amorosamente lo mejor de sí mismos, lo que está a su alcance, sus virtudes al servicio de lo común. Y eso es altamente precioso, que lleva una carga energética muy fuerte, positiva porque viene desde lo vital.

Finalmente, ante esta notoria fragilidad del ser humano, habría que hacer el ejercicio, hábito, de preguntarnos qué se queda en nosotros después de un evento límite como el que vivimos, cómo y qué re direccionaremos de nuestras vidas. Habremos de perdonar, perdonarnos, nos atreveremos a vivir en libertad, meditaremos nuestras prioridades, nos alinearemos a lo importante, haremos lo necesario para tener la certeza, que si en cualquier momento acaba la vida, sintamos que tuvo un propósito y no una angustia de deuda o de vacío. Seamos mejores seres humanos, empecemos por pequeñas acciones, los cambios profundos requieren de paciencia y de intención, traducida en acción diaria.

La reconstrucción considera al acto meditativo, de la conexión de los fenómenos naturales, toma su prudente tiempo para sentir toda emoción que nos causa esa experiencia gigante, y se va degradando a una sustancia constructiva para que sigamos viviendo con mayor fuerza porque nos necesitamos.

Nosotros después del terremoto.

En memoria de todos los que han partido.

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GUELAGUETZA 2017 @GUELAGUETZAOF

Imagen: @GuelaguetzaOf