eloriente.net
Editorial
17 de octubre de 2017
Numerosos templos han sufrido daños y se impone rehabilitarlos
En esta lógica, resulta natural preguntarnos si la iglesia católica ayudará con recursos, donativos o alguna otra asistencia a las autoridades estatales encargadas de la rehabilitación de templos, conventos y recintos. Lo anterior, pues a final de cuentas son utilizados mayoritariamente para efectuar cultos y ceremonias.
No es una pregunta banal, pues a pesar de que la justificación de la intervención es que se trata de monumentos históricos y artísticos innegables, también lo que es que su uso cotidiano no es propio de tareas del Estado mexicano, sino más bien producto de la profesión de una fe o de responsabilidades eclesiásticas.
¿Cuánto recurso aportará la Iglesia?
En honor a esas aportaciones —que seguramente llegarán como corresponde— para los damnificados, ya hubo un primer donativo directo del Papa Francisco, del cual supimos por la carta pública que el presidente del Episcopado Mexicano, José Francisco Robles, envió a Su Santidad, en la cual le agradece expresamente «donar 150,000 dólares para ayudar a las poblaciones en esta primera fase de emergencia».
El donativo no es poca cosa y procedía en para aquella primera etapa. Sin embargo, ya con una aproximación por parte de las autoridades federales en relación al monto que se calcula deberá erogarse para recuperar el patrimonio cultural, mismo que se ubica entre los 8 mil y los 12 mil millones de pesos, ha llegado el tiempo de proceder a un re-cálculo por parte de las autoridades eclesiásticas.
Sería injusto —o al menos incorrecto— que la iglesia no participare de esta reconstrucción.
Sobre el tema, en una entrevista para La Jornada, el diputado panista Santiago Taboada, presidente de la Comisión de Cultura, a pregunta expresa del periodista Roberto Garduño, solamente alcanzó a decir: «(Se cuenta con) la creación de los fideicomisos para complementar los recursos que el Estado destine y la sociedad civil aporte, en este caso es un tema que sí le toca exclusivamente plantear a la Secretaría de Cultura. Nosotros lo que deseamos es hacer llegar los recursos necesarios y que después, en cualquier otro planteamiento, puedan establecer figuras como las del fideicomiso, obviamente ejercido de manera transparente y, sobre todo, en las zonas donde el patrimonio se afectó.»
Es decir, hasta la fecha, no se cuenta con una definición clara sobre este asunto, lo cual de ninguna manera quiere decir que la grey católica haya estado lejana de la ayuda generalizada hacia los damnificados.
Por ejemplo, en el estado de Oaxaca, la Diócesis de Tehuantepec extendió un agradecimiento el pasado 9 de octubre «al Episcopado Mexicano, en lo personal del Secretario General de la CEM, don Alfonso Miranda Guardiola, que ha estado animándonos y respaldándonos en el servicio desde el inicio. Igualmente a los diferentes Caritas diocesanas, así como las Diócesis y Parroquias, organizaciones de distinto signo y personas de las Sociedad civil que se organizaron para hacernos llegar su solidaridad y efecto que nos ha sostenido.»
Asimismo a través de Caritas, se han anunciado y promocionado diversas colectas y donativos para ayudar en las regiones afectadas.
En Puebla, el alcalde de la capital, Luis Banck, «detalló que en la capital poblana, jóvenes restauradores experimentados fungen como responsables de la intervención en cada una de las iglesias, ya que se encargan de dirigir a la empresa constructora para la correcta preservación del patrimonio religioso».
Es decir, en Oaxaca, en Puebla y en todo el país, se mantiene un reconocimiento generalizado a la necesidad de dar mantenimiento, reconstruir y rehabilitar esos recintos. Ahora solo es necesario que, en la misma consonancia, la Iglesia haga pública sus intenciones y sus alcances para participar activamente de estas labores.
Como lo señalara el Papa Juan Pablo II en una recordada alocución de enero de 1998, luego del terremoto en Italia de 1997 y que causara graves daños en la querida Asís:
«Quiero expresar mi sincero aprecio por la generosa contribución que dan los voluntarios y cuantos colaboran, de diversas maneras, en los trabajos de asistencia y reconstrucción. A todos los aliento a intensificar sus esfuerzos para proseguir la labor iniciada. La fe nos dice que todo lo que hacemos en favor de los necesitados y de los que sufren lo hacemos a Cristo (cf. Mt 25, 40)».
En este afán, coincidimos todos.
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Imagen: Templo San Vicente Ferrer, Juchitán. Vía Telemundo
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