“México le ganó a Alemania. Es futbol. Muchos dirán que sólo es futbol.

Pero es por eso que el país celebra: porque es futbol.

¿Cómo aprovechar este triunfo para levantarnos en otras materias?”.

Belleza mexicana

(www.eloriente.net, México, a 18 de junio de 2018, por: Juan Pablo Vasconcelos @JPVmx).- Al voltear, mis hijas saltaban con sus primos gritando “México” y celebrando sus primeros pasos y piruetas. La selección le había ganado a Alemania, la gran potencia. Pero lo más importante: habían superado los peores pronósticos y los ninguneos más dolorosos.

Es posible, aunque también pueda suceder lo contrario, que en el resto del mundial se repita la historia de los mundiales anteriores.

Pero la sola victoria contra los alemanes elimina una pesada loza sobre los hombros de los futbolistas y sobre las espaldas de los verdaderos aficionados al balompié. Nunca más una derrota por adelantado.

Es verdad que, aunque parezca increíble y aún contradictorio, los grandes agoreros del desastre futbolístico de México han sido siempre quienes viven de ese negocio. Sorprende que los principales detractores de los jugadores mexicanos sean los mismos comentaristas y enviados, cuyo salario se justifica solo porque las figuras logren este tipo de hazañas.

Sin embargo, esos saltos de alegría —es de suponer que aprendidos, pues los niños imitan o replican en estos casos la alegría de los mayores—, significan algunos asuntos aún más significativos en estas horas posteriores al partido. Uno sobre todo: ahora fue en el futbol, pero este país de más de 120 millones de personas, tiene para competir y ganar en cualquier materia.

Desde el Nobel de Literatura hasta el premio Oscar a mejor director. Desde el campeonato olímpico en futbol soccer hasta Alfonso García Robles o Mario Molina, galardonados con el nobel de la paz y de química respectivamente. Y luego, juristas de primerísimo nivel, economistas dirigiendo los principales organismos económicos del mundo, mujeres adelantando la lucha feminista en América Latina, millares de paisanos en los Estados Unidos, cuya vida singular es, cada una en sí misma, una victoria indiscutible.

Así, el uno por cero contra Alemania en efecto es solo futbol.

Pero precisamente por eso es importante: porque significa mucho para la inmensa mayoría de la gente de este país y no tiene porqué ser vergonzoso.

Por el contrario, que un deporte nos una en el mismo grito, es bastante decoroso en un mundo donde aún persisten otros gritos fundamentalistas mucho menos constructivos.

Es claro, asimismo, que también hay otras causas que podemos animar con la misma determinación. Y hacia esa dirección podemos guiar, orientar, el entusiasmo generalizado después de esa victoria: que el esfuerzo de estos futbolistas, sirva para explicar a nuestros hijos los alcances del alto rendimiento en el deporte y también en las escuelas, en sus propias vidas; la centralidad de hacer equipo; la concentración que, combinada con la pasión, puede construir grandes obras que entusiasmen a millones.

Ningún partido será más emocionante que ver los primeros pasos de nuestros hijos.

Es verdad que un partido de la selección no quita los millones de personas en extrema pobreza que viven en este país, lleno de contrastes y de olvidos.

Pero también lo es, que el futbol no tiene la culpa de esos desastres. Y mucho menos, que no hemos sido capaces de fomentar aún más los estupendos valores que el deporte y la cultura para incidir en el bienestar de las personas.

Nunca es tarde.




La gran celebración para este lunes y para los días por venir, es que padres de familia, escuelas, universidades, fundaciones, asociaciones civiles y aún los gobiernos, presenten iniciativas de fondo, recaudaciones, ideas, proyectos, para impulsar el deporte en un país ávido de este tipo de causas.

Dirán que es moda y que se pretende aprovechar solamente la fiebre del mundial.

Ningún problema.

Aunque sea por moda, por fiebre, por populismo, por fama, es necesario en todo el país, un impulso renovado hacia el deporte y sus valores.

¿Estamos cansados del crimen y la inseguridad? ¿De los miles de accidentes provocados por sustancias tóxicas? Y de las familias desintegradas, los espacios otorgados a las bandas y la violencia, de los jóvenes sin empleo y sin estudios, de las enfermedades crónicas, la obesidad infantil, la pérdida de los valores, el individualismo egoísta, la ausencia de ejemplos públicos… Pues sí.

Sin embargo, la respuesta está clara y el entusiasmo nacional está enfilado hacia la presentación de una gran política nacional de fomento al deporte, cuyas facetas económica, cultural y social están comprobadas en todo el mundo.

Uno de los grandes talones de Aquiles de nuestro país, ha sido nuestra insistencia en los métodos tradicionales de resolución de necesidades. Queremos resolver los problemas con las mismas herramientas de hace décadas. De hecho, nos acercamos a los conflictos con iniciativas asistencialistas y de una rancia filantropía.

Quizá el sacudimiento del triunfo mexicano, nos abre la posibilidad de una visión renovada: tomar como propios los símbolos arraigados en la cultura nacional —como el futbol— y desde ahí buscar mejores caminos: el desarrollo de talentos nacionales, el impulso a la industria del deporte, la formación de una mentalidad resiliente y solidaria, la apertura de programas de mérito en todo el país, el nuevo futuro para la juventud entrenada en los senderos de la resistencia, el esfuerzo máximo y el deportivismo, entre muchos otros.

Todo esto es mejor de lo que tenemos ahora.

Y el paso más importante está dado: el pueblo de México ya sabe que le podemos ganar a Alemania. Hay que sacar lo mejor de esta victoria, que evidentemente no es únicamente la celebración popular, sino orientar esa fuerza a algo más grande.

Yo quiero que la celebración de mis hijas también sean porque los maestros de México sean ejemplo mundial —como en lo individual muchos de ellos ya lo son—, porque todos en este país tengamos asegurado el pan de cada día, los artistas puedan hacer su trabajo sin sacrificar o vender su postura intelectual y aún espiritual, porque nadie muera por enfermedades curables o porque ninguna mujer soporte nunca más los desplantes de un violento.

También quiero, luego, que ellas celebren, sus propias victorias.

Eso nunca sucederá —o si pasa costará el doble— si no conducimos al país hacia otros derroteros.

Pero creo en México. Creo que es posible si esta energía la conducimos hacia esa dirección.

Belleza mexicana en Rusia. Quiero lo mismo, de este lado del mundo, en este territorio. Y que sea ahora.

Imagen: Selección Nacional. Femexfut.